CIUDAD ON

Turismo en mallas y zapatillas

Aquí te ganarás los 'likes' con el sudor de tu frente. 'Sightrunning', lo llaman. 'Running tours'. Son rutas que te enseñan Barcelona con el reprís de Rajoy andando deprisa

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Ana Sánchez

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«Este es el ayuntamiento del Guinardó». El guía turístico señala la sede del distrito de aire mudéjar a velocidad de crucero. Los turistas sueltan «ooohh» lo que les deja la respiración entrecortada. Siguen al guía con la lengua fuera y sudores de gimnasio. Rebuscan el móvil en la riñonera sin pararse del todo. Clic, clic, clic. Ráfaga a discreción y a seguir corriendo. Como si les estuviera enseñando la ciudad Usain Bolt

Ahora al hacer turismo te entran tantos sudores como al escuchar a un político en precampaña. Sightrunning, llaman a este turismo en zapatillas. Running tours. Son rutas que te descubren Barcelona con el reprís de Rajoy andando deprisa. Aquí te ganarás los likes con el sudor de tu frente.

«Si las cosas cuestan un poquito, las aprecias más», dice Joan sin aflojar el ritmo. Joan Brull, 41 años, es el que escupe datos históricos mientras corre sin que le tiemble la voz. Como si fuera un híbrido de Jordi Hurtado y el Maraton Man de la tele. Ha llegado a trotar 19 horas y cuarto seguidas, se justifica sin alardear. 

Hace siete años que él y Jaume Pedregosa montaron <strong>360º Running Barcelona</strong>. Los dos son documentalistas, compañeros de trabajo y runners compulsivos. «El nombre se nos ocurrió en la cima del Turó del Carmel –hace memoria Joan–, el único punto de Barcelona donde girando sobre tus propios pies tienes una vista de 360 grados». Y empezaron a recorrer esos 360º ejerciendo de guías en mallas. 

 Ofrecen rutas de 6 kilómetros (45 €) y de 10 (55 €). Los recorridos duran entre 70 y 120 minutos. «O más, si los turistas están en forma», apuntan. Los tours pueden variar en función de los clientes. Hay hasta quien viene a celebrar su cumpleaños corriendo. 

«A nosotros nos gusta tener visitantes y no turistas –dicen ellos–. Gente interesada no solo en hacerse la foto delante de la Sagrada Família, sino en conocer un poco lo que hay detrás. Es la manera de hacer turismo que te llega y te trae recuerdos bonitos».  

Les ayudan a confeccionar las rutas dos guías oficiales, expertas en patrimonio cultural. Una es la mujer de Joan. «Se llama Clara Mas y yo la llamo Clara Maps –se ríe–, porque sabe todo».

«Yo soy un guía muy poco turístico», sonríe Joan al trote mientras te cuela por rincones sin hordas de turistas. Ni una chancla con calcetines en un kilómetro a la redonda. «Lo que mola es descubrir los barrios de por aquí», dice mientras enfila por la avenida de la Verge de Montserrat. «Si a los selfis les sumas la curiosidad por la vida del día a día –añade–, yo creo que la experiencia es mucho más enriquecedora». 

Los turistas runners entran ahora en el parque del Guinardó. Las vistas con skyline ya empiezan a quitar el hipo, tanto como las cuestas. Menos mal que te puedes parar a hacer fotos para recuperar el aliento.  

"La Barcelona de verdad"

Empieza a chispear. «Son dos gotas –garantiza el guía–, la nube está allá», señala al fondo. ¿También es meteorólogo? «Mi familia es marinera», sonríe. Lo mismo te habla del tiempo que de expos universales o de la masificación del turismo. ¿Y esos carteles? 'No a las expropiaciones', se lee en una hilera de casas justo antes de llegar al Turó de la Rovira atestado de turistas. 'Parque mixto –defienden los letreros-. Casas y parque sí'. Se refieren al futuro parque de los Tres Turons en proyecto. Joan se detiene frente a los carteles como si fuera otra parada turística. «No pasamos de puntillas por estos temas», promete. «Yo me reivindico mucho como ciudadano de Barcelona».  

Los sightrunners pasan correteando entre hileras con pose selfi. Mientras el resto de turistas posturean ante las vistas del Turó de la Rovira, Joan se para mirando al lado contrario. «Aquí está la Barcelona de verdad», dice. Un skyline sin la silueta de la Sagrada Família ni del Hotel W. Lo que se distingue al fondo son las <strong>cerillas gigantes de Claes Oldenburg</strong> del Vall d’Hebron. «Somos unos guías poco ortodoxos», Joan se encoge de hombros. «Nos gusta transmitir esto: la vida del barcelonés que se levanta cada día pronto para ir a trabajar». Es lo que más les gusta a los turistas en mallas. «Es un tour diferente», asiente Alyssa, una holandesa que ha sudado hoy la camiseta para hacerse fotos. «Y después del tour –se ríe– ya no hay que ir al gimnasio».