Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

¿Merece la pena? Sobre la carta de Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandona el hemiciclo durante la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandona el hemiciclo durante la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles. / David Castro

A nadie se le escapó que llegó a la sesión de control al gobierno evidenciando su disgusto (mirada seria y mandíbula apretada) y se fue del Congreso cabizbajo. Pedro Sánchez, como cualquiera, puede fingir una sonrisa social (aquella que nos enseñan a aparentar incluso en el peor o más sensible de los momentos, y que se dibuja en los labios pero nunca se refleja en los ojos). Sin embargo, ayer no quiso hacer ese esfuerzo: estaba molesto y deseaba que constara.

Si bien muchos interpretaron enojo en su rostro, minutos después quedó claro que su malestar era mucho más profundo que un cabreo o una rabieta momentánea. Fue al responder a una pregunta de Gabriel Rufián cuando Sánchez se permitió referirse indirectamente al caso que le afectaba. “Sigo creyendo en la justicia de mi país”, afirmó. Pero el lenguaje corporal lo delató: arrugó la nariz y contrajo el labio. Un gesto compuesto instantáneo de repulsa, hastío y hartazgo que no se puede fingir. Al dejarse caer sobre su asiento; su mandíbula estaba desencajada. El desajuste de la dentadura aparece cuando intentamos reprimir y gestionar un sentimiento intenso que nos aqueja, pero nunca una emoción relacionada con la ira (con la mandíbula desencajada no podemos morder, atacar). De una mirada perdida (tratando de desenfocar el problema y restablecerse anímicamente) pasó a una mirada intensa que apuntaba hacia la bancada de la oposición. Y ahí, sí. Ahí, en sus ojos apareció la rabia.

Días de reflexión

Horas después publicaría en redes su carta a la ciudadanía. Hasta la fecha, una comunicación inédita de un presidente donde explicaba que se iba a tomar unos días para reflexionar si valía “la pena” seguir siendo presidente. Aunque le advertimos grandes ventajas al poderoso, también sabemos el sacrificio que acarrea. ¿Tú querrías o soportarías ser presidente o dedicarte a la política? Yo tampoco. No sólo por la responsabilidad que comporta un cargo público, también por el desgaste emocional acrecentado en los últimos años por el uso de las redes sociales.

Además de ganar tiempo (4 días para reconsiderar) y conseguir apoyo social (no sólo de su partido), la misiva busca la empatía del lector. Moviliza a la izquierda para luchar contra “la máquina del fango”; a los románticos nos hace suspirar con esa pequeña declaración de amor hacia su esposa (“profundamente enamorado de mi mujer”); y alude al factor humano para ser comprendido (“muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas”). Una fórmula, esta última, muy de moda entre las primeras ministras que han dimitido en el último año. “Estoy cansada. Soy un ser humano, además de política”, recordó Nicola Sturgeon en su dimisión como primera ministra de Escocia en febrero de 2023 cuando se iniciaba una investigación por corrupción contra su marido. Unas semanas antes, fue el turno de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda quien reconoció haberse quedado sin energía y estar agotada ante tanto ataque de la oposición: “Soy humana, los políticos somos humanos”. A diferencia de Sánchez, ellas demostraron también su humanidad al presentar su renuncia sin dejar en vilo a todo un país mientras el jefe del gobierno medita su decisión…

Lo cierto es que al relato en la carta de Sánchez no le falta detalle. El elemento más importante con el que cuenta es la intriga. Cuatro días para el próximo capítulo donde sabremos si ser presidente de España sigue mereciendo la pena.

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