Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Con el pie izquierdo de Su Majestad

La reina Letizia, sentada por una dolencia en su pie izquierdo en una visita de Estado a Países Bajos

La reina Letizia, sentada por una dolencia en su pie izquierdo en una visita de Estado a Países Bajos / Casa Real

En comunicación no verbal, el poder se proyecta ocupando espacio: sea a lo ancho o a lo alto. Los tronos y la coronas de los reyes, los altares de las iglesias, los escenarios y los palcos de los teatros, los áticos de los edificios, las plantas más altas de las oficinas de una empresa o las tarimas de un aula señalan cómo la altura puede llegar a transmitir poder político, espiritual, económico o intelectual. El tratamiento de “Majestad” o “Alteza” con los miembros de la Corona también persigue evidenciar que ellos están por encima de los demás. Y aunque en España ya no sea obligado, en un besamanos se siguen viendo reverencias. Mientras a los hombres se les permite reducir su estatura bajando la cabeza o inclinando el cuerpo; algunas mujeres siguen practicando la genuflexión (el protocolo considera a la fémina inferior al varón)

En general, las mujeres solemos medir entre seis y diez centímetros menos que los hombres. Por eso, muchas solemos subirnos a unos tacones para alzarnos, ganar confianza y seguridad. Porque aunque andar con ellos requiera mucho equilibrio, conozcamos que es un accesorio fetichista (su diseño emula el gesto del empeine en el momento del orgasmo) y que algunos modelos son auténticos métodos de tortura (si son impuestos, ¡los son todos!); también sabemos que pueden funcionar como auténticas armas de poder. 

Para estar a la altura de su nueva posición social y de su marido (Felipe VI mide 1,97 cm), en sus primeros años como princesa, Letizia no se bajaba de sus tacones de 12 centímetros. Primero apostó por el clásico stiletto y después pasó a altos peep toes (a los que se llegó a bautizar como “letizios”). Fue en 2009, cuando por primera vez se vio a Letizia en un acto público con unas bailarinas. El gesto no era insignificante, ya no le preocupaban tanto los casi 30 centímetros reales que la separaban de su marido. Sin embargo, para escenificar su perdón a la reina Sofía tras el incidente delante de la Catedral de Palma; además de a abrirle la puerta, la obligaron a hacerlo plana (rebaja bonita y recuerda que eres una plebeya). 

Poco a poco, Letizia se acabó dando cuenta que la supuesta majestuosidad que acompañaba a su familia política no era tal y que aquella gente no le llegaba ni a la suela de los zapatos. Pero para entonces, el abuso de tacones altos ya le había dejado huella: neuroma de Morton en su pie izquierdo. Los especialistas recomiendan que el tacón no supere los 4 centímetros. Más altura y un uso demasiado frecuente de este tipo de calzado puede provocar deformaciones y serios problemas en los pies y en la columna vertebral. A Victoria Beckham se lo acabaron prohibiendo al diagnosticarle una hernia discal. Sin embargo, la diseñadora nunca se ha quitado del todo. Y pese a las molestias, Letizia tampoco los abandona. Aunque eso acabe causando que tenga que estar sentada durante la recepción de una cena de Estado que los reyes de los Países Bajos ofrecieron en honor de los monarcas españoles. Porque esa noche, ya no podía aguantar 45 minutos de pie ni con un tacón sensato.  

Los tacones, como el poder, tienen algo de adictivo. Y tan perjudicial es abusar de los tacones demasiado altos como escoger un trabajo que en pleno siglo XXI exige eternos besamanos para seguir aparentando que la realeza está por encima de todos los demás.

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