Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

¡Haz la cola!

El exministro y expresident de la Generalitat Eduardo Zaplana, entrando al juzgado y topándose con la protagonista de esta historia

El exministro y expresident de la Generalitat Eduardo Zaplana, entrando al juzgado y topándose con la protagonista de esta historia / EFE/Biel Aliño

Las injusticias y las faltas de educación y respeto las leemos, observamos y/o padecemos cada día. Por ejemplo, se me ocurre el caso de que a un violador se le permita la libertad provisional porque es rico y puede reunir un millón de euros para pagar la fianza o que de una boda salga conduciendo el marido de una expresidenta de la Comunidad de Madrid jactándose de haber bebido mucho y que eso no tenga consecuencias.

Ante ellas, la gran mayoría, solemos aguantar, callar y mirar hacia otro lado. Porque si te paras a analizarlo, te cabreas, te asqueas o acabas detenido. Pero entonces llega alguien que te recuerda que de vez en cuando hay que decir o escenificar un “basta”. “No estaba cansada físicamente, ni más cansada de lo que solía estar al final de una jornada laboral. No era mayor, tenía 42 años. No, de lo único que estaba cansada era de ceder”, explicó Rosa Parks sobre el gesto que prendió la llama contra la segregación racial en EEUU.

Por eso, el martes, la mayoría aplaudimos con las orejas cuando una mujer le dio el alto a Eduardo Zaplana a su llegada a la Ciudad de la Justicia de Valencia para declarar por el caso Erial (procedimiento en el que se ha investigado el supuesto cobro de más de 10 millones de euros en comisiones derivadas de concesiones de ITV y parques eólicos de la Comunitat Valenciana). “No, haz la cola”, le repitió con el índice levantado (advertencia) al expresidente de la Comunitat Valenciana y exministro del PP. A aquella señora no le faltaba razón alguna.

“A las nueve y media tengo cita y viene este hombre aquí con la cara dura, con las cámaras. Pues no. Háganme fotos a mí también”, reflexionó en voz alta mientras le daba la espalda y le cerraba el paso. Pero además de haber madrugado y haberse ganado por derecho propio la primera posición en la cola (y en nuestros corazones); la sonrisilla condescendiente del expresidente, propia de quien se cree por encima de todos y todo, era ya motivo suficiente para decirle cuatro cosas. “Descarado que eres, haz la cola detrás mío”, proseguía nuestra justiciera anónima.

Sin embargo, ya nos lo advirtió Simone de Beauvoir: “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”. Y uno de los Guardia Civiles que actuaba como cancerbero de las puertas de la justicia le indicó a Zaplana (por cierto, mucho menos moreno) por dónde podía colarse. El exmandatario no lo dudó ni mostró ningún tipo de remordimiento o educación. Porque aunque el expresidente está dado de alta en el Colegio de Abogados de Alicante, y tanto letrados como periodistas pueden entrar directamente sin tener que respetar el orden de llegada, qué le costaba quedar bien ante las cámaras. Qué sé yo, podía haber dicho un “esta señora estaba primero”. Pero ni eso, ni una pizca de vergüenza (ni de rubor en sus mejillas). Rodeó por detrás a la mujer (a traición) mientras el agente le abría paso.

Aun así, nuestra heroína no se dio por vencida y lo siguió: “pues yo también”. Si todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición (¿clase, poder, profesión?) que se note. ¡Haz la cola!

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