Críticas

'Els criminals': justicia, esperpento y cabaret

El TNC recupera una pieza de 1928 del dramaturgo alemán Ferdinand Bruckner que el director Jordi Prat i Coll transforma en una farsa pasada de vueltas

Un momento de 'Els criminals'

Un momento de 'Els criminals' / David Ruano

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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'Els criminals'

Autor: Ferdinand Bruckner

Director: Jordi Prat i Coll

Intérpretes: Joan Carreras, Maria Rodríguez Soto, Lluís Soler

Función: 18 de abril de 2024

Algo debe tener Ferdinand Bruckner (1891-1958) para que dos de sus piezas hayan resucitado en escaso tiempo. En 2021, Juan Carlos Martel se estrelló en el Lliure con la versión 'La malaltia', ahora el director Jordi Prat i Coll siembra el desconcierto con una adaptación libre de 'Els criminals', obra de 1928 impregnada del expresionismo de entreguerras. Asistimos al despellejado en caliente de la República de Weimar, su decadencia catalizada por la arbitrariedad de la justicia y la corrupción, con presencia de otros temas candentes de la época como el aborto, la homosexualidad y la pena de muerte. Una democracia en descomposición amenazada por el fantasma del fascismo, que cada cual haga su transposición con el presente.

Gran formato para la Sala Gran del TNC: 13 actores y tres músicos que interpretan algo más que música. En el distendido preludio los intérpretes nos advierten que “no hacen Brecht”, marcan distancia con el teatro épico antes de bajar al barro de la farsa. Cuando se levanta el telón aparece un bloque de viviendas sin su cuarta pared, escenografía de Laura Clos tipo '13, Rue del Percebe' que ya pusieron en práctica los pioneros montajes españoles de los años treinta. Personajes atrapados en la pobreza económica o moral, historias de pícaros, farsantes o supervivientes. El rompecabezas humano va encajando con dificultad entre el exceso vodevilesco, la dramaturgia dispersa y un reparto desigual poco unificado.

Con la segunda parte arranca el juicio a los diferentes crímenes, un proceso que carga las tintas filosóficas, pero que ni a fuerza de esperpento alcanza a domar la comicidad. Tras el descanso, llega el cabaret que eleva la energía y la temperatura sexual sin que las tramas acaben de aterrizar en concreción. Para entonces el artefacto ya mezcla sin complejos referencias a Kant y al nazismo con gags 'boomers' inspirados en la serie 'V' o los muñecos de José Luis Moreno. Al contrario del elogiado 'Els Jocs Florals de Canprosa', en esta ocasión Prat i Coll no ha dado en la diana de la genialidad vestida de astracanada.

Pero si merece la pena 'Els criminals' es por asistir a la brillante interpretación de Joan Carreras, una más. Últimamente, le ha cogido el gusto a los roles incómodos, ahora un caradura casquivano de ademanes exagerados, bien adecuado al marco de la obra, sobre todo en su hilarante número musical:¡qué flexibilidad! Maria Rodríguez Soto consigue unos más que convincentes aires de 'lumpenproletariat', mientras que el juez de Lluís Soler destapa los momentos más desternillantes con su arenga legal entrecortada al más puro estilo Tip/Ozores. La colección de disparates dispersos son sin duda el mejor reclamo del espectáculo.