Opinión | Quemar después de leer

Laura Fernández

Laura Fernández

Escritora y periodista

El estoicismo encantado de Goran Petrovic

En la última película de Alexander Payne, un personaje que aborrece a todo el mundo, regala a los únicos que considera sus iguales ejemplares de las 'Meditaciones', de Marco Aurelio, un tratado sobre la resistencia íntima que combatir, desde dentro, con la literatura encantada del autor de 'Papel con marca de agua'

El estoicismo encantado de Goran Petrovic´

El estoicismo encantado de Goran Petrovic´ / Sara Martínez

A Paul Hunham nunca se le ha dado bien la gente. Fue víctima de una injusticia en algún momento del pasado —ese pasado que, en su caso, implicaba Harvard, y todo tipo de cosas a las que, creía, no debía haber tenido acceso por su origen—, y, atrapado como se ha quedado en él —da clases en el mismo internado de chicos en el que estudió—, pasa los días bebiendo más Jim Beam de la cuenta, y odiando a todo el mundo. En realidad, sólo odia a los chicos que nunca sabrán lo que fue ser un chico como el que él fue. Y sin embargo, guarda en su despacho una caja repleta de 'Meditaciones', de Marco Aurelio, que regala cuando llega Navidad, y sólo a aquellos a los que quiere. Pero ¿quiere Paul Hunham a alguien? Sí, quiere a quienes, detecta, están en su misma situación. 

¿Y qué clase de gente es esa? La gente que se han cansado de tratar de cambiar las cosas y están, simplemente, aceptando que las cosas son horribles —ahora mismo, y quizá para siempre— para ellos, y que hay que intentar encajar el golpe, cada vez, de la mejor de las maneras. Por eso les regala ese libro. Las 'Meditaciones' de Marco Aurelio es un tratado de estoicismo. Esto es, un tratado que le dice a quien lo lee que acepte lo que tiene porque puede que no haya nada en camino. Y nunca vaya a haberlo. Al parecer, curiosamente, 'Las meditaciones' son un pequeño 'best seller' contemporáneo entre los jóvenes, también, sí, en España, ¿por qué será? ¿Está el no futuro contemporáneo abocando a los más jóvenes a algún tipo de manso estoicismo?

Podría decirse, en cualquier caso, que el cine de Alexander Payne es un tratado, alocadamente triste, de estoicismo, y que, de alguna forma, está concentrado en el personaje que interpreta Paul Giamatti en su última película, 'Los que se quedan'. Sí, Paul Giamatti es Paul Hunham, el profesor del 'ojopipa' —tiene un ojo completamente perdido, que mira en cualquier dirección, nunca en la correcta— al que nunca se le ha dado muy bien la gente, y por eso bebe más de la cuenta. En realidad, bebe más de la cuenta para soportar la tristeza. Y la tristeza es consecuencia, en su caso, de saber que las cosas no van a cambiar. Porque él tampoco piensa hacerlo. Algo parecido ocurre en 'Nebraska', sólo que allí ese algo que no va a cambiar está, siempre, intentando 'rebelarse'.

La literatura subterráneamente efervescente de Goran Petrovic, el más genial, y divertido, el más enternecedoramente humano y rompedor —lo suyo es puro posmodernismo encantado— de los escritores serbios, podría considerarse estoica. Pero su estoicismo se acerca más a la resistencia romántica de cualquier película del director finlandés Aki Kaurismäki —no se pierdan 'Fallen Leaves'— que a la rabia más o menos infantil de Payne. En parte, porque su estoicismo tiene una salida, y es siempre una que tiene que ver con el arte. En 'La Mano de la Buena Fortuna' (Sexto Piso), el protagonista, un corrector literario pobrísimo —tan pobre que parece un personaje pobre de Dostoievski—, se muda, literalmente, al libro que está corrigiendo.

En realidad, lo que ocurre es que el libro que está corrigiendo es un libro muy especial. Lo ha escrito un personaje maldito, alguien llamado Anastas Branica, y no hay demasiadas copias del mismo circulando por el mundo. Lo que tiene de curioso el libro es que reúne lectores. Es decir, tú, como lector, vas a encontrarte con cualquiera que esté leyendo el mismo pasaje que tú en ese momento. Y te encontrarás con él 'dentro' del libro. Un libro que, descubriremos, fue creado precisamente para eso. Para que un par de amantes tuviesen donde verse, y que pervive como ejemplo de aquello de peligroso, y hondo, de lo aventuresco y feroz que tiene la lectura. Sí, puede que fuera del libro las cosas no cambien, ni piensen hacerlo, pero dentro es lo único que hacen.

Petrovic murió hace tan sólo dos semanas. Su repentina muerte —tenía 63 años— coincidió con la llegada a librerías de su última novela, 'Papel con marca de agua' (Sexto Piso), novela en la que el mundo al completo debe plegarse a los deseos de una excéntrica e impredecible reina que, decidida a escribirle una carta de amor a su amante, ha puesto en marcha una expedición en busca del más refinado, del mejor papel de Europa. La acompañan los diez poetas más famosos del reino, un centenar de soldados y una surtida colección de sirvientes que, a su manera, escaparán a su destino gracias al desvío que provoca la fantasía de la propia reina. Porque en una novela de Petrovic, los callejones sin salida esconden siempre una puerta invisible por la que escapar de lo insoportable.

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