Opinión | Quemar después de leer

Laura Fernández

Laura Fernández

Escritora y periodista

Un trabajo por 20.000 leguas de viaje submarino

El videojuego 'Dave the Diver', algo así como la sensación oculta del momento, evidencia de qué forma cualquier atisbo de ficción de aventuras ha perdido toda épica en favor de una literalidad y una hiperproductividad extremas

Un trabajo por 20.000 leguas de viaje submarino, por Laura Fernández

Un trabajo por 20.000 leguas de viaje submarino, por Laura Fernández / Sara Martínez

El protagonista de 'Dave the Diver', es decir, Dave, el submarinista, es un amante de las profundidades oceánicas de día, y un atareado chef de restaurante de noche. Lo que sirve en su restaurante es sushi. Dave pesca de día, y sirve a una colección cada vez mayor de clientes de noche. No está solo. Trabaja con alguien llamado Bancho. Otro chef. El lugar en el que viven se llama Blue Hole. Y se llama así porque Jukio Kallio, el creador del videojuego en cuestión —todo un 'blockbuster', algo así como la sensación oculta del momento—, un compositor finlandés, el compositor, de hecho, de la banda sonora del popular 'Fall Guys', es fanático del manga 'Blue Hole'. Parte del componente fantástico de 'Dave the Diver' está, también, claramente inspirado en él.

'Blue Hole' no tiene demasiado que ver con el aparentemente realista videojuego de Kallio. El videojuego de Kallio se centra, sobre todo, en la gestión del restaurante, aunque también haya un componente de exploración del fondo marino. Es decir, en 'Dave the Diver' lo que importa no es tanto aquello que encuentras bajo el mar como la cantidad de sushi que sirves cada noche. Después de todo, tienes que mantenerte a flote. Mientras que el argumento de 'Blue Hole' tiene que ver con nada menos que con dinosaurios. Porque lo que hay en las profundidades es una especie de túnel del tiempo —y el espacio— que puede llevarte a, sí, el Jurásico, como ocurría en la famosa nouvelle de Ray Bradbury, 'El ruido de un trueno', en la que inventaba una agencia de viajes que podía hacer lo mismo.

Joseph Conrad

DeBolsillo acaba de reunir en un volumen 15 cuentos de Joseph Conrad. Joseph Conrad fue un escritor polaco —de hecho, su nombre en realidad fue Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski, pero se lo acortó cuando se convirtió oficialmente en ciudadano británico— que pasó mucho tiempo en alta mar y, cuando se instaló en tierra firme, escribió, en palabras de Virginia Woolf, "lentos y majestuosos" clásicos ambientados en el mar, en un envidiable, y a la vez, personalísimo inglés, que, por momentos, parecía, como dejó dicho V. S. Naipul, "impenetrable". Fue ese denso, y fantasmal idioma, el que formó a Joan Didion, la escritora, y sabia y feroz periodista, que, en sus novelas, disecciona el mundo desde algún tipo de otro mundo, como lo hacía el propio Conrad.

La vida del escritor fue francamente dura. Echándole un vistazo a su biografía —echándole un vistazo a 'The Dawn Watch: Joseph Conrad in a Global World', de la historiadora Maya Jasanoff— una se pregunta cuándo demonios tuvo Conrad tiempo de escribir, y asume que la escritura fue lo único que lo mantuvo a flote. Quedó huérfano de padre y madre a los 12 años en una Polonia bajo el dominio del Imperio ruso; se inició como marinero en Francia al poco, y, para cuando formó una familia a los 36, ya había llegado a capitán en la marina británica. Hubo tantas vidas dentro de su vida que él mismo decía que la veía "como una serie de episodios cortos", y que era inevitable que lo cotidiano, en su caso, se volviese una profunda y sentida aventura épica en la página.

Jules Verne

Nada parecido puede decirse del amante de la aventura, también marina, pero no únicamente marina, por anatonomasia: Jules Verne. Aunque su modélica y ambiciosa —temáticamente hablando: pensemos que Verne no tendía a salir de su estudio, y que fue allí donde compuso el mundo que imaginaba, que luego se volvió, con el tiempo, real— '20.000 leguas de viaje submarino', la historia del oscuro capitán Nemo y su enciclopédico viaje submarino, sirve de ejemplo contrapuesto a la forma en que las historias encierran el presente de cada momento. El capitán Nemo era, como Conrad, polaco, y su historia es la de, precisamente, alguien a quien la invasión del Imperio ruso —que ha masacrado a su familia— ha dejado en la cuneta.

Cuando 'Dave the Diver' no era más que un proyecto, National Geographic trató de sumarse a él, porque entendía que era una forma de aproximar el fondo marino, y su importancia, al jugador. Un jugador que se sospechaba amplio, pero que superó todas las expectativas —en tan sólo diez días se vendieron un millón de ejemplares, y a día de hoy, se han vendido más de tres—. No lo hizo finalmente, pero la intención deja claro cómo se concibe hoy la ficción popular. Como algún tipo de herramienta poderosamente literal en la que la imaginación, en el caso del artefacto de Jukio Kallio, queda supeditada a aquello que te vuelva más productivo en un empleo que tú mismo te has buscado, y que convierte cualquier posibilidad de aventura en trabajo.

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