Entrevista

Béla Tarr: "El público es muy listo y hay que tratarlo como a un adulto"

El reputado director húngaro realiza estos días en Barcelona charlas y clases magistrales en Filmoteca, Zumzeig, ECIB y la residencia de guiones de la academia del cine catalán

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Béla Tarr durante la presentación del ciclo dedicado a su filmografía en la Filmoteca

Béla Tarr durante la presentación del ciclo dedicado a su filmografía en la Filmoteca / FERRAN NADEU

Quim Casas

Quim Casas

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Béla Tarr (Pécs, Hungría, 1955), es uno de los directores europeos más relevantes de las últimas décadas, un cineasta del espacio y del tiempo, y del cine político ejercido sin las servidumbres del cine político abocado al panfleto, que ha diagramado como pocos la convulsa Europa en la que vivimos. Su obra es honesta y no engaña a nadie: metrajes generosos, monólogos, las escenas más largas, el ‘slow cinema’ que ha influenciado entre otros a Gus van Sant, Tsai Ming-liang y Apichatpong Weerasethakul. 

Tarr está estos días en Barcelona, donde este martes a las 20 horas presenta en la sala de la Filmoteca de Catalunya la primera de las proyecciones que conforman el ciclo dedicado al cineasta, la influyente ‘Armonias de Werkmeister’ (2001), el filme que motivó en Van Sant la realización de ‘Gerry’. Tarr presentará también en la misma sala ‘El caballo de Turín’ (jueves 11, 19.30), el filme de 2011 con el que se despidió de la realización de largometrajes, y en el cine Zumzeig otras dos sesiones, las correspondientes a ‘Nido familiar’ y ‘La condena, los días 10 y 13 de enero, ambas sesiones a las 19.00 horas. La ‘gira’ del director húngaro por Barcelona, coordinada por Manel Raga, alumno suyo en la Film Factory de Sarajevo, contará también con dos clases magistrales en la escuela ECIB y un encuentro con los guionistas en la Residència de Guions de l’Acadèmia del Cinema Català. En la plataforma Filmin están disponibles siete películas del director.

¿Cineasta minoritario? Sin duda, pero capital para entender en que direcciones se ha planteado el cine moderno. “Empecé a los 22 años, con una sensibilidad muy especial, enfadado con el mundo, esta fue mi motivación”, nos explica Tarr. “Las respuestas que encuentras cuando realizas un filme ya no sirven para el siguiente, y así vas evolucionando”. Para alguien que define una película como el tratamiento del espacio y del tiempo antes que contar una historia, la duración carece de importancia. 

 Hoy podemos estar habituados a películas muy largas, que se exhiben mayoritariamente en festivales y plataformas, pero en 1994, cuando rodó ‘Sátántangó’, de más de siete horas, resultaba todo un desafío: “No pienso nunca en la duración de los filmes que hago. Solo rodamos, el público es muy listo y hay que tratarlo como a un adulto. Es una cuestión moral”. ‘Sátántangó’, una de sus obras más influyentes, está de celebración. El director recuerda que “pronto será el 30 aniversario de su estreno en el festival de Berlín, donde fue un gran acontecimiento. La gente necesita lenguajes diferentes. Evidentemente, corría un riesgo, podría ser que nadie quisiera haberla visto”.

Un director influyente

A Tarr no le molesta que se hable de la influencia que ha tenido en otros directores, todo lo contrario. “Van Sant, Weerasethakul, directores de sociedades, culturas y religiones distintas… pero hay una conexión en el lenguaje que empleamos y acabamos creando amistades. También con el director islandés de ‘Lamb’, Valdimar Jóhansson, o con el cineasta chino Hu Bo, el de ‘An elephant sitting still’, que fue alumno mío. Ellos transforman con su visión aspectos de mis películas, los trasladan a su mundo”.

En similar línea habla de la última hornada de directores húngaros. László Nemes, el director de ‘El hijo de Saúl’, fue su ayudante en ‘El hombre de Londres’. Le pregunto qué le parece su cine: “Fue mi asistente. Es mi amigo. Simplemente puedo decir que es mi amigo”. Lo mismo con Kornel Mundruczó, el autor de ‘Jupiter moon’, filme premiado en Sitges en 2017: “He trabajado con él como productor –en el filme ‘Johanna’, de 2005–, tiene muchísimo talento”. Tarr no rehúye la respuesta. Simplemente es claro: si ha trabajado con ellos es porque le parecen que son muy buenos.

 En sus últimos cortos y episodios de filmes colectivos ha retratado las contradicciones de la nueva Europa. El plano larguísimo que sigue a un grupo de personas en la cola de un local de comida gratuita, su contribución a ‘Visions of Europe’ (2004), es la forma de expresar “la mochila que llevamos desde nuestra entrada en la Unión Europea”. “Yo no emito juicios”, prosigue el cineasta. “No soy quién para decir quién es el responsable. El mundo lo hemos hecho así. Los problemas sociales o climáticos que tenemos son a causa de la civilización que hemos creado”.

“Las historias son siempre las mismas, historias antiguas que se repiten. Lo que importa es como las explicamos”, concluye el lúcido director de ‘El caballo de Turín’, una intensa reflexión sobre el fin de nuestra civilización.