Crítica
Gipsy Kings, ha nacido una tradición en el Palau de la Música
El grupo comandado por André Reyes arrasó con sus bombas rumberas en el Festival Mil·lenni
Jordi Bianciotto
Periodista
Mientras aquí todavía discutimos sobre qué es y qué no es la rumba catalana, algunos kilómetros al norte, los Gipsy Kings siguen llevándose por delante los escenarios de medio mundo. Sin exagerar: tras su paso por el Palau de la Música Catalana, este miércoles (entradas agotadas), sus próximos conciertos son en Estambul, Dubai (fin de año en el hotelazo ‘siete estrellas’ Burj Al Arab), y de ahí a Lima, Guatemala, San Salvador… Etcétera. Ases indiscutibles del sector, han sabido hacer suyos como nadie los atributos del género, o los que el gran público ha interiorizado y espera, y lo demuestran en recitales arrolladores como el que acogió el Festival Mil·lenni.
Nos visitó la formación conocida como Gipsy Kings by André Reyes. Hay otra en torno al hermano mayor, Nicolás. Ambos músicos, originarios de Montpellier, forman parte de un árbol genealógico con raíces en los exiliados de la República, en una de cuyas ramas figura el mismísimo Manitas de Plata. Y, bien, en el Palau, estos ‘reyes gitanos’ impactaron de saque con su frondosidad: teclas, doble de percusiones, bajo eléctrico y seis guitarras en ristre, sacudiendo la sala con ‘A tu vera’ y ‘Djobi djoba’.
Rumba a su manera
En el centro, André Reyes, ejerciendo de factótum y turnándose las labores vocales con otros guitarristas (sobrinos, algunos de ellos). Si la esencia de la rumba catalana es una guitarra y unas palmas, como decía Peret Reyes hace unos meses a este diario, está claro que los Gipsy Kings son otra cosa. Está la huella, el roce, del palo familiar barcelonés, pero ellos lo enriquecen, o adornan, rellenando compases con el sintetizador o incorporando algún que otro pellizco de tumbao salsero (y de jazz), y el juego del ventilador (golpeando la caja) queda un poco diluido.
Pero arrasan. Concierto sin apenas pausas, ni solos aburridos, ni palabrería. Dominando el ‘tempo’ del espectáculo, tan solo modularon el tono con algún medio tiempo sentido (‘Tristessa’), camino de un despiporre ‘in crescendo’: ‘Pharaon’, ‘Bem bem Maria’ y un ‘My way’ que recordó que, en clave de rumba, todo, también la épica, resulta más dulce y relativo. Y tiempo de ‘Bamboleo’ (es decir, el ‘Caballo viejo’ de Simón Díaz) y ‘Volare’ (o sea, ‘Nel blu dipinto di blu’, de Domenico Modugno), canciones que desde los años 80 se asocia a los Gipsy Kings casi como si fueran suyas.
Todo el concierto vino a ser como un largo y galopante bis, dada la intensidad. El director del Mil·lenni, Martín Pérez, saltó a anunciar que el concierto navideño de los Gipsy Kings se convertirá en un rito anual. “¡Dentro de un año, a la misma hora, en el mismo sitio!”, propuso. “¡Y la misma gente!”, replicó una voz del público. Y debe de ser así como se crean las tradiciones.
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