Crítica de 'Las dos caras de la justicia': La reparación del miedo

Al poco de comenzar el filme, el personaje encarnado por Denis Podalydès asegura que la justicia restaurativa es un deporte de combate. A partir de este momento, el relato muestra dos historias en paralelo relacionadas con las complejidades de esta justicia reparadora que enfrenta, con fines positivos, a las víctimas con quienes les hicieron daño directa o indirectamente. 

Una se centra en las reuniones que realizan tres personas que sufrieron robos con violencia con tres reclusos que ejercieron esta violencia, no necesariamente en ellos. La otra historia, más compleja, atañe al reencuentro entre una joven (una excelente Adèle Exarchopoulos) y su hermanastro, que durante años abusó sexualmente de ella. Es, por supuesto, una película sobre el diálogo asentada en el diálogo, en las conversaciones entre víctimas y delincuentes en el primer caso, y no fijada en la palabra sino en la expresión corporal de duda, miedo e incerteza, en el segundo. 

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Podríamos decir que una parte es más de tesis, con choque inicial entre quienes fueron agredidos y quienes agredieron, una rabia tensa que se disipa poco a poco, reunión a reunión, mientras que la segunda resulta más práctica en su economía de gestos y dudas. La historia de la joven y el hermanastro está muy bien resuelta. El filme aboga por la justicia restaurativa, pero expone con claridad las dificultades que tiene el doloroso proceso.