Crónica de concierto

Rufus Wainwright, una ensoñación sinfónica en el Royal Albert Hall

El artista canadiense deslumbró en Londres con la frondosa interpretación, en compañía de la cincuentena de músicos de la BBC Concert Orchestra, de los discos ‘Want one’ y ‘Want two’, de los que celebra el 20º aniversario. Posiblemente las mejores canciones de su carrera

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Rufus Wainwright, en el Royal Albert Hall de Londres, con la BBC Concert Orchestra, el 5 de septiembre de 2023

Rufus Wainwright, en el Royal Albert Hall de Londres, con la BBC Concert Orchestra, el 5 de septiembre de 2023 / Mònica Serra

Julián García

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Aun actuando en solitario, sea al piano o con la guitarra acústica, Rufus Wainwright siempre es un artista de vocación majestuosa: las melodías refinadas, la voz cremosa, el carisma irresistible y la naturalidad cien por cien cabaretera, virtudes solo al alcance de los que han sido tocados por las musas. A finales de septiembre se cumplen 20 años de la publicación de su tercer trabajo, ‘Want one’, seguramente la mejor y más recordada colección de canciones de su carrera, y para echar la vista atrás el trovador canadiense se ha embarcado en una minigira de cuatro conciertos por EEUU y Reino Unido en los que interpreta en formato sinfónico no solo el disco en su integridad, sino también su imprescindible secuela, ‘Want two’, publicada en 2004 pero concebida en su origen como parte de una obra unitaria. Una gira, en fin, en la que el término majestuoso se queda corto. Un Rufus Wainwright en formato IMAX y 70 mm, infinitamente más grande que la vida: la suya y las nuestras. Un deslumbrante Nolan del pop barroco.

Quizá porque el artista ha cumplido los 50 y ha hallado la estabilidad vital en la madurez, o porque lleva tiempo derivando su antiguo genio pop hacia la ópera y el musical, esta evocación de aquellos oscuros años en que empezaba a salir de su adicción a la metanfetamina y el alcohol no tiene a un Wainwright solo en el escenario, ni siquiera acompañado de una banda: el artista pone su voz y su genio escénico al servicio de la cincuentena de músicos de la BBC Concert Orchestra, con la que la noche del martes sublimó hasta la extenuación en el Royal Albert Hall de Londres los de ya de por sí frondosos arreglos de aquellos dos discos producidos con esmero por Marius de Vries (‘Moulin Rouge’).

Elegantes arreglos de orquesta

Wainwright ha trabajado a menudo con orquestas a lo largo de su carrera, pero nada comparable a la imtimidante presencia en escena de la formación melódica de la BBC, dirigidos por Sarah Hicks y apoyados en la batería por Matt Johnson, viejo socio de Jeff Buckley. Una especie de Shangri-La del pop, una ensoñación procedente de una realidad paralela en la que los elegantes arreglos de Sally Herbert (Florence + The Machine) y Max Moston (Anohni and the Johnsons) enriquecieron las creaciones de Wainwright hasta decir basta. El músico interpretó al completo los dos discos en sendas actuaciones separadas por hora y media de pausa, con pequeños cambios solo en el orden de los temas. Y no es fácil describir la magia de esta cuidada reinvención sinfónica sin recurrir a la cuestión meramente física: no resultó fácil para los fans de Rufus con la lágrima fácil, pues solo en el arranque estaban encadenados hitos como ‘Oh what a world’, ‘I don’t what it is’, ‘Vicious world’ y ‘Movies of myself’. Un Rufus esplendoroso, capaz no solo de sobrevivir al peso de los metales, las cuerdas y los vientos, sino de deslizarse sobre ellos como quien camina sobre las aguas. Sí, seguramente Wainwright ha perdido aquella vieja inspiración creativa, pero también canta mejor que nunca, como demostró en su apabullante interpretación, sin flaqueo alguno, de la inflamada ‘Go or go ahead’ o de la siempre apoteósica ‘Beautiful child’.

Repescas agradecidas

Solo hubo dos temas en toda la velada en las que Rufus cantó sin compañía de la orquesta, ‘Pretty things’ y’, por supuesto’, ‘The art teacher’, piezas de cámara en las que cualquier otro arreglo que el piano habría sido un estorbo. El doble concierto sirvió, entre otras cosas, para disfrutar de temas poco frecuentes en los directos del artista, como el arranque del disco ‘Want two’, la telúrica oración ‘Agnus dei’ o joyas de ese mismo trabajo como ‘Peach trees’, ‘Memphis skyline’ o ‘Waiting for a dream’.  

Probablemente por la complejidad del tinglado o porque la BBC retransmitía los conciertos en directo, no fue una noche en la que Wainwright se explayara demasiado con sus habituales comentarios jocosos. Aun así, desplegó su habitual gracia natural y transmitió una asombrosa sensación de aplomo (más allá de los problemas con algunas letras olvidadas) y dominio de la escena, en la enésima evidencia de su talento único como ‘entertainer’ en cualquier circunstancia. Para el cierre del segundo concierto, hizo subir a escena a Jake Shears, cantante de Scissor Sisters, para sustituir a Anohni en la interpretación, claramente histriónica y liberadora, del himno barbitúrico ‘Old whore’s diet’. Y de propina, como ya había hecho al final del pase de ‘Want one’, la única presencia de un tema de otro disco, el muy aplaudido ‘Going to a town’, de ‘Release the stars’ (2007), cuya exquisita versión orquestal fue el mejor cierre posible de una noche seguramente irrepetible, síntesis definitiva de sus artes

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