Crítica de música

Rufus Wainwright, tocado por las musas del Palau

El músico canadiense ofreció una sesión de altos vuelos, arropado por tres músicos, en la que recorrió el cancionero pop de ‘Unfollow the rules’

rufus

rufus / Laura Guerrero

Jordi Bianciotto

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Rufus Wainwright, trovador de canto tocado por las musas, pianista de arpegios con doble fondo y ‘showman’ listo para el cabaret. Sigue asombrando su don artístico integral y la gracia con que lo maneja en conciertos como el de este viernes en el Palau, su debut en la sala modernista (acogido por el festival Guitar BCN), donde vino a presentarnos ese ‘Unfollow the rules’ que, dos años atrás, representó su regreso a la gramática pop.

El mismo día que anunciaba la escenificación de su segunda ópera, ‘Hadrian’, en el Festival de Peralada, reanimaba Wainwright su alma de cancionista exquisito, recorriendo casi íntegramente esa última obra, con 11 de sus 12 piezas. En contraste con sus recitales en solitario de pandemia, lo hizo arropado por una banda, aunque no se trató del formato completo, sino de un pulcro trío semiacústico: guitarra, contrabajo y teclados.

Revisionismo con fondo

El material de ‘Unfollow the rules’ tiene algo de ejercicio de estilo autorreferencial: el compositor, revisando la estética musical que le valió el reconocimiento en otro tiempo. Pero temas como el titular, ‘Only the people that love’ o ‘Peaceful afternoon’ se abrieron paso sin salir malparados de las comparaciones, y el espectro fue amplio entre la pincelada costumbrista de ‘You ain’t big’ (intento de “canción country” a propósito del etnocentrismo estadounidense) y las profundidades de ‘Alone time’.

Repertorio más abierto que de costumbre, donde ciertos clásicos selectos (un embelesado ‘The art teacher’, la brumosa ‘Poses’) cohabitaron con una sensible cita a ‘Hadrian’ (‘He loved’) y versiones inesperadas: ‘Harvest’, de su paisano canadiense Neil Young, y un bíblico ‘A hard rain’s a-gonna fall’, de Bob Dylan, que cayó con fuerza, dedicado a Ucrania y a la ciudadanía que allí resiste. Y aun otra disfrutable carta tangencial, ‘Argentina’, estrenada en su reciente álbum en vivo con la Amsterdam Sinfonietta.

Pero ‘Unfollow the rules’ se mostró sólido como centro de gravedad de la sesión, y para el bis, Wainwright se reservó uno de sus deliciosos números de transformismo: labios pintados, peluca y vestidito de ‘Annie’ para revivir un par de canciones del célebre musical de Broadway, que, según dijo, fue fuente de motivación artística en su infancia. Aun con los mofletes maquillados de rojo, se sentó al piano para coronar la noche con ‘Going to a town’, en una imagen de síntesis definitiva de sus artes.

Nota editorial: EL PERIÓDICO no ilustra esta crítica con una fotografía de la actuación de Rufus Wainwright en el Palau de la Música porque consideró inaceptables las condiciones impuestas por el artista a los reporteros gráficos.