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Paloma Picasso junto al 'Guernika' en el Museo Reina Sofía.

Paloma Picasso junto al 'Guernika' en el Museo Reina Sofía. / EPC

Enric Bonet

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Claude Picasso, el penúltimo hijo en vida del genio cubista Pablo Picasso, falleció el jueves pasado a los 76 años. Dos meses antes de su muerte, ya había pasado el testigo a su hermana Paloma Picasso, de 74 años, al frente de la Picasso Administration (PA). Creada en 1995, esta empresa, con sede en París, se encargó de gestionar la cuantiosísima herencia que dejó el artista de Málaga al morir en 1974. Claude llevó durante casi tres décadas las riendas de esa fundación y fue un hombre clave en convertir el legado artístico de su padre en una frenética impresora de billetes.

Cuando Pablo Picasso murió el 8 de abril de 1973, dejó un legado tan abundante como compleja era su situación familiar. El artista cubista y surrealista no solo era un hombre mujeriego, sino también un amante “tiránico, supersticioso y egoísta”, según denunció en su libro 'Vivre avec Picasso' la pintora francesa Françoise Gilot, madre de dos de sus cuatro hijos: Claude y Paloma. Al fallecer, Picasso dejó un puzle familiar lleno de resentimientos. Y eso quedó reflejado en el serial judicial que duró varios años sobre la repartición de su herencia. Paloma heredó la vertiente artística de su padre y una de sus facetas más conocidas son sus populares diseños de joyas para Tiffany. Asidua al neoyorquino Sudio 54, íntima de Karl Lagerfeld e Yves Saint Laurent y también musa de Andy Warhol, fue toda una 'socialité' en la década de los 70.

Picasso con sus hijos Claude y Paloma. 

Picasso con sus hijos Claude y Paloma.  / DAVID DOUGLAS DUNCAN

La difícil gestión de la herencia

Pocos artistas dejaron un patrimonio tan importante como Picasso. No solo fue un genio, sino también uno de los pintores y escultores más prolíficos de su época. Cuando pereció, dejó una herencia de 1.885 lienzos, 1.228 esculturas, 7.089 dibujos, 30.000 grabados y 3.222 figuras de cerámica, además de varias mansiones en la Costa Azul y otras regiones francesas. La prensa de entonces la valoraba en 1.154 millones de francos (unos 100 millones de euros). El principal beneficiado fue el Estado francés, gracias a una ley de 1968 del ministro y escritor André Malraux que estipulaba que las familias de artistas debían pagar su impuesto de sucesiones con obras de arte. Pero también se llevaron una buena parte de ella las mujeres e hijos de Picasso.

Tras pelearse con la legislación de entonces para que lo reconocieran como descendiente legítimo al ser un hijo extramatrimonial, Claude Picasso participó en la realización del inventario de la monumental obra de su padre. “Tendríamos que alquilar el Empire State para guardar todas sus obras”, aseguraba entonces este fotoperiodista que pasó buena parte de su juventud en Nueva York. Un tribunal francés lo reconoció en 1989 como el administrador de la obra y patrimonio de su progenitor. Desde 1995, llevó a cabo esta tarea a través de la PA, el único organismo que puede dar certificados de autenticidad de las obras del pintor surrealista y que posee sus derechos de autor hasta 2043.

Paloma Picasso junto a Yves Saint Laurent y Catherine Deneuve.

Paloma Picasso junto a Yves Saint Laurent y Catherine Deneuve. / EPC

Inagotables fuentes de ingresos

Sin el talento ni la presencia en el mundo del arte de su hermana Paloma, Claude tuvo un rol clave en la gestión de la herencia de su padre, así como la irrupción de la marca Picasso como una máquina de hacer dinero. A principios de los años 2000, ese patrimonio ya se valoraba “en unos 10.000 millones de euros”, aseguraba Olivier Widmaier Picasso, hijo de Maya (fallecida a finales de 2022) y nieto del pintor. Los últimos cuadros del artista malagueño subastados en Christie’s valieron cantidades superiores a los 100 millones de dólares.

La PA no solo se dedica a la comercialización y divulgación de sus obras, sino también a otorgar certificados de autenticidad y defender los derechos del autor. Cada vez que un cuadro de Picasso aparece en un libro o el nombre del artista es utilizado con fines comerciales, recibe una remuneración. 

Picasso, la marca

También lucha contra las miles de empresas que utilizan sus obras sin su consentimiento. Además, recibe una parte de los ingresos del Museo Picasso de París, a pesar de tratarse de un centro público. Sus fuentes de ingresos son inagotables. Las mareantes cifras en las que se mueve esta fundación alimentaron críticas en el mundo del arte, aunque muchos coleccionistas también destacaron el buen hacer de Claude Picasso a la hora de certificar la autenticidad de las obras. 

Una de las decisiones más polémicas de la PA fue el acuerdo de colaboración con Citroën para bautizar durante 20 años una gama de sus coches con el nombre del artista. Solo en 2007, esa colaboración le sirvió a la fundación familiar para ingresar unos 3 millones de euros. Cuando se anunció, el entonces director del Museo Picasso de París, Jean Clair, criticó la conversión de “una obra única en un bien comercial”. Y pronosticó que “en el tercer milenio a los coches los llamaremos Picasso de la misma forma que las poubelle (basura) se llaman así por el prefecto Poubelle”. No ha hecho falta esperar tanto tiempo para constatar que Picasso ya no es solo un artista, sino también una marca.

Paloma Picasso el día de su boda con el doctor Eric Thevennet en 2001. 

Paloma Picasso el día de su boda con el doctor Eric Thevennet en 2001.  / Paul Hackett

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