Crítica de 'Memoryland' de Kim Quy Bui: de la muerte y sus rituales

Una joven viuda lleva las cenizas de su marido, un trabajador de la construcción, al pueblo de sus ancestros, lleno de fantasmas. Un hombre visita la tierra de los muertos para recuperar sus documentos de identidad, que conserva su difunta esposa. Una pareja de ancianos que no quieren pasar por el crematorio se encargan de organizar su propio entierro en vida. El segundo largometraje de Kim Quy Bui usa esa serie de historias entrelazadas para explorar diferentes actitudes frente a la muerte en Vietnam. Dividida en tres capítulos, inspirada en la experiencia de la propia directora respecto al fallecimiento de su padre, la película usa los ritos funerarios en el país como vehículo narrativo a bordo del que adentrarse en un mundo de rápida urbanización en el que las costumbres y tradiciones desaparecen.

‘Memoryland’ es una película filtrada por lo sobrenatural y lo alegórico, más interesada en crear una atmósfera que en la claridad narrativa, y cuya proclividad al simbolismo por momentos la hace francamente impenetrable. Su gran baza está en su habilidad a la hora de usar sus imágenes -a menudo de entornos desolados, pueblos vacíos, edificios en ruinas, espacios de construcción- y el contraste los espacios vacíos del campo y la bulliciosa actividad de la ciudad para capturar un mundo dividido entre la necesidad de lidiar con el dolor y el trauma y las dinámicas impuestas por las realidades tecnológicas y financieras.