Lectores jóvenes

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Viñeta de 'Ombres de colors', de Oriol Malet.

Viñeta de 'Ombres de colors', de Oriol Malet. / ORIOL MALET

Anna Abella

Anna Abella

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Cuando estudiaba 3º de BUP, el hoy ilustrador y dibujante Oriol Malet se pasaba más horas en los pasadizos del instituto que dentro de las aulas. Cuando estaba en ellas, los profesores siempre le pillaban dibujando caricaturas de ellos- y, en consecuencia, le echaban de clase. Y acabó dejando los estudios. Ese elemento autobiográfico le motivó para aceptar el encargo de la Fundació Bofill para crear un cómic que visibilizara y desestigmatizara la realidad del abandono escolar prematuro.

El resultado es ‘Ombres de colors’ (Comanegra), un volumen breve y con pocas palabras, dirigido especialmente al público juvenil, víctimas y potenciales afectados por un problema que en Catalunya alcanza muy elevadas cotas, según estudios de la fundación: en 2022, más de 97.000 jóvenes de entre 18 y 24 años habían dejado los estudios sin tener más titulación que la ESO. Cifra que significa el 16,9% de los chavales catalanes, muy por encima del 13% que registra el resto de España o el 6% de Europa.  

"Yo era un mal estudiante. Me siento identificado", explica Malet, de 48 años, que en aquellas horas adolescentes en los pasillos pensaba en cómo sería si un día se quedara allí de noche y no volviera a casa y se dejara "envolver por unas sombras de una dimensión desconocida al más puro estilo ‘The Twiglight Zone’, soñando despierto y fabulando e imaginando historias fantásticas".

Páginas de 'Ombres de colors', de Oriol Malet.

Páginas de 'Ombres de colors', de Oriol Malet. / ORIOL MALET

En esos pasadizos empieza la historia de este su tercer cómic y el primero en solitario -tras los ensayísticos ‘Un mundo de art brut’ (Norma / Comanegra) y ‘Mandela y el general’ (Debolsillo / Comanegra)-. Es ficción, pero basada en diversos testimonios recabados por la Fundació Bofill, que dirige Ismael Palacín, y por el propio dibujante, que ha recorrido institutos catalanes para escuchar de primera mano a los jóvenes, pero también a profesores y orientadores.  

Páginas de 'Ombres de colors', de Oriol Malet.

Páginas de 'Ombres de colors', de Oriol Malet. / ORIOL MALET

De hecho, a sugerencia de los adolescentes con los que contactó, Malet creó a Cris, un protagonista que tanto puede ser chico como chica, que pasa de las sombras de los pasillos a un mundo en colores. "Al hablar con ellos, todos repetían ‘no nos escuchan’. Se sienten machacados, con mucho estrés y presión. Y muchos de los que se logran reenganchar a los estudios dicen que fue gracias a un profesor o profesora que les escuchó y les preguntó qué les pasaba. Hay que escucharles y tener empatía con ellos en vez de decir siempre que los jóvenes pasan de todo, que no tiene valores o son violentos. Porque tras algunos hay historias de ‘mobbing’, racismo o rechazo. Hay que ir más allá de darles la turra con el mensaje de ‘hay que estudiar’", señala el ilustrador, quien aunque dejó los estudios encaminó sus ilusiones hacia el dibujo. "A mí el arte me salvó la vida", recalca. En esa línea, el prólogo del cómic, de Triquell, finalista de ‘Eufòria’, un joven artista que tras abandonar las clases halló su camino en la música.  

Trabajo precario o paro

"Es un problema que tiene consecuencias gravísimas. Muchos jóvenes que dejan de estudiar acaban en mercados muy precarizados o en el paro, lo que puede llevar con el tiempo a ser usuarios de los servicios sociales y a problemas mentales. Es una marginación que se paga muy cara", advierte el director de la Fundació Bofill, que ha impulsado la iniciativa Zero Abandono, para radiografiar y concienciar del problema. 

Páginas de 'Ombres de colors', de Oriol Malet.

Páginas de 'Ombres de colors', de Oriol Malet. / ORIOL MALET

Palacín, que espera reunirse con la Conselleria de Educación, apunta también a las soluciones que se han aplicado en otros países: "Becas, orientación y acompañamiento para jóvenes desorientados, algo normal en la adolescencia, dar segundas y terceras oportunidades para la repesca…". 

"No puede ser que hoy nos parezca normal que un 17% de jóvenes catalanes deje los estudios”, añade, aunque la cifra haya mejorado respecto a los años 2000, cuando eran el 33% (uno de cada tres abandonaba), “en parte por el incremento de oferta de FP". Hay que "combatir los prejuicios sociales" y abrir el debate, insiste. "Es un reto colectivo".