Una figura pop de la cultura europea

Alcohólico, epiléptico y lisiado: la última teoría, por ahora, sobre Jack el Destripador

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Whitehall mistery

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Elena Hevia

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Jack el Destripador no fue, posiblemente, ni el más cruel ni el más dañino en la historia de los asesinos en serie, pero la silueta evanescente de su capa y su sombrero de copa, como se le ha representado habitualmente y sobre todo el misterio irresuelto de su identidad, sigue ahí alimentado 135 años más tarde su negra leyenda. Imperecedera. Los hechos, las cinco mujeres asesinadas que con seguridad se le pueden imputar y que suelen llamarse las ‘cinco canónicas’, se produjeron en 1888, en lo que fue, tristemente, una mina de oro para alimentar publicaciones como los ‘penny dreadful’ que fantaseaban o recogían crímenes escalofriantes y que muy pronto darían paso a los tabloides sensacionalistas. De ahí que desde el minuto uno, Jack se convirtiera en material para la elucubración y la fantasía. Un personaje pop de la cultura que ha acompañado a creadores desde el guionista de comics Alan Moore con ‘From Hell’ hasta el compositor Alban Berg y su ‘Lulú’.

Jack y su misterio han alimentado una industria de novelas, películas, series de televisión, obras de teatro, tours turísticos londinenses y hasta recreaciones kitsch en museos provocando que periódicamente distintas voces elaboren teorías más o menos fundamentadas sobre la identidad de aquel asesino en serie –aunque faltaría todavía medio siglo para que se acuñara el término- que actuaba en el barrio de Whitechapel, una de las zonas más depauperadas de la ciudad, donde buena parte de los niños moría antes de cumplir cinco años por problemas de salubridad y pobreza extrema. Es el terrible territorio urbano en el que se acuñó el adjetivo dickensiano.

Una viñeta de 'From Hell' del guionista Alan Moore y el dibujante Eddie Campbell.

Una viñeta de 'From Hell' del guionista Alan Moore y el dibujante Eddie Campbell. /

Dos de los cien

La última de estas teorías aparecerá en un libro este mes que en su edición original inglesa está firmada por Sarah Bax Horton, tataranieta de uno de los policías de Scotland Yard que investigó originalmente el caso, a partir del historial médico recientemente descubierto. Los datos apuntan a Hyam Hyams, un fabricante de cigarros epiléptico, alcohólico e impedido del brazo izquierdo, según recoge el diario británico ‘The Telegraph’, que acabó sus días en un centro psiquiátrico y cuyo internamiento coincide con el fin de los crímenes del célebre asesino. No es un dato excesivamente novedoso, Hyams ya se encontraba en la lista de los más de cien sospechosos, sí han leído bien, cien potenciales culpables que estudiosos y aficionados han barajado como posibles asesinos.

 Para concluir que Hyams es Jack, la investigadora ha comparado las características físicas distintivas que los testigos de la época dieron sobre el asesino y el informe del centro médico y las coincidencias no son pocas, además de que protagonizó sonados episodios de violencia machista. Y para refrendar la teoría, el libro cuenta también con la bendición de Paul Begg, una autoridad respetada en el tema.

Periódicamente surgen en los diarios británicos hipótesis más o menos bien fundamentadas sobre la identidad del destripador. La última, de 2014, apuntaba a un barbero polaco, Aaron Kosminski, que fue sospechoso entonces pero no fue llevado a juicio por falta de pruebas. Las anotaciones de uno de los investigadores que participaron en el caso le señalaron como culpable. Previamente había amenazado a su hermana con un cuchillo.

Gracias a un análisis comparativo de ADN de un chal manchado con sangre de una de las víctimas y del agresor -comprado en una subasta por el sargento de policía encargado del caso, que se lo regaló a su horrorizada esposa- sirvió para resolver la que sea quizá la historia criminal más famosa de la historia. Pero, no por mucho tiempo, porque diversos policías de la científica adujeron que el más de medio siglo transcurrido y las muchas manos por las que habría pasado la prenda habrían contaminado fatalmente la prueba y los resultados no eran fiables.

El nieto de la reina Victoria

Estas dos últimas investigaciones no detendrán futuras especulaciones, y a su vez son la cola de un largo historial de sospechas que han llegado a salpicar incluso a nombres ilustres. Una de las historias más peregrinas es producto de una teoría conspiranoica de Estado que implicaría al nieto de la Reina Victoria y bisabuelo del actual rey Carlos, el príncipe heredero Alberto Víctor, quien habría tenido un hijo ilegítimo con una dependienta que a su vez habría dejado al pequeño al cuidado de una de las ‘cinco canónicas’, enteradas del asunto y por ello eliminadas.

Sus muchas aventuras eróticas en los burdeles del East End, tanto masculinos como femeninos, y su muerte prematura, posiblemente de sífilis a los 28 años, hicieron de él el blanco fácil de unas especulaciones que llegaron incluso al cine en la película ‘Asesinato por decreto’. Es una historia emocionante pero no se sustenta en la menor evidencia.

'From Hell', la famosa carta de Jack el Destripador, que sirvió de inspiración a Alan Moore

¿Un cirujano?

 Una de las teorías más plausibles apunta a que la profesión habitual del destripador podría ser la de cirujano, por la precisión de los cortes realizados en las víctimas. Muchos médicos han sido señalados siguiendo ese supuesto pero quien, al parecer, podría tener más puntos es el doctor Thomas Neill Crem, el Envenenador de Lambeth, que fue ahorcado por el asesinato de varias mujeres.. El 'prestigio' maléfico de esos envenenamientos no le debió parecer suficiente al malhechor porque en el patíbulo quiso apostar más alto en su inculpación: “Yo soy Jack el…”, dijo antes de que la soga le impidiese acabar la frase. Sin embargo, es poco probable que se tratara de él porque cuando sucedieron los hechos, cumplía condena en la cárcel.  

En 1996, Richard Wallace estableció una de las teorías más locas. Según él, Lewis Carroll, amante de los anagramas, habría dejado mensajes secretos inculpatorios en sus obras 'Alicia en el país de las maravillas’ y ‘Silvia y Bruno’. Uno de esos mensajes era: “¡Si encuentra una puta callejera, ya sabes lo que le pasará! ¡Le cortarán la cabeza!", pero los especialistas descubrieron que el autor había omitido o cambiado letras para obtener chapuceramente ese resultado y hoy el libro de Wallace es objeto de burla.

El pintor más inquietante

Unos años después en el 2001 la novelista Patricia Cornwell llegó a gastarse seis millones de dólares de su bolsillo para demostrar que el asesino era Walter Sickert, un prestigioso pintor impresionista, sin que se llegara a un resultado claro tras haber comparado el ADN a través de la saliva que se habría depositado en los sobres de las cartas del Destripador y del artista (antes había que lamerlas, recuerdan), que tiempo después se revelaron como falsas. Una exposición de Sickert en la Tate Gallery de Londres en el 2022 reavivó esa leyenda y junto a los catálogos de los hipnóticos y un punto sórdidos lienzos que mostraban mujeres desnudas en la cama (¿quizá muertas?) y figuras taciturnas que las contemplan, los visitantes se llevaban también libros sobre Jack. Al fin y al cabo, Sickert dedicó una cuadro a la supuesta habitación de Jack el Destripador.

'El asesinato de Camden Town', de Walter Richard Sickert.

'El asesinato de Camden Town', de Walter Richard Sickert. /

 ¿Y si Jack hubiera sido Jane? Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, a quien Scotland Yard invitó a que les ayudara en sus pesquisas dijo que una comadrona que hubiera asistido a un parto y se mostrara por la calle con manchas de sangre no despertaría sospechas. Mary Pearcey no es la única mujer objeto de recelo pero haber asesinado de forma sangrienta a la esposa y a la hija de su amante la señalan, sin que haya por medio la menor prueba de su implicación con las cinco.

¿Qué hay de las víctimas?

Esta última conjetura, la de un Jack con faldas, resulta particularmente ofensiva en estos tiempos de MeToo y de lucha contra la violencia machista en los que se ha querido devolver la dignidad a la víctimas que la prensa se apresuró a calificar de prostitutas –algunas no lo eran- por lo que subliminalmente debían ser castigadas. Es la tesis del ensayo ‘Las cinco mujeres’ de la historiadora Hallie Rubenhold. En el mismo año de la aparición del libro, 2020, un vecino tapó un mural en una pared medianera del West End que mostraba el rostro de Jack cubierto de sangre. Puso pintura blanca, y encima escribió el nombre de una de las cinco víctimas, Catherine Eddowes, que junto a Annie Chapman, Mary Kelly, Polly Nichols y Liz Stride, parecen estar reclamando desde el más allá la recuperación de su dignidad. Eso sería quizá hoy más importante que saber quién fue realmente Jack el Destripador.  

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