La caja de resonancia
Primavera Sound Madrid: un error de cálculo
La retirada del festival en la capital no significa que estalle por fin esa burbuja de la que se habla desde el lejano 2007, sino simplemente que cada ciudad es un mundo y que ni siquiera una marca de éxito puede dar nada por sentado
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Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
La burbuja de los festivales, esa construcción más ideológica que técnica, que forma parte de la conversación pública desde… ¿2007? Bueno, si 16 años después seguimos hablando de ella, a lo mejor es que no hay para tanto.
Ya en aquellos años de crisis se vaticinó la implosión de las citas ‘macro’, volvió luego a pronosticarse su ocaso a raíz de la pandemia (de la cual el mundo debía salir convertido en algo distinto), y resuenan ahora, de nuevo, los cantos funerarios a raíz del fiasco de Primavera Sound Madrid. Una retirada esta que tan solo nos recuerda que lo que triunfa en un lugar no tiene por qué funcionar en otro, y que, acudiendo a una impepinable dialéctica a lo Mariano Rajoy, Barcelona es Barcelona, y Madrid es Madrid.
Y al Fòrum puedes ir en metro, a pie incluso, mientras que la Ciudad del Rock de Arganda está a 40 kilómetros, en un paraje muy mal comunicado y cuyo fallido historial de servicios (Rock in Río Madrid) ya daba pistas. Ahí hay un motivo central del descalabro. El precio de las entradas, otra explicación manejada estos días, era el mismo que en Barcelona, donde el Primavera fue bien. Y el cartel era parejo al catalán. Sorprende, sí, esa renuncia a Madrid tan temprana, sin darle una segunda oportunidad, por parte de un festival que, en Barcelona, desde sus orígenes, siempre mostró perseverancia y mirada larga. Muy negro lo tuvieron que ver, ellos o sus socios del fondo de inversión The Yupaica Companies.
¿Hay demasiados macrofestivales? Lo que nos dice el revés de Primavera Sound Madrid es que no se puede dar nada por seguro, y que cada ciudad tiene sus claves de éxito, su personalidad y su imaginario. Es, también, un toque para un Primavera que, tras el pulso (un poco teatral) con Ada Colau para tratar de estabilizar el formato de doble fin de semana, ha visto como este año, con uno solo, y aun siendo un éxito, no ha llegado a agotar las localidades.
En clave barcelonesa, concluir que exportar una marca propia podía no ser tanto un indicador de debilidad como de poder (ese tembleque tan catalán), y que la ciudad, en términos de música en directo, se ha hecho a sí misma y es ejemplo de un ecosistema propio que ya forma parte de su identidad. Sin franquicias a lo Lollapalooza, el gigante de Chicago, que este fin de semana se ha celebrado en París y que abre sedes en medio mundo.
Primavera, Sónar, Cruïlla, Rock Fest…, son festivales que un día inventaron catalanes, cuyo ejemplo susurra un consejo a las ciudades del mundo: cread vuestro propio modo de hacer.
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