Crítica de clásica

Ovacionado el teatral Mozart de Pinnock

El director británico apostó por la extroversión en el ‘Requiem’, consiguiendo un gran éxito de público

El director británico Pinnock en el Auditori

El director británico Pinnock en el Auditori / May Zircus

Pablo Meléndez-Haddad

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El Festival Mozart de la OBC atrajo más público (y más joven) en su segundo programa que en el concierto inaugural de la semana pasada, teniendo como reclamo que se trataba de un monográfico dedicado a Wolfgang Amadeus Mozart y de que se contaba con dos obras tan populares como la ‘Sinfonía Nº. 40 en sol menor, Kv 550’ y del ‘Requiem en Re menor, Kv 626’. A ambas se les unió –con muy buen tino por parte de los programadores– el breve, pero hermoso motete ‘Ave Verum Corpus, Kv 618’, para voces, cuerdas y órgano. La interpretación estuvo a cargo de un sencillamente sublime Ensemble O Vos Omnes, un coro compenetrado y de voces empastadas, muy bien dirigido por Trevor Pinnock y matizado al máximo frase a frase, en una óptima reconstrucción de en esta joya de la historia de la música

Antes, el director invitado comenzó con un enfoque tradicional de la sinfonía, con un primer movimiento tenso en el que la cuerda no siempre entró con la pulcritud deseada para ir ganando enteros –en delicadeza y matices convincentes– ya en un ‘Andante’ concentrado y bien armado, y para convencer plenamente en la recta final, con espléndidas intervenciones de maderas y vientos en el ‘Menuetto’. La OBC posee solistas de lujo, y en esta ocasión lo volvió a demostrar con espléndidas intervenciones.

En la segunda parte del concierto el siempre bien recibido y muy programado en todo el mundo ‘Requiem’ mozartiano llamó la atención la generosidad de sonido propuesto por Pinnock; ya en el primer movimiento los ‘forte’ se multiplicaron brindando grandilocuencia e impactando en un público devoto; la extrovertida versión se confirmó con esos contrastes siempre acentuados y efectistas en, por ejemplo, el ‘Confutatis’, consiguiendo golpes casi teatrales. La orquesta y el coro respondieron con prontitud y eficacia, y ese ‘crescendo’ del ‘Lacrimosa’ o los claroscuros planteados encontraron en la masa coral un altavoz fantástico y entregado. El maestro Pinnock introdujo una pausa significativa al final de dicha sección, la última esbozada por Mozart antes de los añadidos de Süssmayr.

La popular obra contó con un poco uniforme cuarteto vocal en el cual destacó, sobre todo, la soprano Serena Sáenz en un momento vocal espléndido desde todo punto de vista, muy adecuada al estilo y a la obra, al igual que la mezzo Avery Amereau, de voz rica y aterciopelada. El tenor Jorge Navarro Colorado comenzó algo apurado en la zona extrema aguda para ir asentándose, mientras que el bajo Erik Rosenius resultó ser el menos convincente, con una voz con problemas de proyección y con un ‘vibrato’ sin acabar de solucionar.

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