Exposición

Alfons Mucha, algo más que un ilustrador de carteles 'art-nouveau'

Noventa piezas, entre litografías, oleos y del artista checo, favorito de Sarah Bernhard, se exhiben en el Palau Martorell

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Mucha

Mucha / Laura Guerrero

Elena Hevia

Elena Hevia

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Cuando los nazis entraron en Praga en 1939, uno de sus objetivos fue Alfons Mucha (pronúnciese 'Muja') que no solo era el ilustrador y artista más respetado y popular del país sino también un símbolo del nacionalismo de la joven república checoslavaca de apenas 21 años de existencia. Los nazis arrestaron durante unos días al gran cartelista del Art Nouveau de 78 años, un episodio del que no se repondría, y ese mismo año fallecería. La familia huyó de los nazis primero y años más tarde, del comunismo. Hoy Marcus Mucha, bisnieto del artista, se felicita de aquella huída porque si no él probablemente no existiría. Él es el responsable de la Fundación Mucha que controla todas las obras del artista y que, junto a la especialista japonesa, Tomoko Sato, ha venido a Barcelona para inaugurar la exposición sobre Alfons Mucha en el recientemente remozado Palau Martorell. 

La muestra reúne 80 piezas, en su mayor parte litografías a color, algún oleo, ocho fotografías y un audiovisual, que revelan a la perfección el estilo burgués y preciosista del autor que se ejemplifica en esas mujeres lánguidas e icónicas, nimbadas de flores que ilustraban sus carteles comerciales. Figuras que adornaron el París de la Belle Époque y regresaron con fuerza en los años 60 del siglo XX como objeto decorativo. Mucha, sin embargo, fue mucho más: un patriota que se opuso al imperio de los Habsburgo y un filósofo místico y francmasón que aspiraba a la unión de los pueblos eslavos. “Las ideas que subyacen en la obra del autor son poco conocidas”, ha dicho Sato, quien ha recordado que los años en los que trabajó en París y en los que estableció su fama fueron muy importantes para acuñar una estética basada en las consideraciones psicoanalíticas de Sigmund Freud, por entonces tan en boga. 

Mucha

Detalle de uno de una de las litografías que Alfons Mucha realizó para Sarah Bernhard. / LAURA GUERRERO

Si hay un momento significativo en la trayectoria de Mucha ese es el encuentro con Sarah Bernhard, la divina actriz que fue la reina indiscutible de la escena parisina en el cambio del siglo XIX al XX. En 1894, la intérprete estrenó ‘Gismonda’, con la que cosechó ciertas reticencias en taquilla de las que ella hizo responsable al ilustrador del cartel. El nuevo encargo recayó entonces en Mucha, el único artista que estaba disponible en fechas navideñas, un desconocido. Tras el reestreno, una Sarah emocionada se fundió en un abrazo con él, quien pasó a ser su cartelista y escenógrafo oficial y carismático. La exposición muestra los pósters de esa obra, así como los de ‘La dama de las camelias’, ‘Lorenzaccio’ y ‘La Samaritaine’. Ese éxito le propició varios encargos publicitarios de bicicletas, galletas, perfumes y papel de fumar. 

Al autor le pesó sobremanera su consideración como practicante de un estilo puramente comercial que acabó siendo barrido por las vanguardias, sin embargo su bisnieto tiene una idea distinta de esa valoración crítica: “Alfonse era un universalista utópico que no quería trabajar solo para los ricos y las élites. Deseaba que sus litografías estuvieran colgadas en las paredes de la gente de a pie, que su arte supusiera un beneficio para todos”. 

Un audiovisual cierra la exposición mostrando la que es obra magna del autor, ‘La epopeya eslava’, 20 lienzos gigantescos y por ello difícilmente trasladables, pintados entre 1912 y 1926, en los que representó la historia del pueblo eslavo. En 1928 Mucha donó la serie completa a la ciudad de Praga, pero desgraciadamente, las piezas siguen expuestas en la Moravia natal del pintor, porque un siglo después la construcción de un gran museo que recoja la obra de Mucha sigue sin concretarse en la capital checa.