Actriz y presentadora
Carmen Sevilla, de la fierecilla domada al 'Telecupón', por Quim Casas
La actriz y cantante intervino en éxitos como ‘Jalisco canta en Sevilla’ y protagonizó filmes singulares como ‘El techo de cristal’ y ‘No es bueno que el hombre esté solo’
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Hay muchas Carmen Sevilla (1930-2023), y por supuesto todas son la misma. Gustará más o menos lo que hizo, pero la sevillana fue bastante coherente siempre en tiempos de raquitismo cultural y en momentos de mayor esplendor. La recordaremos como la esposa de Augusto Algueró (su primer marido), en una de las bodas ‘pop’ más mediáticas de los 60, celebrada el 23 de febrero de 1961 en la basílica zaragozana del Pilar. También por sus anuncios y apariciones televisivas, con esos lapsus frente a la cámara que marcaron estilo, y que con tanta gracia supo rentabilizar, y esos comentarios sobre ‘sus ovejitas’ en los tiempos de presentadora del ‘Telecupón’. Un poco menos por su vis musical y esa presencia que la convirtió en algo así como una flamenca ye-yé. Y bastante más por su trayectoria cinematográfica, irregular, como la de todas las actrices y actores que trabajaron durante tantos años bajo el yugo franquista, pero repleta de momentos muy interesantes.
Dos personas fueron sumamente importantes en los inicios de su trayectoria artística, su padre Antonio García Padilla, compositor y letrista, colaborador de Manuel Quiroga, Miguel de Molina e Imperio Argentina; y Estrellita Castro, la estrella de la copla, que le dio la alternativa como cantante. Hay un tercer nombre, Jorge Negrete, el Charro cantor mexicano, con el que formó pareja en la coproducción ‘Jalisco canta en Sevilla’ (1949). El éxito de esta comedia musical con ambientación sevillana y canciones de Jalisco convirtió a Sevilla en una pequeña estrella cuando ni había cumplido los 20 años.
Era su segunda película y empezaron a sucederse los papeles como pareja de la estrella masculina de turno en comedias y filmes musicales de los 50. Lució casi siempre como vivaz joven gitana que encandilaba por su presencia, voz y desparpajo en ‘La guitarra de Gardel’, ‘Filigrana’ –con Concha Piquer–, ‘Cuentos de la Alhambra’, ‘La revoltosa’ y los filmes que hizo con el tenor español Luis Mariano: ‘El sueño de Andalucía’, ‘Violetas imperiales’ –nueva versión del filme mudo protagonizado por Raquel Meller– y ‘La bella de Cádiz’.
En esta época ya apareció en una de las coproducciones de serie B entre Estados Unidos y España, ‘Muchachas de Bagdad’ (1953), junto a Paulette Godard y Gypsy Rose Lee. Trabajó en México sin abandonar la imagen más folclórica: ‘Gitana tenías que ser’ y, a las órdenes de Emilio ‘Indio’ Fernández, ‘Reportaje’. Benito Perojo la reclutó para uno de los éxitos de la época, ‘La hermana San Sulpicio’, y para la particular revisión andaluza de un clásico de Shakespeare, ‘La fierecilla domada’. Protagonizó un curioso thriller rodado por Don Siegel (el director de ‘Harry el sucio’) en España en 1958, ‘Una aventura para dos’. Ese mismo año realizó uno de sus mejores trabajos en ‘La venganza’, filme de Juan Antonio Bardem masacrado por la censura. Y cuando el productor Samuel Bronston y el director Nicholas Ray se instalaron cerca de Madrid para rodar su particular visión de la vida de Jesucristo, ‘Rey de reyes’ (1961), Sevilla fue escogida para encarnar a María Magdalena.
Los 60 fueron peores, como lo fueron en las filmografías de Concha Velasco, José Sacristán, Alfredo Landa o José Luis López Vázquez, en total servidumbre del cine franquista. En 1971 apareció una película singular de Eloy de la Iglesia que le brindó un cambio de registro: ‘El techo de cristal’, en la que interpretó a una joven que se siente acosada por un enemigo invisible en su propia casa. Fue un espejismo. Siguieron títulos como ‘La cera virgen’, ‘Dormir y ligar, todo es empezar’, ‘Sex o no sex’ o ‘Terapía al desnudo’. Eran los tiempos cinematográficos del destape, con los que la imagen de la actriz no casó. Hubo excepciones: un papel en ‘Marco Antonio y Cleopatra’ (1972), filmada por Charlton Heston en Almería y Aranjuez, y, sobre todo, ‘No es bueno que el hombre esté solo’ (1973), cinta de Pedro Olea centrada en una mujer bastante liberada y un hombre solitario, encarnado por López Vázquez, que ha convertido a una muñeca en su esposa.
A finales de los 90 abandonó el cine y la televisión, aunque regresó a la pequeña pantalla presentando las primeras temporadas del programa ‘Cine de barrio’. En 2009 se le diagnosticó alzhéimer. Medio siglo antes había sido considerada la novia de España.
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