Programa de aniversario

House surafricano, electro-pop y muecas siniestras en la apertura del Sónar

El festival abrió su 30º edición en el recinto de Fira Montjuïc entre multitudes y acudiendo a sus esencias electrónicas a través de un amplio programa en el que destacaron actuaciones como las del productor y ‘dj’ Black Coffee, el rapero japonés Tohji y la experimentación digital de Oneohtrix Point Never

Primer día del Sonar 2023

Primer día del Sonar 2023 / ZOWY VOETEN

Jordi Bianciotto

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La ecuación luce, una vez, con todos sus atributos: danza social entre los pabellones feriales, un poco de algarabía hedonista y hallazgos sonoros con vértices de vanguardia. La fórmula que el Sónar acuñó en 1994 y que, estos días, en su 30º aniversario, señorea triunfante e inasequible al envejecimiento: como les ocurre a los maestros de instituto, uno puede sumar un año más en cada edición y percatarse de que el Sónar sigue ahí, como si nada, clavado en su eterna juventud.

Así podía percibirse este jueves en la apertura de este programa de aniversario, muy de cierre de filas electrónicas, con sus angulosos ‘sets’ y sus aventuradas construcciones audiovisuales. Estreno coronado por Black Coffee, sonado lleno en la gran carpa que, este año, ocupa el ágora diurna del Sónar, el ‘village’, ahora protegida de los rayos de sol. Espacio por el que se vio a la, por ahora, todavía alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. 

Ecos surafricanos

Ahí, el productor y ‘dj’, Nkosinathi Innocent Maphumulo según su pasaporte, dominó a las masas con un pase musculoso y con trazos exóticos, nutrido de cadencias y voces ‘sampleadas’ propias del amapiano, el deep house surafricano desarrollado una década atrás. En la base de su catedral sónica, los envolventes ‘grooves’ de su último álbum, ‘Subconsciously’. El ‘village’, sede de público pasavolante y del sector más lúdico de la clientela, vivió horas calurosas con el house propinado por la pareja británica Bradley Zero b2b Moxie.

En otros escenarios, muchas miradas apuntaron a Oneohtrix Point Never, identidad del estadounidense Daniel Lopatin, que procedió a remodelar su catálogo de creaciones en esa especie de ‘grandes éxitos’ deconstruido titulado ‘Rebuilds’. Suerte de recapitulación puramente electrónica, trufada de ‘samples’ poco previsibles y crujidos ruidosos, con animaciones y guiños visuales a los años 80. 

Urbanidades japonesas

En contraste con sus maniobras digitales, el furioso verbo alzado del japonés (nacido en Londres) Tohji, criatura asociada a la llamada ‘mall culture’ (o cultura de centro comercial: el Xanadú de cierta muchachada de su país, y de otros). Canciones-Frankenstein que trituran vestigios del Eurobeat y el J-pop bastante frenéticos con bases urbanas y fraseados a alta velocidad. Tohji no parece exactamente una criatura de este mundo. “En realidad, no soy del Japón, sino del océano”, nos hizo saber antes de asaltar, como colofón del concierto, uno de sus hitos, ‘Super ocean man’, de tonada tribal, suspiros en ‘loop’ y complexión minimalista trapera. 

Pase de canciones concisas, el suyo, en esa jornada tan tendente a las composiciones electrónicas de carácter evasivo, experimental o puramente bailable. Y en ese territorio se movieron algunas voces femeninas reseñables. Como la portuguesa-danesa Erika de Casier, voz sugerente, defendiendo en un desnudo escenario azulado su imaginativo cruce de pop electrónico y r’n’b, apuntalado en su reciente segundo álbum, ‘Sensational’, y con citas a temas anteriores, como ‘Intimate’.

No muy lejos, el abrupto (y político) electro-pop de fondo ‘arty’ (y ‘punkie’) de la pareja belga integrada por Charlotte Adigéry y Bolis Pupu. Una de las actuaciones más disfrutables de la jornada, a lomos de canciones de ese álbum llamado ‘Tropical dancer’ (producido por sus compatriotas de Soulwax), proveedoras de giros imprevisibles y tonadas ocurrentes de efecto inmediato. Piezas con sentido del humor, como ’Thank you’, suerte de himno a la condescendencia que en otro tiempo podrían haber firmado las chicas de Feria. 

Y qué decir de la figura galáctica de la catalana, de Piera, Marina Herlop, dando otra vida al repertorio de su álbum ‘Prypiat’ (nombre de la ciudad fantasma situada cerca de la central atómica de Chernóbil), con su halo mágico y ancestral, valiéndose de un formato con flauta travesera, percusiones y la ayuda del dúo vocal Tarta Relena. Otra cara de este ‘planeta Sónar’ cuya imagen la ponen este año esas figuras excéntricas, deformadas, de muecas siniestras, en honor a “la belleza del error”. Músicas y plásticas no normativas, después de todo, tomando el poder en Montjuïc.

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