Crítica de música

Lucas Bun, un extraño poder en Luz de Gas

El cantante desplegó con carisma y sentimiento el heterodoxo diálogo de flamenco, latinidad y electrónica de su primer álbum, ‘Por empezar’, en el marco del festival Guitar BCN

Concierto de Lucas Bun en la sala Luz de Gas

Concierto de Lucas Bun en la sala Luz de Gas / Carlota Figueras

Jordi Bianciotto

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Por caminos sinuosos y poco homologables, allá donde el canto popular enraizado en el flamenco y el bolero se cita con la aventurada pista electrónica, camina Lucas Bun, y aunque su mezcla pueda hacer arquear las cejas, su voz celestial desmonta defensas y desborda la posible extrañeza inicial. La lució meses atrás en la gala Català de l’Any, en el MNAC, y de nuevo, este viernes, en su puesta de largo barcelonesa, concierto en Luz de Gas (festival Guitar BCN) consagrado al carrusel emocional de su primer álbum, ‘Por empezar’.

Todo resulta sorprendente en su modo de hacer, empezando por el formato escénico: dos músicos (teclados y guitarras, eléctrica y clásica), sendas bailarinas y una pantalla de video, todo ello para desenvolver un repertorio en el que Lucas Bun (su apellido legal es Bondia) canta e interpreta desde lo más hondo y con el que crea un clima de confidencia, intensidad emocional y pureza de espíritu. Sus canciones hablan por sí solas, si bien él las viste con gestualidad teatral, haciendo de su ejecución una ‘performance’ no exenta de guiños a su biografía: esas imágenes a caballo, evocando su pasado de jinete profesional, que arroparon la ‘Tonada del impostor’.

Intimidad y trance

Puede desconcertar el roce de su canto de los de antes, pulcro y sentido, con las tramas electrónicas, pero Lucas Bun opera a su libre albedrío, según su propio orden estético. En lo suyo, la evocación, bastante íntima y orgánica, de Armando Manzanero (‘El ciego’) y Lole y Manuel (‘Dime’) se entiende sin contradicciones con las secuencias de trance maquinal (el subidón de ‘Sollozando’) y hasta con el invasivo hiperpop, quizá influido por una Arca, de ‘La maliciosa’, pieza con vistas al lado oscuro. Y sus inflexiones vocales y el aleteo de la guitarra flamenca casan con la esencia, al fin y al cabo, muy melódica, de canciones como ‘Cicatrices’ (cercana al synth-pop) o la serpenteante ‘Si te pierdes conmigo’.

La pregunta puede ser si el mundo está listo para esa clase de sacudida emocional heterodoxa, en la que se cruzan fuentes sonoras generalmente asociadas a nichos de audiencia distanciados. Pero la voz y la actitud de Lucas Bun lo ensamblan todo, y le dan sentido, y en su figura se advierte la creencia de que su arte encontrará el camino. Él mismo llegó a dudar de ello, según confesó (“cuando pensaba que se me va a pasar el arroz”), pensamientos trémulos que su cómplice Luis Troquel cortocircuitó un día con la frase que inspiró el título de otra de sus canciones más álgidas, ‘El tiempo me esperará’.

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