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El cantante se despidió de Barcelona con otra inflamada sesión con la E Street Band en la que deleitó a sus fans con algunos cambios de repertorio y la inclusión de temas como ‘My love will not let you down’, ‘Johnny 99’ y ‘Ramrod’
Jordi Bianciotto
Periodista
Con un poco menos de foco mediático que el viernes, pasada la catarsis de la sesión inaugural, la del domingo fue una noche ideal… para otra catarsis. Esta, sin el bendito folclore ‘vip’ y abriendo un poco el repertorio a otras canciones. Sesión, de nuevo, aplastante y generosa, la segunda y última en el Estadi Olímpic, que Bruce Springsteen y la E Street Band brindaron, forzando de nuevo la idea de puntualidad (la ‘troupe’ entró en escena a las 20.55 horas) y con el saludo ritual: “Hola, Barcelona, us estimem, Catalunya!”.
Ambiente refrescado en Montjuïc merced al agua benefactora que el artista trajo a la ciudad durante la tarde. Vamos a ver, ¿quién sino? El Boss, dios de la lluvia y portador de buenas nuevas, empeñado en hacernos la vida un poco más feliz y en gratificar a los sufridos ‘connaisseurs’: ahí estuvo esa apertura inusual con ‘My love will not let you down’, pieza de la cosecha de 1982, alumbrada en la caja de rarezas ‘Tracks’. De ahí, a ese ‘No surrender’ que hace tiempo suena más guitarrero que en la versión original, correctivo aplicado en general a la cosecha de ‘Born in the USA’.
Chispazos en la Fender
El tramo de bienvenida siguió más o menos el orden del viernes (nos anotamos una dolorosa víctima, ‘Candy’s room’), exaltando ánimos a golpe de ‘Prove it all night’ y ‘The promised land’. Un Springsteen con la voz un poco castigada respecto al viernes, aunque bien asistido por la masa coral, y presto a rememorar sus andanzas juveniles con ese ‘Kitty’s back’ con vistas al Greenwich Village de los 70. Hablamos poco del Bruce guitarrista, y ese tema nos reservó un señor solo a su arisca manera, trepando hacia los trastes más altos de la ajada Fender Telecaster.
Nos referimos también mucho al rock’n’roll a propósito del Boss, normal, pero en esta gira flotan otros ingredientes, en particular el soul, que crece con el empaque de la sección de metales y la textura coral. ‘Nightshift’, de Commodores, reforzó esa carta, y ‘Mary’s place’, plataforma de un juego con el público en el que Springsteen hereda el modo de hacer de los ‘entertainers’ afroamericanos.
Juerga a costa de ‘Johnny 99’
Las segundas noches de Bruce en una ciudad suelen ser campo propicio para los ‘deep cuts’, temas poco obvios de su catálogo. Y ahí las sorpresas vinieron por la vía de un furioso ‘Trapped’, su poderosa adaptación de Jimmy Cliff, y del penitenciario ‘Johnny 99’, incursión en el acústico ‘Nebraska’ (82), aquí a toda banda, a toda electricidad y con gozosa deriva a lo ‘marching band’ de Nueva Orleans. Ya en los bises, otra sorpresa la trajo la rocanrolera ‘Ramrod’. Menos cambios de ‘setlist’, hay que decir, que en otros dobletes del pasado en Barcelona.
Bruce rock, Bruce soul y Bruce trovador, un día hechizado por el arte country de Hank Williams. Algún vestigio de ello se filtró en ‘Last man standing’, la canción en la que cuenta cómo de inquietante resulta ser darse cuenta de que muchos amigos de juventud (como los de su banda de adolescencia The Castiles) ya han cruzado el umbral de la última morada.
En la carretera del trueno
Pavimentaron el camino al ‘clímax’ los números previstos: un ‘Because the night’ con el febril solo de Nils Lofgren, el tam tam a lo Bo Diddley en ‘She’s the one’, la liberación de ‘The rising’… La invocación a las malas tierras y la carretera del trueno, con Jake Clemons rindiendo honores a tío Clarence nota a nota (con el atrevido empaque de la sección de viento).
Duelo de titanes entre dos álbumes ‘blockbusters’ como fueron en su día ‘Born to run’ (1975) y ‘Born in the USA’ (1984), con sus temas titulares en liza, y ‘Glory days’ (esta vez, sin coristas famosas), ‘Bobby Jean’, ‘Dancing in the dark’ y ‘Tenth avenue freeze-out’ (Clarence Clemons y Danny Federici en las pantallas), marcando el paso hasta el fundido final, rompiendo esta vez las pautas transitadas durante la gira y alcanzando las dos horas y 59 minutos de concierto, con 29 canciones en total. Y con Tom Hanks sumándose a la celebración desde la zona de producción. Fiesta y algarabía en el Estadi, en contraste con la mística del tema de despedida, ‘I’ll see you in my dreams’, con el Boss a solas con la guitarra, recordatorio de que esta gira nos interpela tanto a través de la fiesta como de la trascendencia.
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