Goles, trajes y soul

Laurie Cunningham, el dandi bailarín que regateó al racismo

Una biografía explora la pasión por la música y la ropa del primer futbolista profesional negro que jugó en la selección inglesa

Laurie Cunningham pictured with his Porsche car Mardid Spain, 24th October 1982. (Photo by Monte Fresco/Mirrorpix/Getty Images)

Laurie Cunningham pictured with his Porsche car Mardid Spain, 24th October 1982. (Photo by Monte Fresco/Mirrorpix/Getty Images) / Monte Fresco/Mirrorpix/Getty Images

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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El 10 de febrero de 1980, el público del Camp Nou ovacionó a un jugador del Real Madrid. No es algo que pase cada domingo. De hecho, no ha vuelto a pasar desde entonces. El futbolista que se ganó los aplausos de la parroquia barcelonista era Laurence Paul Cunningham, un hábil extremo negro de 23 años que con sus regates y sus carreras dejó una y otra vez en evidencia no solo a su marcador, Rafa Zuviría (“fue la única noche de mi vida en la que no pude dormir después de un partido”, admitió el lateral argentino del Barça), sino también al intimidante central Migueli. Aunque se quedó sin marcar, Cunningham contribuyó aquel día decisivamente a la victoria del equipo blanco por 0 a 2 después de sacar a bailar a toda la defensa azulgrana. Al fin y al cabo, a Laurie siempre le gustó más bailar que patear el balón. “Su inspiración eran los bailarines –afirmó años después Nikki Brown, su novia de entonces-, no los futbolistas”.

Dandi de origen jamaicano apasionado por la música y la ropa, Cunningham fue un auténtico ‘rara avis’ en el rústico mundo del fútbol de finales de los 70 y principios de los 80. Como él mismo solía decir, era “de una clase diferente”. Y ‘Different class’ es justamente el título de la biografía que le dedicó hace un lustro el periodista británico Dermot Kavanagh, que ahora acaba de ver la luz en castellano gracias a la editorial Colectivo Bruxista (con traducción de Alejandro Alvarfer y prólogo del historiador Carles Viñas). El subtítulo de la edición original inglesa es de lo más elocuente: ‘Fútbol, moda y funk. La historia de Laurie Cunningham’.

"Triste e inexplicable"

Empecemos por el final. Cuando en la madrugada del 15 de julio de 1989 Cunningham perdió la vida después de que el Seat Ibiza que conducía chocara contra una farola en la carretera de La Coruña, el futbolista tenía 33 años y estaba negociando la prolongación de su contrato con el Rayo Vallecano, equipo con el que acababa de jugar una temporada en Segunda División. Su muerte apenas mereció obituarios de columna en las páginas interiores de la prensa británica. No es el destino que uno esperaría para el primer futbolista negro que había vestido la camiseta de la selección inglesa en una competición oficial; el delantero por el que el Real Madrid había pagado la “asombrosa cantidad” de un millón de libras; el hombre que había puesto en pie al Camp Nou con su talento. El fatal accidente truncaba una vida y una carrera atravesadas por el infortunio. Lo resumió con precisión un teletipo de la agencia Efe: “La historia de Laurie Cunningham es francamente triste e inexplicable”.

Laurie Cunningham y su padre, Elias, en la casa familiar de Finsbury Park.

Laurie Cunningham y su padre, Elias, en la casa familiar de Finsbury Park. / EPC

Nacido en Londres en 1956 en una familia jamaicana, Laurie Cunningham empezó a despuntar como futbolista a los 11 años en el Highate North Hill, un equipo de barrio fundado por un trabajador social. Era la época en la que el diputado conservador Enoch Powell auguraba en un célebre discurso guerras y “ríos de sangre” si el Reino Unido continuaba abriendo la puerta a los inmigrantes no blancos. En aquel Highate de Cunningham coincidieron cinco jugadores negros; niños que tuvieron que acostumbrarse a que los aficionados de los equipos rivales les insultaran y les arrojaran plátanos y mierda de perro y cuyos sueños de prosperar en el fútbol profesional se estrellaban repetidamente contra el indisimulado racismo de los entrenadores ingleses.

Esa desconfianza atávica hacia los futbolistas negros, a los que se consideraba indisciplinados y poco resistentes, la sufrió el propio Cunningham durante los dos años que pasó en los equipos inferiores del Arsenal, club que le enseñó la puerta de salida en 1972. A los 16 años, el joven Laurie superó el fracaso fichando por el modesto Leyton Orient y entregándose a sus verdaderas pasiones más allá del fútbol: el baile, la música, la moda y las chicas.

Miedo a la normalidad

Trajes a medida inspirados en la sastrería de los años 40, camisas Ben Sherman y polos Lacoste, zapatos planos para bailar, pelo corto con la raya visible… Cunningham se sumergió de lleno en la escena soul de Londres y pasaba tanto tiempo en las tiendas de ropa y los clubs de baile -el Crackers, el Bluesville, el Ronnie Scott’s…- como en los campos de entrenamiento. “El mayor miedo de Laurie era ser como los demás, convertirse en la norma”, escribe Dermot Kavanagh en ‘Different class’ después de relatar el asombro que sintieron un día los jugadores del Southend United al ver llegar a su estadio el autocar del Leyton Orient: “Laurie se bajó del autobús con un traje de gángster, camisa, corbata, alfiler de corbata, zapatos bicolores, fedora y un bastón; y ya fue como ‘¡Oh, tío! ¿Qué coño está pasando aquí? ¿Ha llegado el circo a la ciudad o qué?’”.

Kavanagh sostiene que el talento de Cunningham para el baile era una parte integral de su habilidad como futbolista. “Al ensayar los mismos pasos una y otra vez, podía visualizar en su cabeza una secuencia de movimientos que sus pies seguían automáticamente, lo que le daba una ventaja física y mental sobre sus rivales”. Esa superioridad empezó a llamar la atención de los clubs de la Primera División y en 1977 Laurie fue reclutado por el West Bromwich Albion, sólido equipo de las Midlands donde su talento ya no pudo ser ignorado por los responsables de la selección inglesa sub-21. Cunningham debutó con la camiseta del equipo nacional el 27 de abril de aquel año. Ningún futbolista profesional negro lo había hecho antes.

'The Three Degrees'

Con la llegada de Cyrille Regis y, más adelante, Brendon Batson, el West Bromwich Albion se convirtió en el primer equipo inglés de élite que alineaba con regularidad una tripleta de jugadores negros –‘The Three Degrees’, les llamaban, nombre tomado de un exitoso trío femenino de soul y música disco- y cada una de sus victorias se interpretaba como un paso adelante en la lucha contra el racismo que campaba impunemente por los estadios de fútbol de la época.

Laurie Cunningham, Brendon Batson y Cyrille Regis, con las Three Degrees originales.

Laurie Cunningham, Brendon Batson y Cyrille Regis, con las Three Degrees originales. / EPC

Los ‘Three Degrees’ alcanzaron su momento de mayor exuberancia en una eliminatoria de la Copa de la Uefa frente al Valencia que se decantó del lado del Albion y que despertó el interés del Real Madrid por ese habilidoso extremo con el número 11. En el verano de 1979, Laurie Cunningham se incorporó a la disciplina del club de Chamartín previo pago de 950.000 libras esterlinas (un precio muy considerable en aquel tiempo).

"El negrito"

Pese a ocasionales momentos de fulgor como el del citado partido del Camp Nou, el paso de Cunningham por el Madrid estuvo marcado por la irregularidad, las lesiones y la condescendencia racista con que lo trataban los medios de comunicación de la capital, para los que nunca dejó de ser “el negrito” (Kavanagh se muestra especialmente consternado por una caricatura aparecida en el diario ‘Abc’ en la que el futbolista, vestido con un taparrabos, bailaba sonriente con una lanza en la mano alrededor de una olla burbujeante en la que se cocinaba el entrenador del Atlético de Madrid Luis Aragonés).


Su estrella empezó a apagarse el día en que un pisotón del defensa del Betis Francisco Bizcocho le destrozó el dedo gordo del pie izquierdo. La deficiente atención médica agravó la lesión y el futbolista acabó pasando por el quirófano. 48 horas después de la operación, Cunningham tuvo la mala ocurrencia de dejarse ver en la pista de la discoteca Pachá con el pie escayolado. El escándalo fue morrocotudo: el Real Madrid le impuso una sanción sin precedentes (nunca un baile le salió tan caro), la afición merengue le puso la cruz y el jugador ya nunca recuperó su magia.

Tras abandonar la casa blanca por la puerta de atrás en 1983, Laurie Cunningham inició un peregrinaje algo penoso que lo llevó al Manchester United (donde apenas jugó cinco partidos), el Sporting de Gijón, el Olympique de Marsella, el Leicester City, el Wimbledon, el Charleroi y el Rayo Vallecano, equipo al que ayudó a subir a Primera antes de matarse en la carretera. Tuvo que pasar aún un tiempo hasta que empezara a ser reconocido como “el futbolista que rompió con los prejuicios que afectaban a los negros en el ámbito deportivo británico”. Un logro de importancia capital que alcanzó sin dejar de bailar ni de marcar estilo. 

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