Entrevista

Sílvia Pérez Cruz: "Siento la edad que tengo por primera vez en mi vida"

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La cantante y compositora ampurdanesa publica ‘Toda la vida. Un día’, un álbum centrado en canciones propias que destapa este viernes en el Teatre Municipal de Girona, dentro del festival Strenes, y que mostrará el 24 y 25 de mayo en el barcelonés teatro Tívoli

Silvia Perez Cruz

Silvia Perez Cruz / Elisenda Pons

Jordi Bianciotto

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Después de ‘Farsa (género imposible)’, donde recogía temas compuestos para fines diversos, ‘Toda la vida. Un día’ tiene aspecto de álbum pensado como tal.

Contiene composiciones nuevas que responden a un concepto muy claro, el de reflejar una vida entera. Está ordenado por movimientos y cada movimiento corresponde a una edad: del nacimiento a los 20 años, de ahí a los 40, a los 60… Y la muerte como un momento de cambio y de renacimiento. Hay un poema que lo une todo: ‘Aterrados’, de William Carlos Williams, donde viene a decir que, ante la inmensidad del paisaje, puedes asustarte, pero que, si ordenas la vida flor a flor, afrontando los problemas uno a uno, puedes irlos masticando y digiriendo.

Un disco que sigue un hilo narrativo.

El primer movimiento es la flor, porque nacemos al amparo de las flores que eligieron nuestros padres; luego la juventud, que es huir de nuestras seguridades; el jardín, que sería donde estoy yo ahora, eligiendo las personas que te hacen sentir bien, y luego el peso, el gran saber de la gente mayor. Al final, el renacimiento, donde intento explicar la circularidad del tiempo, tal como yo lo entiendo.

¿El polvo de estrellas del que renace la vida?

La canción ‘Em moro’, que canto con Salvador Sobral, lo cuenta muy bien: la luna empuja al sol, el mar sube y baja al río… Todo va siguiendo su curso, y que cada cual coja eso a partir de sus creencias. Yo creo que lo hago de una manera muy compartible. Les conté a mi hija, que ya tiene 15 años, y a mi madre cómo iba a ser este disco, y que iba a empezar con una nana para ir luego creciendo, y cuando terminé, mi hija me dijo: “¿y por qué no pones la nana al final?”. Y pensé: “lo has entendido mejor que yo”.

Compuso este álbum en vísperas de su 40º aniversario (el 15 de febrero). ¿Presentía que resultaba significativo ese cambio de dígitos?

Pues no lo sé, porque de hecho me sentía más mayor en los últimos tres años que ahora. Ahora siento la edad que tengo, creo que por primera vez en mi vida, y muy a gusto. Veo que esto la gente lo lleva mal. Más los hombres que las mujeres, curiosamente. Yo me siento positiva con mi edad.

Hace unos meses, cuando recibió el Premio Nacional de Músicas Actuales, ya nos habló de la conveniencia de dejar de estigmatizar las edades.

Es una cosa que siempre me ha interesado mucho. En Barcelona somos mucho de la novedad, la novedad…, y estar con gente de 70 y pico años, como Liliana Herrero, Pepe Habichuela o Carmen Linares, te hace pensar que son personas con un saber muy rotundo, potente, y que no podemos dejar de escucharlas. Mi ideal siempre ha sido que se mezclen las edades. Siempre he tenido relación con diversas generaciones, y es algo que me gusta mucho, y ahora no vivimos eso así: se caduca muy rápido a todo el mundo, y no a los 40, sino a los 27 o 28, que ya sienten que van tarde. En este disco hay desde un bebé hasta Pepe Habichuela, que tiene 79 años.

Estamos en la era de lo inclusivo, donde es inadmisible desdeñar a alguien por cuestión de género, raza o creencias, pero en cambio no pasa nada por llamarle ‘boomer’ o exigirle que se retire y marche a casa porque tiene una edad determinada.

Y el miedo que hay en esta profesión a que ya no te llamen. Hay otras culturas donde lo tienen mucho más claro: África o el Japón. Yo siempre intento tener equipos con gente joven y mayor, y la conexión es perfecta. Me gustaría que se hablara más de eso.

¿Siente que este es un álbum exigente para el oyente, con su fondo conceptual y sus 21 canciones?

Son 69 minutos. Sí, es absolutamente exigente. Sé que es anticomercial, pero es lo que me ha salido. Refleja una vida entera y no podía ser de otra manera. Pero me gusta también que la gente escuche las canciones una a una, o por movimientos. Es un disco circular y lo puedes empezar donde quieras.

¿Qué hace que elija en catalán, el castellano o el portugués en una canción?

En catalán, algunas son para personas concretas con las que hablo este idioma, pero normalmente elijo la lengua por la sonoridad de la música. Cada idioma tiene su propia melodía. Siempre digo que el brasileño me ayudó a cantar mejor en catalán por su manera de unir las palabras. En este disco, los textos son muy importantes. Tiene una conexión muy fuerte con ’11 de novembre’ (2012). Estuvo a punto de llamarse ’21 de primavera’. Pero entonces yo escribía por necesidad y aquí hay una madurez diferente.

Usted representa la recuperación de una idea de canción popular que parecía extemporánea, pasada de moda. En ese coincide con Natalia Lafourcade, con quien canta en ‘Mi última canción triste’.

La música popular es música inmortal, que ha superado el tiempo. La carrera de Natalia es muy curiosa, sí. Fui a su casa, a México, y conectamos mucho.

¿Con qué actitud lanza un álbum en estos momentos, ahora que todo parece ir tan rápido, en el mundo y en el modo de consumir la música?

Todo es muy fugaz, hay mucho estrés, angustia y conciencia de lo que pasa. Es duro, es duro. Celebro que mi carrera empezara antes de todo esto. Me afecta, por ejemplo, saber que ahora en Suramérica es verano, y ver a mis amigos de allí en las redes. No sé si somos capaces de gestionar tanta información. Lo veo en los adolescentes. Pero con el disco estoy a tope, con muchas ganas, y eso tiene que ver con la edad. Sé que mi propuesta es exigente, pero quizá necesitamos un poco de exigencia. Tengo 40 y siento esa energía, y tengo cosas que explicar y ganas de hacerlo.