Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Carta de Chiara Ferragni a Ione Belarra

La mayoría de observaciones, prejuicios y reproches que han suscitado los pezones de la ministra de Derechos Sociales superan los límites de la ridiculez humana

Ione Belarra e Irene Montero

Ione Belarra e Irene Montero / Efe

En un acto el domingo junto a Irene Montero, Ione Belarra apareció con un bonito suéter de algodón fino de color malva a conjunto con el motivo que unía a las dos ministras de Podemos: la ley del solo sí es sí. La elección del atuendo hubiera pasado desapercibida si no hubiera sido porque a la responsable de Derechos Sociales se le marcaban los pezones y a alguien se le antojó que tener tetas es poco serio. A partir de ahí, la imagen se hizo viral y la mayoría de observaciones, prejuicios y reproches superaba los límites de la ridiculez humana. Unos se preguntaban por qué no se puso sujetador. Como si el hecho de vestir un sostén evitara que se te marque el pezón. Si los tejidos son naturales, por muchas capas que una se eche encima, aparecerán porque sencillamente están. Inmediatamente, aparecen señoras informando de la existencia de pezoneras de silicona que te garantizan que eso no suceda jamás. Si no tienes a mano uno de estos utensilios, puedes probar con cinta adhesiva (¿quién no lo ha hecho alguna vez desesperada por temor al que dirán?). Vendarse el pecho para obtener los derechos de un varón o amputarse un seno como las Amazonas para poder luchar como un hombre son otros ecos de misoginia que acompañan al cuerpo femenino.

Otros, más cachondos, se planteaban si Belarra estaba excitada. Queridos, cuando hace frío el cuerpo (y los pezones) también hablan. Pero qué le voy a contar yo a esos hombres que ellos no sepan. Simplemente deben observar los suyos propios. Porque a eso también voy: si solo les escandaliza que se marque el pezón en una mujer pero ni se percatan cuando se produce el mismo efecto en la camisa de un varón es porque se trata de una mirada claramente sexista. Para tratar de rebatir la acusación de cierta percepción machista, entonces pretenden ampararse en el buen gusto o el protocolo... Señor@s, no me hagan reír, pocas cosas más divinas (bellas) estéticamente que la imagen de la Venus de Milo. Quizá de ahí sus miedos y envidias, el poder (vida) que tiene un pezón femenino. Quemados todos los cartuchos, apuntan a la intención: "¿Buscaba provocar?". Como si eso entonces sí la convirtiera en culpable. Sinceramente, desearía que el gesto de Belarra tuviera una pretensión muy clara. Liberar sus pezones, los míos y los de la mitad de la población mundial. Pero incluso si el objeto hubiera sido eclipsar con esa imagen las críticas a la ley del solo sí es sí, entonces lo que más me preocuparía es que en el siglo XXI un inocente pezón pueda todavía perturbar de un modo tan puritano.

Un arma de poder

Con lo ocurrido, la tendencia de rechazo más popular a este tipo de ataques machistas persistentes consiste en maldecir la ropa, la estética o el cuerpo. Como víctima (no sólo de reproches sobre mi apariencia por el hecho de ser mujer sino también por dedicarme al análisis de la belleza) no se me ocurre una reacción más injusta y menos inteligente. La moda es una importantísima arma de poder. Según quien la utilice, traerá retroceso y sumisión o progreso y libertad. Por ello, el feminismo y la indumentaria se han aliado en infinitas ocasiones para denunciar la represión y defender la diversidad.

El miércoles, en la inauguración del festival de Sanremo, la 'influencer' Chiara Ferragni dio buen ejemplo de ello con los cuatro 'outfits' (mensajes) que lució. Especialmente cuando, enfundada en un vestido de Dior de tul 'nude' con bordado trampantojo emulando su cuerpo desnudo, la empresaria italiana formuló un oportuno, valiente y emotivo discurso. En una carta escrita para la Chiara de su infancia (y para todas las mujeres en general, también para Ione Belarra) recordó la contradicción en la que nos ha sumido el heteropatriarcado al dominar los códigos de vestimenta y nuestros cuerpos (voluntad): “Si vas muy tapada eres una monja, si vas descubierta eres una puta”. El vestido que decidió colocar encima de su piel era un grito explícito para dar voz a todas las mujeres del mundo que son sometidas a prohibiciones y abusos, a las que se les dice que su cuerpo provoca vergüenza o que es solo un objeto de deseo que incita al pecado. “Leerás comentarios de un sexismo ya normalizado, plántales cara y no tengas miedo. (…)Yo lo estoy intentando, incluso en este preciso instante”, finalizó.

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