Una novela con conciencia social

Douglas Stuart, escritor: "Hace 30 años si eras gay y pobre era imposible no ser objeto de violencia"

El celebrado autor de 'Historia de Shuggie Bain' relata una iniciática historia de amor en su segunda novela, 'Un lugar para Mungo'

Douglas Stuart

Douglas Stuart / Douglas Stuart ESCRITOR

Elena Hevia

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‘Historia de Shuggie Bain’, una novela de formación de aires dickensianos sobre un adolescente gay que en un tóxico entorno proletario de Glasgow –esa masculinidad mal entendida- cuida de su madre alcohólica, llevó a Douglas Stuart (46 años) a ser ese modelo de autor desconocido que gana el Booker con una primera novela. Una rareza. La obra catapultó en el 2021 a este escocés inclasificable que nació en la pobreza, creció en la incuria, se hizo un hombre asediado por la violencia social en los tristes años del thatcherismo y acabó cual Cenicienta viviendo en Nueva York junto al que hoy es su marido, triunfando como diseñador de moda para la firma Calvin Klein.

Hasta 40 editoriales miopes rechazaron aquella novela que vendió un millón y medio de ejemplares. Ahora, Stuart revalida aquel éxito autobiográfico con su segunda novela, la más difícil, dicen, ‘Un lugar para Mungo’ (Random House / Edicions de 1984), historia de un primer amor gay, en una atmósfera y coordenadas no muy alejadas de su impresionante debut, aunque unos años más tarde. 

Desde su casa de Manhattan, por videoconferencia, un Stuart al que hoy es muy difícil identificar con Shuggie Bain, separa el grano de la paja argumental en esta segunda novela que se inicia con una premisa bastante ominosa para el lector: la peligrosa decisión que toma la madre del protagonista, Mungo, un adolescente gay y protestante que acaba de descubrir el amor con el católico James, de enviarlo de pesca con dos individuos, de pasado turbio, que ha conocido en Alcohólicos Anónimos con el objetivo de “hacer de él un hombre”. El drama se masca y puede estallar en cualquier momento. “Crecí en el East End de Glasgow –explica el autor-, en un entorno de clase trabajadora donde la masculinidad adoptaba aspectos muy violentos. No había ningún modelo para un chico gay como yo allí pero tampoco viví una historia de amor como la de Mungo y James. Ya me hubiera gustado. Así que esta novela con aires de ‘thriller’ contiene más ficción que mi primera novela”.

Uno de los aspectos que la novela retrata con mayor precisión es esa atmósfera de inquietante amenaza que se cierne sobre el joven Mungo por su condición sexual. Para el autor es algo más que un recurso narrativo ideado para atrapar al lector, tiene que ver mucho más con el ambiente peligroso al que debían enfrentarse los jóvenes ‘queer’ hace 30 años: “Un gay en esa época siempre estaba al acecho, pero en mi novela hay un factor más en esa escala de peligro. Si eres de clase media y no te gustaba tu trabajo o en el colegio te sientes maltratado siempre tenías la opción de cambiar, pero un chico pobre no puede dar un paso al lado. Era imposible dejar de ser objeto de violencia. La violencia era algo que estaba también en nuestro adn porque no nos habían enseñado como hombres jóvenes a amar a otros hombres y muchas veces el amor venía precedido de esas tensiones”. 

Sabe el autor que todas esas restricciones hoy son historia en una ciudad que ha sido considerada como una de las diez mejores para vivir libremente la homosexualidad, aunque, la perspectiva ‘queer’ brille por su ausencia en reconocidos autores escoceses como Irvine Wells, Alasdair Gray o James Kelman. “Ellos han retratado con un gran realismo social a la clase trabajadora, pero yo como lector siempre eché en falta mi propia historia, la de ser gay en ese entorno. En fin, tampoco es que haya visto mucha perspectiva femenina en esas historias”.

Uno de los grandes caballos de batalla del autor escocés es la masculinidad mal entendida, eso que hoy se ha dado en calificar de tóxica, convertida en el detonante de los conflictos. “No creo que masculinidad y toxicidad sean sinónimos. Mi argumento es que un hombre puede ser cualquier cosa que quiera ser en diversos grados de esa masculinidad. Lo que he intentado en mis novelas es reflejar ese amplio abanico de masculinidades que pueden aparecer incluso en un mismo personaje, como en la vida misma”.

Hay mucha amargura en el pasado del autor que desde luego hoy no habla con el acento de chico de barrio escocés que, quizá, le correspondería. ¿Quién es de verdad Douglas Stuart, el glamuroso diseñador de moda neoyorquino o el muchacho machacado por un entorno social asfixiante? “Fui pobre y ahora soy un autor reconocido. Cuando estoy en Escocia me consideran estadounidense y aquí en Nueva York siempre seré escocés. En realidad, nunca he encajado en un molde preciso. De joven jamás fui lo suficientemente masculino, así que puede decirse que soy un mezcla de muchas cosas y eso es una gran riqueza para un escritor”.

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