Óbito

Adiós institucional a Josep Maria Espinàs, el autor refractario a los grandes gestos

Lectores y políticos se despiden del escritor y periodista en una austera capilla ardiente instalada en el Palau de la Generalitat

Elena Hevia

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Un sencillo ataúd cubierto por la senyera y un ramo de rosas. Una foto que en tiempos le hizo el periodista gráfico de este diario Santiago Bartolomé y que muestra a Josep Maria Espinàs, fallecido el pasado domingo a los 95 años, con la inseparable Olivetti de la que salieron buena parte de los 90 libros y los 11.000 artículos (los últimos 20 años para EL PERIÓDICO) que llegó a escribir. Una mesa mínima que sostiene precisamente esa máquina de escribir, las cinco pipas con las que humeaba sus ideas, los diccionarios que le ayudaban a concretarlas, el busto que le dedicó Subirachs y una camiseta del Barça con su nombre que le regaló el club de sus amores. Eso es todo. Total austeridad como señalaba en la entrada del Palau de la Generalitat este martes Jordi Solà, uno de esos lectores anónimos que se acercaron al Saló Sant Jordi, no a rendirle pleitesía sino a despedirse de un autor próximo y cotidiano refractario a los grandes gestos.

Lectores de Josep Maria Espinàs firman el libro de condolencias.

Lectores de Josep Maria Espinàs firman el libro de condolencias. / Ferran Nadeu

No sabemos lo que Espinàs hubiera comentado de esta capilla ardiente en lugar tan principal.  Su colega y amiga más próxima, Isabel Martí, con la que fundó hace 34 años el sello La Campana y sin duda una de las personas que mejor le conocía, aventura que seguro iba a relativizar tanta distinción y tanta repercusión mediática: “Esto lo hacen –diría- porque ya soy muy mayor y porque ya no molesto”.  De hecho, el propio Espinàs llegó a pensar y escribir sobre su hipotético funeral –Georges Brassens a quien tanto admiraba, también habló de ello muchas veces en sus canciones- y pidió precisando que la gente a la salida se abstuviera de hablar de política, de religión o del estado de la lengua catalana y que por favor no sonara ‘El cants del ocells’, una pieza mucho más alegre de lo que correspondería a la tristeza de un funeral. En el Futbol Club Barcelona no debieron leer aquel artículo de El PERIÓDICO porque el pasado domingo en el partido del Barça-Sevilla sonó precisamente esa pieza popularizada por Pau Casals. Tampoco este martes hizo acto de presencia Joan Laporta, sustituido por Elena Fort, portavoz del club al que Espinàs dotó de un himno que hoy forma parte de su ADN.

Pocos autores ayer en la capilla ardiente pero sí mucha representación oficial. El president Pere Aragonès, a primera hora de la mañana, rompía el hielo recordando el “periodismo tranquilo” del autor y horas más tarde, la alcaldesa Ada Colau cruzaba la plaza Sant Jaume para reivindicar “el carácter próximo, popular y transversal” del escritor. Entre uno y otra pasaron la expresidenta del Parlament, Laura Borràs, que recordó una frase de Espinàs –“el afecto perdura en la memoria de los gestos”- para demostrar que el autor se va “bien cargado de cariño”; la Consellera de Cultura, Natàlia Garriga, –vista y no vista- pasó como una exhalación camino de la mesa y junta de portavoces en el Parlament de Catalunya. El paso del expresident Artur Mas fue también discreto. Se les unieron Salvador Illa, jefe de la oposición socialista; Albert Batet y Mònica Salas de Junts y Ernest Maragall de Esquerra Republicana. Mucha expectación causó la llegada de un Jordi Pujol sensiblemente falto de fuerzas. Izaskun Arretxe, directora de la Institució de les Lletres Catalanes, destacó dos aspectos fundamentales de Espinàs: “Es un eslabón importante en la cadena de la literatura catalana. Impidió que no se rompiera en momentos difíciles como los de la postguerra. También hizo algo importante: hizo una literatura para todos, sin renunciar a la exigencia literaria”.

Josep Lluís Espinàs, hijo del escritor, conversa con Jordi Pujol.

Josep Lluís Espinàs, hijo del escritor, conversa con Jordi Pujol. / Ferran Nadeu

El president de la Associació de Llibreters Èric del Arco lamentó que no exista una mayor presencia de la obra de Espinàs en las librerías, que desde el 2019 se alejó de la vida pública por sus incipientes problemas cognitivos.  “Quizá habría que hacer un pequeño canon y hacer una colección para hacer más fácil el acceso de aquellos que lo quieren recuperar”. Joan Riambau, actual editor La Campana -, que ha recuperado recientemente tres títulos de sus viajes a pie- anunció la intención de que la obra de Espinàs esté presente el próximo Sant Jordi “porque él era el gran pilar de la fiesta”.

El funeral, ese funeral en el que él pedía por favor que no se aplaudiera al final para acompañarlo en su silencio, se realizará este miércoles en el Tanatorio de Sancho de Ávila. Han querido las circunstancias que sea el mismo día, cuatro años más tarde, en que se celebró el de su querida hija Olga, afectada del síndrome de Down. “Se ha ido la luz que nunca me ha fallado”, escribió entonces.