Fin de ciclo
Izal se enternece en su última noche en Barcelona
El grupo mostró su cara más sensible en la presentación de su matizado disco de despedida, ‘Hogar’, en un Palau Sant Jordi con las entradas agotadas

Mikel Izal, durante el concierto de su grupo en el Palau Sant Jordi en su gira de despedida / Ferran Sendra


Jordi Bianciotto
Jordi BianciottoPeriodista
Izal fue el último artista que actuó en el Palau Sant Jordi antes del covid, en febrero de 2020, y a su vuelta a la misma sala, este sábado, pudimos verlo un poco cambiado: más vulnerable, compensando su tendencia a la aparatosidad con incursiones sensibles, reflejo de su último disco, el acogedor ‘Hogar’. Concierto con otros matices, a los que se sumó una capa extra de emotividad derivada de su anunciada despedida a los escenarios. “Hemos estado toda la gira aguantando bien la lágrima”, hizo saber ese hombretón de voz huracanada llamado Mikel Izal haciendo de tripas corazón.
El grupo lo deja, sí, después de 12 años, alegando inquietudes personales de sus miembros, y lo hace en un momento dulce en términos artísticos. Lo sugirieron las seis canciones de ‘Hogar’ que salpicaron el repertorio, desde ‘Fotografías’, esta muy canónica, un agradecimiento pasado de vueltas a “la familia, los de siempre, mis queridísimos locos” (por “saltar a esta piscina sin saber si estaba llena”), hasta su reverso, la insinuante ‘Meiuqèr’ (réquiem al revés), un tema que aludió a los estragos del virus (“un año de duda y silencio / de resaca, látigo y sal”) resuelto con tramas de minimalismo clínico.
Un poco de humor
Mikel Izal no dejó de tener presente que esa era su última vez (en Barcelona). “Aquesta nit serà increïble”, bramó en catalán antes de sacar pecho. “Gracias por regalarnos nuestro primer ‘sold out’ de la historia en el Palau Sant Jordi”. Se agradeció el sentido del humor al dedicar ‘Los seres que me llenan” a “los acompañantes” de sus fans, a los amigos o novios que no conocían ni un solo tema. “¡Esto es amor!”.
Ciertamente, la música de esta formación creada en Madrid siempre ha resultado un poco impenetrable a los no iniciados, con su arquitectura espesa y su literatura florida con arrebatos filosóficos. Se trata de librarse a la vibración sónica con la que temas como ‘El pozo’ o ‘Agujeros de gusano’ te pasan por encima. Material con poderío físico, engordado con capas de electrónica, que se equilibró con el baladismo: ahí estuvieron temas nuevos como ‘He vuelto’ e ‘Inercia’. En este último, trazando quizá un paralelismo con los miedos que pueden acompañar al grupo, Mikel Izal nos hizo saber que, cuando la rutina se presiente, “hay que abandonar el barco”.
El ‘indie’ y el ‘mainstream’
Pero estos 12 años han dado para mucho, entre otras cosas, para amenizar el debate sobre qué es ‘indie’ y qué es ‘mainstream’, y si ambas categorías sirven para algo a estas alturas. Como testimonio de esta apasionante era quedó el repertorio pretérito que Izal manejó, con puntos de anclaje como ‘Copacabana’, ‘Autoterapia’ o ‘La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo’, temas para poner a “los acompañantes” con los ojos como platos: laberínticos, pero cantados de pe a pa por la concurrencia brazos en alto.
Izal es ese grupo que (como, un poco antes, Vetusta Morla) ha sido capaz de leer el legado de la ‘generación Radiohead’ de un modo exponencial e invasivo, con épica y baile colectivo, ‘riffs’ retorcidos y bombo a negras. De ahí salieron las cartas que consumaron su despedida del Sant Jordi, como ‘El baile’, ‘Qué bien’ (que Mikel Izal cantó entre el público) y ‘La mujer de verde’. Temas que dejaron un rastro de fin de ciclo, más allá del crespúsculo de Izal, ahora que las bandas de rock se alejan de la centralidad comercial y toma el poder la estrella del reguetón.
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