Estreno de cine
Crítica de '¡Nop!': un ovni fascinante en el cine contemporáneo
Jordan Peele firma una película afortunadamente difícil de etiquetar y con varios momentos extraordinarios
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
‘¡Nop!’ se parece a los dos anteriores largometrajes de Jordan Peele, ‘Déjame salir’ y ‘Nosotros’, en cuanto construye su relato de terror-parábola (sobre el racismo o la identidad) a partir de una inquietante mesura del tiempo y las tensiones, tomándose los minutos necesarios hasta entrar en materia. ‘¡Nop!’ funciona del mismo modo, aún más radical, tanto que, a los 20 o 30 minutos de película, aún estamos desconcertados ante lo que se nos está sugiriendo.
Pero, a diferencia de los otros dos filmes, este abraza la ciencia ficción clásica, aunque en eso también Peele no se casa con nadie. La amenaza del espacio exterior es mostrada de un modo bien distinto al habitual en títulos como ‘Ultimátum a la Tierra’, ‘La guerra de los mundos’ o ‘Mars attacks’. Peele se las ingenia para sumirnos en una auténtica pesadilla de la manera más normal del mundo. Incluso con pasajes enteros en los que parece que todo sea una gran broma a tenor de los orígenes del director como comediante. Pero no lo es en absoluto. Ese es el secreto de Peele, capaz de haber construido un estilo muy identificable en apenas tres películas. Esto es lo mejor de ‘¡Nop!’, un filme afortunadamente difícil de etiquetar.
Rancho de caballos
No falta la reflexión sobre el tema racial, aunque el relato acontezca lejos de los grandes espacios urbanos y no haya segregación en ningún recodo de la historia, a diferencia de ‘Déjame salir’. La acción acontece en una zona interior de California y los protagonistas son dos jóvenes hermanos negros que regentan un rancho de caballos adiestrados para participar en películas. La segunda secuencia del filme es extraordinaria en su forma de medir el tiempo, el silencio propio del lugar -hacía tiempo que no se filmaba tan bien la calma tensa, aquel momento en el que eres consciente de que algo está a punto de pasar, pero no sabes ni cómo ni cuándo se producirá- y un suceso inesperado procedente del cielo.
A partir de este momento de extrañeza total, el relato se desarrolla en torno a la posible aparición de un objeto volante no identificado cuya progresiva plasmación en pantalla es fascinante, entre la artesanía de la serie B y los recursos digitales de nuestro tiempo bien empleados, punteada con personajes de lo más variopinto, como el cineasta que quiere atrapar con su cámara un ovni antes de morir o el empresario de origen asiático que sufrió en la niñez una experiencia traumática. Esa experiencia es la primera secuencia del filme, de la que no conviene explicar mucho más que la presencia de un chimpancé en un plató televisivo: de los mejores momentos del cine contemporáneo.
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