CRÍTICA DE LIBROS

'Lo demás es aire', de Juan Gómez Bárcena: el libro de la vida y el libro de la muerte

El autor santanderino retrata minuciosamente a todos y cada uno de los habitantes de un pequeño pueblo para dotar al resultado de un hondo significado simbólico

Juan Gómez Bárcena

Juan Gómez Bárcena / Iván Giménez- Seix Barral

Ricardo Baixeras

Ricardo Baixeras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) contó en 'Ni siquiera los muertos', el periplo personal de Juan de Toñanes desde el siglo XVI hasta la actualidad enmarcado en un territorio de una inmensidad sobrecogedora: la Nueva España. Ahora emprende la tarea inversa: reconstruir la historia de un pequeñísimo pueblo, Toñanes (“Treinta y dos casas, cuatro hoteles rurales, una iglesia, ningún bar. Un pueblo tan insignificante que a menudo se confunde con el último barrio de Cóbreces o con el primero de Oreña. Poco más de dos kilómetros cuadrados de extensión.”) en un arco temporal  que va desde la prehistoria hasta nuestros días pandémicos. Reconstruyendo histórica e imaginativamente la vida de todos y cada uno de los hombres y mujeres que habitaron el pueblo “más pequeño y más grande que el mundo entero” Gómez Bárcena convierte su ficción en “el libro de la vida y el libro de la muerte” por el que pasan fechas y personajes, vidas y muertes, sonidos y silencios, para configurar el mapa emocional del “niño de los dinosaurios”, epítome de la memoria perdida. 

Llama poderosamente la atención la disposición de unas fechas en los márgenes de las páginas que abren y cierran ese arco temporal de la novela. Las historias menudas  y las escenas ampliadas que se narran quedan de este modo ancladas fuertemente en una temporalidad omnívora: desde el tiempo cretácico, pasando por 1984 -fecha simbólica para Mercedes y Emilio, padres del narrador de esta historia que es “alguien interesado en saber si el 19 de mayo de 1714 habría tenido que ponerse chaqueta”-, para llegar a 2021, año que cierra 'Lo demás es aire'. Este “libro de difuntos” es también el libro del tiempo perdido y recuperado, el tiempo de la vida vívida y minúscula, el tiempo de la vida de los pequeños gestos, el tiempo en el que todo el mundo “habla de los familiares muertos como si estuvieran vivos.” 

'Lo demás es aire', que recuerda en tantas cosas a la 'Lluvia amarilla' de Julio Llamazares y a 'Vidas minúsculas' de Pierre Michon, se esfuerza por crear un territorio personal que acabará por convertirse en un espacio hondamente simbólico bailando todas las edades del hombre, de las que solo queda una “inquietud abstracta, imprecisa; un temor que nadie sabe de dónde viene: el que siente cada madre de Toñanes al ver a su hijo bañarse en los acantilados de Bolao".

Gómez Bárcena escribe con una mortuoria cadencia felizmente repetitiva, casi bíblica, a la que se dirigen indefectiblemente todos los seres que habitan el pueblo: un “murió, fue enterrado” que marca las horas, los días, las semanas y los años. No busque el lector el peso de la tragedia sino más bien “muchos años de nada o apenas nada; un rimero de legajos desgarrados, retorcidos, magullados, ciertas hojas que faltan, ciertos registros que se adelantan o atrasan, como si a los ojos de Dios el tiempo no fuera más que una extravagancia o un capricho, ciertas tachaduras, ciertas abreviaturas perezosas, la tinta que traspasa ambas caras y emborrona todo y los muertos que se suceden como las imágenes vertiginosas de un sueño, como si pudiéramos retenerlos pero no, como si pudiéramos conocerlos pero tampoco”. Un friso narrativo inusual que madeja el tiempo con el lenguaje para coserlos en la memoria del olvido. 

Suscríbete para seguir leyendo