Evocación de un personaje

Josep Pla: un karateca contra los pedantes

El Hostal de la Gavina de S’Agaró organizó una cena de homenaje a Josep Pla en el 125º aniversario del nacimiento del escritor y periodista

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Ramón Vendrell

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Josep Pla (1897-1981) no era insensible a los placeres de la mesa, aunque prefería con mucho los de la sobremesa: cafés, whisky Johnny Walker, 'cigarrillus' y conversación. De hecho parece que los placeres de la mesa eran para él un peaje para llegar a los de la sobremesa; un peaje que a veces podía sacarse de encima con tres sorbos de una sopa de tomillo y otros tantos bocados de una tortilla francesa, máxime a medida que cumplía años.

La cena de homenaje a Josep Pla celebrada el viernes pasado en La Taverna del Mar de S'Agaró con motivo del 125º aniversario del nacimiento del escritor y periodista fue a la vez muy planiana y muy poco planiana. Muy planiana porque se prolongó entre cafés, whisky Johnny Walker, 'cigarrillus' y conversación hasta las tantas y porque el menú fue creado y cocinado por Jaume Subirós (del Motel Empordà de Figueres, establecimiento fetiche de Pla) y Lluís Planas (del restaurante anfitrión, perteneciente al Hostal de la Gavina, asimismo establecimiento fetiche de Pla). Muy poco planiana porque es improbable que el homenajeado hubiera soportado el estupendo desfile de espinas de anchoas rebozadas, mejillones de roca, flores de calabacín rellenas de cuajada del Empordanet, guisantes con butifarra negra, langosta y pollo, sorbete de menta y 'taps' de Cadaqués.

Testimonios

A la cena asistieron en calidad de testimonios de los humores, las maneras, las filias y las fobias de Pla las hermanas Julia y Carina Ensesa, cuarta generación de la estirpe que fundó en 1932 y aún regenta el Hostal de la Gavina, incombustible leyenda del lujo mediterráneo; Joan Sagrera, el último, si bien durante largo tiempo, chófer de Pla, y Gonzalo Valero Canales, abogado de Pla.

Pla frecuentaba la casa de Josep Ensesa Montsalvatge y su esposa, Carmona Viñes Trueta, en la exclusiva ciudad-jardín de S'Agaró cuando Julia y Carina eran niñas y adolescentes. Tenía la familia una excelente cocinera cordobesa. Llamaba Pla y decía que iría esa noche y que le apetecería cenar manitas de cerdo. Pero una vez allí decía que no tenía hambre y que mejor una tortilla francesa. De un huevo y que podía no acabarse. A veces se quedaba a dormir en el Hostal de la Gavina, donde también pasó alguna temporada. La habitación 113 lleva su nombre. Lo que a Pla le interesaba de S'Agaró era la conversación culta de Josep Ensesa Montsalvatge. Por eso y no por los manjares y el confort iba allí a menudo de octubre a mayo, no en los meses estivales: demasiados coches por las carreteras, decía. Recordemos que murió en 1981.

Ni loco

De Pla aprendimos en la cena que era "un señor al que le molestaban mucho los pedantes". "Cuando detectaba uno, era hombre muerto", añadió el conversador, con un elocuente gesto de golpe de kárate, seguramente destinado al cuello del pedante.

Pla no coincidió en el Empordà por pocos años con Ferran Adrià al frente del Bulli, otra institución ampurdanesa. "Ni loco habría comido allí, pero habría admirado a Adrià porque apreciaba la innovación y el atrevimiento", dijo Sagrera.

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