Reivindicación de una profesión

Caricaturizando a Putin y a quien caiga

Un libro reivindica la profesión de caricaturista a través de una selección de trabajos de 11 dibujantes españoles de prensa

Trump y Biden, según Thorstein Rienth.

Trump y Biden, según Thorstein Rienth. / Thorstein Rienth

Anna Abella

Anna Abella

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No deja de ser inquietante que cuatro visiones distintas sobre Vladimir Putin, de distintos dibujantes, asomen en la antología ‘Caricaturistas de profesión’ (Nórdica). No ha sido intencionado, pues la selección fue anterior a la invasión rusa de Ucrania, pero sí revelador de cómo estos artistas toman el pulso a la actualidad y la interpretan. "Putin o Trump, que tienen gestos y rasgos muy concretos, te dan el trabajo hecho. Ves cómo otros trabajan a Trump como niño protestón, esos ojos de Putin... entre todos les creamos una imagen icónica. Cuando, en cambio, son personajes más planos o canónicos y no tienes nada para exagerar de los rasgos cuesta mucho sacar algo", explica uno de estos maestros de la caricatura de prensa, el palentino Carlos Rodríguez Casado, quien asegura que "mientras haya noticias, habrá ilustración. Y siempre que haya pensamiento crítico, habrá caricatura", pues su importancia radica en "su capacidad reflexiva y de contar a través de la distorsión meditada de un personaje".

Entre las de Putin, las de políticos de aquí y de allá, de Isabel Díaz Ayuso a Pablo Iglesias, deportistas como Messi o Rafa Nadal, o un buen elenco del mundo de la cultura: de Michael Jackson a Picasso pasando por Nicole Kidman y Virginia Woolf. Con el objetivo de visibilizar a los creadores de estas caricaturas, el libro les muestra en su espacio de trabajo, detalla sus opiniones, sus trayectorias e incluye textos sobre ellos de personas cercanas que les conocen bien. Españoles o afincados en España, son Agustín Sciammarella, María Picassó, Matías Tolsà, David García Vivancos, Ernesto Priego Martín, Joaquín Aldeguer, Raúl, Thorsten Rienth, Turcios, el citado Rodríguez Casado y el vasco Iván Mata, quien tuvo la idea del proyecto, que cuenta con la implicación del museo ABC de dibujo e ilustración de Madrid, cuya directora, Inmaculada Corcho, firma el prólogo.     

"La caricatura no está en horas bajas sino en altas porque hay una calidad que no ha habido en muchos años. Lo que sí está en horas bajas es la prensa, que publica menos, pero eso no significa que haya malas caricaturas. Dan personalidad al medio que las publica", asegura el dibujante catalán Jaume Capdevila, ‘Kap’, reunido por videoconferencia con algunos de los autores del volumen y jurado del World Press Cartoon, que revela que uno de ellos será el ganador del Gran premio a la mejor pieza publicada en el mundo el año pasado, que se conocerá el próximo 28 de mayo. "Eso indica el gran nivel de la caricatura española, que pasa por uno de sus mejores momentos". Una profesión que vienen diversificando en prensa diaria y en revistas como ‘El Jueves’, ‘Jotdown’ ‘Forbes’ o ‘Interviú’ pero que sin embargo obliga a la mayoría a buscarse la vida con otras fuentes, "porque los ingresos por prensa no llegan para vivir", señala Tolsà, quien por ejemplo hace caricaturas en directo. 

El pintor Klimt, visto por Matías Tolsà y el cineasta Quentin Tarantino, interpretado por Iván Mata.

Corrección política y respeto

Las cosas han cambiado desde los años 80 y no solo en cuanto a la técnica, pues la mayoría trabajan en digital. "Cuando coges portadas de ‘El Jueves’ de entonces por ejemplo ves que ahora no se podrían publicar por temas de feminismo o de violencia machista. El respeto se ha generalizado", destaca el barcelonés Priego. "En el tema de la mujer -apunta la catalana Picassó- se ha recurrido al propio cuerpo para caricaturizar a políticas. Podemos reírnos de Arrimadas por mentirosa o por su discurso vacío pero no por su cuerpo o por su escote, como se hacía en épocas anteriores". 

La excancillera alemana Angela Merkel, por Joaquín Aldeguer; y el Che, visto por García Vivancos.

"Más que censura explícita hay corrección política, pero hay que vigilar porque con eso y con autocensura corremos el riesgo de decir solo lo que sabes que no te van a criticar. Hay que tener respeto, sí. Se ha evolucionado, no nos reímos por la orientación sexual de un político. A mí nunca me han tumbado una caricatura por criterios políticos ni ideológicos", asegura Tolsà, argentino-catalán. No así a García Vivancos, que recuerda algún problema de censura: "Con una de Ana Pastor (PP): a las 11 de la mañana nos estaban llamando desde Génova. Y otro que era para un medio de derechas y no salió: era Felipe VI con Juan Carlos I vestido con ropas árabes. Hay una fuerte polarización. Si es para un medio de derechas puedes dar toda la caña que quieras a los de izquierdas y viceversa. Eso se ha visto mucho en los últimos años".

La cantante Rosalía, en manos de Sciammarella, y Quino y su Mafalda, en las de Turcios.

"Vemos cómo gente del mundo de la comedia sale acojonada porque no saben qué pueden decir y qué no -lamenta Mata-. En la prensa se está empezando a prescindir de la caricatura por miedo y se apuesta más por retratos caricaturizados, que no son tan agresivos y generarán menos conflicto en los tiempos conservadores en que nos movemos hoy".


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