Crítica de música

Javier Gurruchaga, el rock’n’roll del fin del mundo en Barnasants

El cantante conjuró los peores augurios globales con una efervescente sesión de clásicos de la Orquesta Mondragón salpicada con siniestros guiños a Edgar Allan Poe

Gurruchaga

Gurruchaga / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Javier Gurruchaga sigue ingeniándoselas para dar coberturas conceptuales oportunas a sus conciertos, pero, al fin y al cabo, el espectáculo es él mismo, con su voz rugiente, sus andares de maestro del gran guiñol y el secular repertorio de la Orquesta Mondragón, siempre listo para poner patas arriba el auditorio. Así fue este sábado en el teatro Joventut, de L’Hospitalet, escenario que trajo al artista recuerdos de su actuación, en el curso 1993-94, con ‘Golfos de Roma’, de la mano de Mario Gas.

Lo significativo de esas ‘Historias extraordinarias’ que, vía Edgar Allan Poe, desplegó en Barnasants, fue constatar la vivacidad de los clásicos de la Mondragón y las aptitudes de Gurruchaga como señor del escenario y feroz cantante de rock’n’roll a la clásica manera, muy apreciable desde la gloriosa ‘freakada’ de ‘Garras humanas’, con la que abrió la noche mostrando su corazón roto: “Soy el hombre sin brazos del circo / Soy capaz de fumar con los pies / Cada noche la gente me aplaude más / Pero yo me quisiera morir”. Sombrero de copa, abrigo largo y la compañía del “majestuoso cuervo” de Poe, posando en un ala del sillón y haciendo de sordo interlocutor de sus tribulaciones.

Diversión en el abismo

Gurruchaga supo sacar partido de los rasgos de teatralidad, con esas lecturas de fragmentos de ‘El cuervo’ y ‘La máscara de la muerte roja’, de Poe, casando con el perfume inquietante de los últimos sucesos globales. Pero el rock acabó ganando el pulso a la literatura: la agenda internacional era propicia al ‘riff’ criminal de ‘Caperucita feroz’, a un ‘Tic tac’ con trazos psicópatas y a la cadencia ‘skatalítica’ de ‘Bon voyage’. Y el homenaje al Rey, que no fue otro que Elvis Presley, con un ‘That’s all right’. Rock’n’roll con saxo orgulloso, imponiendo el sentido de la diversión al borde del abismo, con ese sintomático ‘Back in the USSR’, de los Beatles, y un ‘Viaje con nosotros’ con vistas a Kiev, en el que Gurruchaga estiró su ‘entertainment’ con miga, conjurando los peores augurios del fin del mundo.