El 'contraobituario'

Inolvidables días de Pau Riba caídos en el olvido

Fue Doña Inés en el Born, compartió despiporre con Nico en La Floresta y, un día, por la calle, se enmendó y aceptó que no es cierto que los maestros de escuela no entienden nada

Pau Riba 1979

Pau Riba 1979

Carles Cols

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A Pau Riba se le ha despedido con emocionados y emocionantes obituarios que bien podrían ser musicados y cantados en fechas señaladas, por ejemplo el próximo 26 de julio, 47 aniversario de su primera actuación en Canet Rock, aunque tampoco estuvo mal la de 1977, en la que se subió al escenario con un bañador de señora recién comprado en una gasolinera camino del festival. ¡Qué tipo! “Trovador contracultural”, “talento innato”, “espíritu libre y despeinado”…, su trayectoria vital ha sido repasada por quienes, por la fortuna de dedicarse a la crítica musical, le conocieron en uno u otro momento de sus 73 años de existencia. Como si la biografía Pau fuera un jamón, quedan siempre recortes que no deberían caer en el olvido. He aquí, de forma anárquica, ‘comme il faut’, varios de ellas.

Cuando Pau fue Doña Inés...

Esta no ha sido la primera vez que Pau Riba ha muerto. La primera fue el 20 de noviembre de 1976, primer aniversario de la muerte de Franco Franco. Lo hizo, raro en él, que era más de ir desnudo por casa, vestido de mujer. Aquel día se representó en el antiguo mercado del Born, que Porcioles quería convertir en un párking, una versión muy libre y loca de ‘Don Juan Tenorio’, con nueve ‘donjuanes’ y 15 ‘ineses’. Una de ellas era Pau Riba, que en el momento de literalmente ascender a los cielos del mercado (pues le subían en una cesta) le ocurrió algo que él mismo recordaba años después, cuando se lo preguntaban, entre risas. Entre el público, que iba de aquí para allá por el recinto, estaba Ocaña, otro que tal. Al ver a Riba travestido, tal vez se hizo ilusiones, pues, esto hay que subrayarlo, siempre fue guapetón. “Hombre Pau, que ‘hases’ por aquí”, le preguntó Ocaña. Riba intentó explicarle que estaba a punto de arruinarle su minuto de gloria en la obra. “Calla, calla, que estoy muerto”. El artista del pincel y la pluma no entendió o no quiso entender lo que pasaba y terminó por subirse en la jaula en la que doña Inés se elevaba como un espectro, ascensión en la que, con gran teatralidad, Ocaña fue perdiendo plumas de su atuendo.

Cuando se reconcilió con los maestros...

La segunda anécdota que no debería caer en el olvido es minúscula, pero el gremio del profesorado escolar la agradecerá casi como si fuera una disculpa del mismísimo Pau Riba. Viene al caso por una estrofa de una de sus canciones más celebradas, ‘L’home estàtic’, incluida en el segundo disco de ‘Dioptria’, un poema extraordinario sobre un hombre absolutamente carente de chispa. Un día se atreve a oler las flores de un jardín que no es suyo y el dueño de la finca le abofetea. “’Descobreix que no està bé, i vol dir-ho a una senyora, la senyora no l’entén, perque és mestre d’una escola’”. Qué poca gracia le hizo durante años esa frase a los profesores ‘paurribistas’. El caso es que en un día, y esto es deliciosamente cierto, una anciana caminaba por el Eixample barcelonés cuando vio que se acercaba hacia ella un joven melenudo y desaliñado. “Señorita Cuchí, ¿cómo está usted?”. Había sido profesora de matemáticas de Pau y de ella guardaba, parece, un entrañable recuerdo, y así se lo hizo saber. Nada que ver con la letra de su canción.

Pau Riba, en Formentera, en una imagen que retrata su forma de ser entonces y esta misma semana, antes de su deceso.

Pau Riba, en Formentera, en una imagen que retrata su forma de ser entonces y esta misma semana, antes de su deceso. /

Cuando el Liceu y el Palau le desdeñaron...

‘Dioptria’, como mucho se ha subrayado en los obituarios, es el Everest musical de Pau Riba. El primero de los discos del álbum salió al mercado dos años después de que ‘Els setze jutges’, el sanedrín de la cultura catalana musical de los años 60, rechazara el ingreso de Pau en ese colectivo, se supone que porque estaba como una regadera de zinc. Eso tampoco faltará en ninguno de los obituarios. Lo que no debería caer en el olvido es que incluso la dulce venganza que fue el monumental éxito de ‘Dioptria’ la logró con lo más granado de la sociedad catalana dándole la espalda. Quiso presentar el disco en el Liceu. Obtuvo como respuesta un no rotundo del gran coliseo operístico de la ciudad que, lo que son las cosas, ha terminado por programar hasta chirigotas de Cádiz. Lo intentó después en el Palau de la Música. Ese segundo rechazo se lo tomó con más guasa. Le pidió a Jaume Sisa que hiciera de mensajero para que llevara personalmente al auditorio de la calle de Sant Pere Més Alt una butifarra envuelta en una ‘senyera’.

Pau Riba, en una de sus recordadas actuaciones en Canet Rock.

Pau Riba, en una de sus recordadas actuaciones en Canet Rock. /

Cuando La Floresta era Haight-Ashbury...

Con Sisa estuvo Riba en otro ‘sarao’ que parece haber quedado eclipsado por la fama de lo ocurrido en Canet Rock, y es una injusticia. A veces se compara el festival del Maresme con una suerte de versión chica de Woodstock, pero fue en el barrio de La Floresta donde con más fuerza echaron raíces las semillas del ‘hippismo’ y, por qué no decirlo, de otras hierbas. En los años 70, el antiguo Casino de la Floresta fue conquistado por la contracultura. Por estar, estuvo hasta Nico, musa de Velvet Underground, aunque lo de estar es muy relativo, porque parece que viajaba a caballo a todas horas. Pau Riba también estuvo ahí, otro momento inolvidable parece que caído en el olvido, porque puede que le ocurriera lo mismo que a Sisa. Tiene su guasa. La anécdota es que hace siete años la periodista Mont Carvajal, vecina de La Floresta, quiso grabar un documental sobre el despiporre de los años 70 en aquel casino. Fue en busca de los protagonistas, así que llamó a Sisa. Este, muy en serio, le respondió que él no había actuado allí. Entonces, Mont le enseñó una fotografía. Era él, sobre el escenario, con el público entregado a su actuación. No daba crédito.

Cuando su discografía no está disponible...

Pues sí, qué puñetera es la memoria, de la que se podría incluso colegir que es azarosa. Celebrado Pau Riba, desde que se supo de su implacable cáncer de páncreas, como un artista sin igual, y, sin embargo, su discografía está muy cortamente representada en las plataformas digitales más generosamente nutridas, como Spotify y Apple Music. Ambas sufren una amnesia que condena al olvido discos preciosos, como ‘Amarga crisi’, del que, ya que estamos, merece la pena subrayar un tema como ‘Lobulus temptator’, por su muy erótica letra, en la que Riba fantasea con morder la oreja de su amante para que luzca en ella, como un pendiente, una gotita de sangre, “’com un granet de magrana, senyalant la teva pell’”.

Ha muerto Pau Riba, un Guadiana de la cultura catalana, un letrista que mecía la lengua catalana con un cariño envidiable,  pero, sobre todo, ha muerto también un río de cauce imprevisible o, como se dice más vulgarmente, el perejil de tantas y tantas salsas. Será un gran placer leer algún día su biografía. Por favor. Que sea pronto publicada.