Exposición

Lee Friedlander, el fotógrafo del encuadre perfecto, a través de 300 fotografías

El espacio KBr dedica una monográfica a esta figura clave de la imagen del siglo XX con un recorrido por sus seis décadas de trayectoria

'El padre Duffy, Times Square', Nueva York, 1974

'El padre Duffy, Times Square', Nueva York, 1974 / Lee Friedlander

Natàlia Farré

Natàlia Farré

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Sesenta años de carrera resumidos en 320 fotografías. Es la propuesta del espacio KBr para presentar a uno de los grandes detrás de la cámara, a “una figura clave de la fotografía del siglo XX, hay un antes y un después de personajes como él y de su manera de mirar la fotografía”. El maestro es Lee Friedlander (Aberdeen, EEUU, 1934), que con 88 años sigue captando imágenes, ahí está su autorretrato de 2011 tomado en la cama del hospital tras una delicada operación. “Lo primero que hizo al despertar es pedir su cámara, lo hace compulsivamente, es su manera de conectar con el mundo”. Las explicaciones son de Carlos Gollonet, historiador del arte y comisario de la muestra (hasta el 8 de mayo). No es la primera monográfica que aterriza en Barcelona dedicada a este creador que ha cursado su trayectoria desafiando a la tradición, en 2007 se pudo ver en la ciudad la que le dedicó el Moma en 2005. 

La Sagrada Família

Entonces no lucía una de las imágenes de la actual muestra: una Sagrada Família que cuesta de ver, escondida en un segundo o tercer plano y en disputa con la vegetación y suvenires varios por lograr el protagonismo. La imagen es una rareza y un ejemplo al mismo tiempo. La singularidad surge de lo anecdótico que es que Friedlander incluya instantáneas de sus viajes en las exposiciones: no le gusta fotografiar lo que le es ajeno, no en vano define su fotografía como “el paisaje social americano”. Y la normalidad de la imagen viene definida porque condensa la esencia de su trabajo: nada vinculado a la tradición del arte ni a su voluntad esteticista sino a captar la realidad tal como es. La fotografía, además, está directamente relacionada con una de sus series más conocidas y reconocidas ‘The American Monument’, en la que retrata piezas significativas de su país pero no lo hace al uso: las obras jamás están en el centro ni identificadas. 

Lo suyo –además de la ironía, el humor y los juegos visuales- es el “encuadre perfecto”, sostiene el comisario. Si para Henri Cartier-Bresson lo importante era ‘el instante decisivo’, la escena no sería la misma tomada un segundo antes o un segundo después, para Friedlander el tiempo no importa. Para el artista americano lo vital es la composición. Ahí está ‘Albuquerque, New Mexico, 1972’, una imagen compositivamente perfecta en la que nada es prescindible: el perro, el semáforo, la boca de incendios, la casa… La fotografía hubiera sido la misma tomada un segundo antes o uno después pero no aguantaría sin alguno de los elementos que aparecen en ella. Hay más: no recorta los negativos, lo que encuadra es lo que acaba apareciendo en la copia en papel. Ya sea en los desnudos –totalmente despojados de una mirada ‘vouyer’ o romántica- o en los autorretratos –su imagen acaba siendo una parte de la composición al proyectarse como sombra o como un reflejo en un cristal.

El tío Vern y su coche

Algo casi natural en alguien que descubrió la fotografía de adolescente y casi por accidente: “Solo quería sacar al tío Vern junto a su coche nuevo en día despejado. Lo saqué a él y al coche. También un poco de ropa tendida de mi tía Mary y a Beau Jack, el perro, meando en la cerca, y una fila de macetas de Begonias en el porche y 78 árboles y un millón de guijarros en el camino de entrada y más cosas”. Vamos, “Friedlander es capaz de construir una obra de arte a partir de fotografiar aquellos elementos a priori poco susceptibles de ser fotografiados”. Palabra de comisario.