Crónica de música
Lluís Llach, dominador 15 años después
El cantautor mostró autoridad y poderío vocal en su reaparición por una noche en el Palau Sant Jordi, a lomos de clásicos como ‘País petit’, ‘Que tinguem sort’ y una ‘estaca’ que cedió al canto del público
Jordi Bianciotto
Periodista
Llach con acento político, voz de alerta altermundialista, activista lingüístico, y sobre todo, el señor artista, creador de unas cuantas docenas de partituras troncales del cancionero catalán moderno. Lo de este sábado en el Palau Sant Jordi (rozando el lleno) no fue ningún mitin, sino un concierto en el que, como por hechizo, cabalgaron de nuevo las tonadas y rimas de una era, de nuevo, acaso por última vez, si bien dijimos lo mismo hace casi 15 años, aquella noche de retirada en Verges.
El ‘grandes éxitos’ no fue nunca plato del gusto de Llach, así que resultó doblemente excepcional verle saltando de clásico en clásico a lo largo de dos horas, empezando, solo al piano, con ‘Vida’, su anhelo de seguir siendo “infant en la mirada”. Presentándose como “un miembro más de Debat Constituent”, el proceso participativo motor de esta reaparición, bromeó, al presentar ‘Silenci’, con su intención inicial de hablar poco, clamando por “defender con uñas y dientes la lengua y la cultura”.
Voz en solfa
Poético envoltorio, el diseñado por Lluís Danés, con sus puntos de luz, sus portalones y su suelo estrellado, vestigio de aquel ‘Tranuites circus’ de 2007. El tratamiento sonoro tendió a una sobriedad recogida, y Carles Cases mantuvo a raya las capas de sintetizador (que tanto manejó en los 80) y se pasó con frecuencia al piano, en un delicado diálogo con la guitarra de Jordi Armengol. Se notó que Llach ha estado ejercitando la voz durante largas semanas, porque cantó con la tensión y los pliegues de siempre esas canciones que tanto podían exigir hondura (‘Venim del nord, venim del sud’), como poderío (‘El jorn dels miserables’, con Joan Reig, de Els Pets, bombeando en la batería) y matices a flor de piel (‘I si canto trist’, compartido con Joan Dausà).
El goteo de invitados (que colaron canciones propias, cuatro de las 22 que sonaron) ayudó a Llach a mesurar sus fuerzas, aunque es probable que sus seguidores hubieran preferido un concierto suyo sin interferencias. Pero él quiso escenificar esa mano tendida a las sucesivas generaciones, con Montse Castellà, Natxo Tarrés (Gossos), Suu y Marta Carrasco compartiendo sus artes. Escena álgida con Gemma Humet y Ju en el ‘Cant de l’enyor’, como en aquel Camp Nou de 1985 le correspondió a Maria del Mar Bonet y Marina Rossell. Un grupo tan alejado de la estética de Llach, Els Catarres, ajustó sus voces en una sensible ‘Abril 74’.
Se acabó alzando un Llach genuino, sólido, como si su último recital hubiera sido ayer, en ese tramo final de emotividad ‘in crescendo’. Le vimos tan o más dominador que años atrás en un arrebatador ‘País petit’, en la desengañada ‘Companys, no és això’ y en la carta de navegación de ‘Que tinguem sort’. Pero prefirió que ‘L’estaca’ la cantara el público, resumiendo ahí el ánimo de la noche: “Sou els protagonistes de la historia”.
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