Lengua

Estos son los principales cambios en el Diccionario de la RAE

La digitalización de la sociedad o la pandemia de coronavirus son responsables de la gran parte de las entradas

Diccionario de la RAE

Diccionario de la RAE / periodico

Ernest Alós

Ernest Alós

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Los diccionarios impresos se han quedado congelados mientras cada año las academias de la lengua actualizan su versión online. Lo acaba de hacer la Real Academia Española (días después de que el Institut d'Estudis Catalans informase de los cambios registrados en 2021 en su DIEC2, con la versión 23.5, la quinta actualización digital de la 23ª edición impresa del Diccionario de la Lengua Española. El DLE ha abierto sus puertas a más de 3.800 nuevas palabras o nuevos significados de términos ya aceptados. Después de haberlas limpiado (al bitcóin lo ha peinado la Real Academia Española con un acento), fijado (a Mariano Rajoy le quedará ya claro que las chuches son las chuches y no los chuches) y dado esplendor (que más esplendoroso que un eurofán). Estos son algunos de los cambios más significativos.  

'Bizarro': cuando la academia claudica

La entrada en el diccionario más que una autorización normativa es el reconocimiento de que un término ya tiene suficiente extensión y continuidad en el uso. Pero en algunos casos tiene algo de rendición. Cuando la academia se resigna y tras años intentando convencer a los hablantes de que en castellano bizarro es solo valiente, se pliega al uso importado de inglés y francés y admite que también significa «raro, extravagante o fuera de lo común». O asume apalizar como «dar una paliza a alguien» tras haber intentado, como recoge su diccionario de dudas, que se evitara, frente a las alternativas apalear, dar una paliza o vapulear. 

El género sigue 'fijándose'

Hubo un tiempo en que las obras normativas de la RAE insistían en que solo las palabras tenían género, pero no las personas: estas, en cualquier caso, tenían sexo. Y de aquí que se intentase no dar carta de naturaleza a la expresión violencia de género. El diccionario ya admitió género como «grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico» y ahora sigue incorporando conceptos como cisgénero o cisexual. Una vez eliminados términos más flagrantemente machistas, la RAE sigue afinando en cuestiones de género: ahora además de obispo incluye la posibilidad de que existan obispas. Y llega también el poliamor y lo pansexual. Pero más allá del género, las nuevas realidades sociales siguen entrando en el diccionario. La gentrificación, el copago, la criptomoneda, una bío (reseña biográfica de un individuo), el banco de alimentos o la exclusión social. Y también, tras mucho pensárselo, ha admitido la RAE procrastinar. 

'Empanado': cuando escucha la calle

La inclusión de términos de lenguaje coloquial o juvenil (con el riesgo de que con los años queden tan desfasados como un carroza) es una constante en cada revisión del diccionario. Ahora ya se admite que no solo la carne puede estar empanada, sino también una persona «despistada, distraída, aturdida o confusa». O que la estopa se puede dar o repartir en forma de agresión. O que una chuche (sustantivo femenino, no masculino) es una golosina. Mención aparte merece el verbo rayar. Hasta ahora, el DLE reconocía el verbo transitivo rallar como una forma antigua para fastidiar a alguien. Y rayar, en forma pronominal (rayarse) como dialectalismo del Cono Sur con el significado de estar fuera de sus casillas. Ahora considera de uso general en España el pronominal rayarse («no te rayes») con el significado de «obsesionarse o preocuparse excesivamente». También entra en el diccionario la cobra no como reptil sino como la acción de «retirar la cara para evitar un beso no deseado». Y el cachopo asturiano y el incomprensiblemente ausente hasta ahora churretón. Y es que las sesiones de los académicos ya se puede decir que deben de haber sido un pifostio, o incluso un sindiós. 

'Bot': neologismos tecnológicos

En cualquier actualización de cualquier diccionario entran también en mansalva neologismos asociados a nuevas tecnologías. En esta edición, cortapega, ciberacoso, ciberdelincuencia, ciberdelito, bitcóin, bot, criptomoneda, ludificar, netiqueta o geolocalizar. Y otros no tan neo, en los que la RAE se lo ha tomado con pachorra, como fotodepilación. 

ADN: palabras que crecen

Pero incluso con neologismos científicos o técnicos adaptados recientemente, la lengua evoluciona y la academia debe aceptar que sumen nuevos significados. Por ejemplo, tras haber incluido ya ADN con su significado literal, en la versión 23.5 tomaría carta de naturaleza una expresión como ADN Barça. Ahora el diccionario recoge que puede significar la «esencia, naturaleza de alguien o de algo». Igual sucede con gen. 

Cubrebocas: lengua y pandemia

Como también pasa en la última revisión del Diccionari de l’Institut Estudis Catalans, se reconocen algunas palabras cuya circulación se ha propagado durante los tiempos de pandemia. En este DLE 23.5, cubrebocas, urgenciólogo, vacunólogo, cribado, distanciamiento físico o social o nueva normalidad. 

Vinagre catalán

La RAE ha actualizado también la etimología de unas cuantas palabras. En algunas, en lugar de remitirse al lejano ancestro latín, se refiere en primera instancia a la lengua de la que el castellano tomó prestada la expresión. Vinagre, del catalán antiguo vin agre; ruiseñor, del occitano rossinhol; el alcohol del árabe hispánico al-kuhul (khol); horchata «del valenciano orxata» a partir del italiano orzata, de cebada, rectificando el fantasioso origen mozárabe que le atribuía. En algún caso añade alguna explicación enciclopédica sobre quién fue el Lynch que originó el verbo linchar o el Guillotin que inventó la guillotina.

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