Discos de la semana

Crítica de 'Barn', de Neil Young: bastión generacional

El cantautor canadiense se reafirma como uno de los grandes supervivientes de su quinta en un notable álbum en el que, acompañado de su grupo más legendario, Crazy Horse, se decanta por los 'tempos' pausados sin renunciar al arrebato de furia

También reseñados los nuevos álbums de Ferran Palau, Libérica (feat. Antonio Lizana), Michael Hurley y Andrew Taylor and The Harmonizers

neil young

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Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Roger Roca
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Mientras sus colegas de generación van espaciando los lanzamientos, retirándose o, directamente, apeándose de este mundo, Neil Young sigue ejerciendo de alto bastión generacional, alimentando con cada nuevo álbum una idea de fiabilidad. Ahí, 'Barn', como su anterior entrega, 'Colorado' (2019), da lo que secularmente esperamos de él: un vivaz encuentro de esencias campestres y rugosidad eléctrica, ahora sutilmente decantado hacia el medio tiempo y el recogimiento, equilibrando la furia y la celebración con puntos de fuga melancólicos. 

Young repite alianza con Crazy Horse, seguramente la compañía de su vida, si bien la guitarra de Frank 'Poncho' Sampedro quedó atrás y sigue en su puesto Nils Lofgren, liberado (entendemos que temporalmente) de la E Street Band. Este no es solo un guitarrista más técnico y sutil, sino que, como ya se vio en el pasado ('Tonight's the night', 1975), puede aportar sustanciosos matices con el piano o con ese acordeón que asoma en la envolvente pieza de apertura, 'Song of the season'. Cautivado por la madre tierra, Neil Young observa ahí el lago a través de la ventana y alcanza la (discutible) conclusión de que "la naturaleza no comete errores". 

Pureza contra cinismo

'Barn', álbum grabado en las Montañas Rocosas, alude desde su mismo título ('granero') a la América rural, un escenario que nos habla de pureza y nos aleja de toda noción de cinismo. Ahí está asentado Young, con sus declaraciones de amor a corazón abierto: 'Tumblin' thru the years', apuntalada en el piano, o las simpáticas 'Shape of you' y 'Don't forget love'. ¿Young inofensivo? Young enamorado de su mujer (Daryl Hannah), sin miedo a sonar incluso un poco cursi y negándose a claudicar ("ahora soy más viejo / pero sigo soñando"). 

Y siguiendo ese hilo, aplicando su concepto de nobleza de espíritu a temáticas más globales: la airada 'Human race', que hereda el tacto granulado proto-grunge y donde se pregunta "¿quién va a decirles / a los niños del destino / que no tratamos de salvar el mundo para ellos?". La pista ecológica está ahí en el 'honky tonk' humeante de 'Change ain't never gonna', que clama por los valientes que tratan de "salvar el planeta" (de nuevo ese verbo) "de la multitud que quema combustibles". 

El Neil Young de 'Barn' encuentra en el cruce temperado de la dulzura y el vigor un carril para expresarse con credibilidad a los 76, sin forzar su personaje. Y aunque en ciertos momentos resulte algo simplón (el cántico a favor de la era pos-Trump llamado 'Canerican'), sigue habiendo algo mágico e intangible en sus mejores momentos, como en ese 'Welcome back' ensoñador, un poco barbitúrico. Recordamos ahí que Neil Young ha sido siempre uno de los creadores más dotados para construir una canción de ocho minutos y medio en la que, de lejos, puede parecer que no pasa nada. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

Después del ciclo de 'Blanc', 'Kevin' y 'Park', el trovador ingrávido de Collbató destila un poco más su lenguaje musical quedándose con la guitarra acústica en otro cancionero dotado de un sereno magnetismo. Como en sus inicios como solista, pero con la economía de recursos del pop metafísico. Y cantando al amor singular y universal, el que envuelve 'Casa't amb mi' y el que comparte con sus cómplices de sello, como Anna Andreu, Maria Hein o Iris Deco, en la mística nublada de 'Mar. J. B.

La intención queda clara desde el título: en el estreno del grupo Libérica, el contrabajista Manel Fortià triangula jazz, flamenco y canción tradicional catalana: 'El cant dels ocells', 'La presó de Lleida' o 'Els tres tambors' al compás y con groove, con Lizana, cantaor y saxo en alza en el panorama del jazz flamenco, como invitado. Y aunque sobre el papel la idea parezca dibujada con tiralíneas, 'Arrels' funciona porque desprende verdad gracias, en especial, a la hondura del cantaor Pere Martínez. - Roger Roca

El octogenario trovador estadounidense, figura clave en la escena folk de Greenwich Village en los 60 y los 70, rompe un silencio discográfico de 12 años con una colección de 11 canciones grabadas en solitario en su casa de Oregón a las que algunos músicos amigos han añadido voces y puntuales apuntes de piano, dobro, violín y clarinete; austeras viñetas acústicas en las que el tiempo parece haberse detenido y que evocan barbacoas en patios traseros y hogueras bajo la estrellas. Una joya de disco. - Rafael Tapounet

Al escocés Andrew Taylor le sobran las buenas canciones, de manera que a su labor al frente de los estupendos Dropkick y The Boys with Perpetual Nervousness le suma ahora un tercer proyecto que no supone un cambio de coordenadas. Lo suyo sigue siendo el pop luminoso de guitarras brillantes y armonías vocales celestiales en la estela de los ineludibles Teenage Fanclub, aunque aquí añade a la fórmula unos toques de 'pedal steel' que acercan algunas canciones ('Life is good') a un sugerente territorio country-pop. - R. T

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