Obituario

Georgie Dann, el infatigable currante del chiringuito

El cantante francés, afincado en España, fallece a los 81 años dejando un rastro de hitos de la canción del verano, subgénero que él contribuyó a moldear, como ‘El casatschok’, ‘El bimbó’ o ‘La barbacoa’

Georgie Dann, fotografiado en 2013

Georgie Dann, fotografiado en 2013 / Julio Carbó

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde que ‘El catatschok’, en 1969, puso a medio país a emular estrambóticos pasos de baile de inspiración cosaca, apenas ha habido verano sin una canción de Georgie Dann con la que amenizar verbenas, chiringuitos y, por supuesto, barbacoas. Un rito estacional que deberemos dar por tristemente suspendido tras el deceso, este miércoles, del cantante y compositor francés, a los 81 años, en el Hospital Puerta de Hierro, de Madrid, adonde había acudido para operarse de la cadera.

De Georgie Dann siempre asombró su falta de complejos para conquistar al gran público por la vía más simple, tontorrona si se quiere, si bien es cierto que tantos otros lo intentaron sin acercarse ni remotamente a sus logros. Un sexto sentido debió de acompañarle desde que, a mediados de los 60, procedió a dejar atrás sus inclinaciones por el jazz para conectar con el gusto juvenil: primero con vistas al guateque (al frente de combos como Les Starway) y luego explorando la combinación de estribillos meridianos y bailes inventados, jugando con el exotismo latino y africano y con la insinuación erótico-festiva.

Una oportunidad en Barcelona

Parisiense crecido en una familia decantada por el artisteo, Georges Mayer Dahan (14 de enero de 1940) se comió nueve años de conservatorio (se adiestró en el clarinete, el saxo y el acordeón) mientras se licenciaba en magisterio, y muy pronto vio cómo su rumbo se torcía hacia el sur: le marcó su paso por el Festival de la Canción del Mediterráneo de 1964, celebrado en Barcelona, donde alcanzó la sexta posición con el tema a ritmo de twist ‘Tout ce que tu sais’. A partir de ahí, comenzó a introducir el castellano en su repertorio, que enfocó hacia las adaptaciones de piezas populares del momento. Entre aquellos registros primerizos hay que anotar desde la llorona balada ‘Aline’ (Christophe) al hito surafricano ‘Pata pata’ (popularizado por Miriam Makeba), pasando por ‘Juanita Banana’ (en España conocida por la versión de Luis Aguilé).

De esa época procede el epé ‘Por qué un pijama’ (1966), en el que, además del tema titular (original de Serge Gainsbourg), colaba una curiosa creación propia, ‘La contraprotesta’, en la que venía a parodiar a los cantantes políticos de la época. “Hoy lo moderno en la canción / es protestar sin ton ni son / Pronto aquí no habrá un cantante / que no sea protestante”, arrancaba la letra, que loaba el sol de España y el Dúo Dinámico, y se mofaba de las “salidas de payaso” de Salvador Dalí.

Amigo de la balalaika

‘El casatschok’ le armó con su coreografía, sus casacas y su lírica con guiños a la balalaika, el vodka y los remeros del Volga, todo ello inmortalizado en un proto-videoclip filmado en el Park Güell. Basada en la composición rusa ‘Katiusha’, fue seria aspirante a una categoría musical incipiente, la canción del verano (ahí, en tensa rivalidad con ‘María Isabel’, de Los Payos), y estableció un molde a seguir al manejar una palabra fetiche, quizá inusual pero simpática y memorizable, y asociarla a un baile creado exprofeso. Le siguió, en los años 70, una larga sucesión de títulos de éxito: sinuoso ‘El bimbó’, que impactó también en Francia, y otros, como ‘El dinosaurio’, ‘La rana’ y ‘Mi cafetal’. Instalado un tiempo en Barcelona, se desplazó a Madrid para quedarse.

Esas canciones, pese a disponer de vida propia, engrosaron álbumes en los que Georgie Dann, sin manías, podía pasar por las armas sambas y rancheras, éxitos pop europeos (‘Paloma blanca’, de George Baker Selection) o logros antillanos (la puertorriqueña ‘El cumbanchero’), todo ello con cierta tendencia a la igualación sonora en materia de arreglos y bombeo rítmico. Ahí acuñó Georgie Dann su modo de hacer, y para desplegarlo con toda confianza y profesionalidad formó equipo con su flamante esposa, la catalana Emilia García, Emy, convertida en su ‘road manager’ tras ejercer de admirada gogó en discotecas barcelonesas como Lord Black y Planeta 2001. Ambos tuvieron tres hijos, dos de los cuales, Patricia y Paul, darían forma al dúo musical Calle París.

Debilidad africana

Dejando atrás las canciones con, digamos, sensibilidad esteparia (que se anotaron otro hito con sabor ruso, ‘Moscú’, en 1980, año olímpico), Dann fue tirando de otro filón con ‘El africano’ (1985), a costa del cachondeo en torno a “la negrita” que se preguntaba con sospechosa inocencia “mami, qué será lo que tiene el negro”. De ahí a la variación sobre el mismo tema de ‘El negro no puede…’, muy ajena a cualquier noción contemporánea de corrección política.

Georgie Dann en modo turbo, y estaban por llegar los pelotazos de ‘El chiringuito’ (1988) y ‘La barbacoa’ (1994), y a continuación el reguero de tonadas con las que siguió amenizando los veranos, ya bien entrado el siglo XXI, con títulos tan orientativos como ‘Mecagüentó’, ‘El veranito’ y ‘La cerveza’. Aun en 2018, insistiendo en la imaginería eslava, cayó ‘Buen rollinski’, tema que revisitaba con un poco de brisa nostálgica el viejo ‘casatschok’, ya en una época en que la misma noción de canción del verano parecía entrar en crisis. Quizá su proclamación como rey de ese subgénero tenga, por tanto, un carácter indefinido.

Suscríbete para seguir leyendo