Pionero del rock’n’roll británico

Cliff Richard vuelve a ‘Congratulations’ para celebrar sus 80 años en el Royal Albert Hall

El cantante celebra su longevidad artística con una exultante tanda de conciertos en la que recorre sus éxitos sin pasar por alto el clásico eurovisivo, tras acusar en su autobiografía al régimen franquista de haber “amañado” el triunfo de Massiel

Cliff Richard en una imagen de archivo.

Cliff Richard en una imagen de archivo. / EFE/FERDY DAMMAN

Jordi Bianciotto

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Fue el primero de los chicos malos del rock’n’roll británico en los 50, ídolo pop con la cara lavada en los 60 y, desde 1995, tesoro nacional distinguido como Sir por la reina Isabel. Y estos días respira hondo en el Royal Albert Hall, a cuenta del por fin consumado ‘The great 80 tour’, itinerario británico con el que festeja su cumpleaños más vertiginoso (aunque hace unos días ya cumplió los 81). “Aquí estamos, todos juntos, somos los supervivientes”, hizo notar este domingo Cliff Richard en su reencuentro, retrasado un año por la pandemia.

Son cuatro noches en la encopetada sala, que sopla también sus velas (por el 150º aniversario), llena de un público que creció con él y que le ha convertido en un as del ‘hit parade’ de largo recorrido; caso único de artista con álbumes en el Top 5 británico a lo largo de ocho décadas. “¡Y todo es culpa vuestra!”, bromeó. El más reciente es ‘Music… the air that I breathe’, con el que hace un año estrenó los quién sabe si felices 20 y del que cantó un par de temas.

En Abbey Road a los 17

‘Entertainer’ consumado, hecho un pincel, cambiando de fracs y chaquetas de lentejuelas hasta tres veces, y con la voz en muy buenas condiciones, Cliff Richard se deleitó retrocediendo primero hasta sus inicios rocanroleros. Ahí estuvo ‘Move it’ (1958), la canción de Ian Samwell que, como explicó, supuso su debut en un estudio de grabación, el de Abbey Road, a los 17 años, arropado por cierto grupo llamado The Drifters (futuros The Shadows). El auditorio, presto a despeinarse (solo un poco) a golpe de ‘Do you wanna dance’, ‘Gee whiz it’s you’ y ‘Please don’t tease’, con sus nobles sonidos de guitarra eléctrica: Richard recordó que la primera Fender Stratocaster que entró en el Reino Unido fue el modelo rosa salmón que regaló a su colega de banda, el gafotas de Hank Marvin.

Pese al aura de triunfador, se diría que hay un episodio que todavía no ha terminado de digerir: su 2º puesto, con ‘Congratulations’, en Eurovision-68, por detrás del ‘La, la, la’ de Massiel. En su reciente autobiografía, ‘The dreamer’, califica el resultado de “amañado por el general Franco” para “hacer de España un gran destino turístico”, apostillando: “¡Supongo que funcionó!” (y sin acusar a ninguno de los países que habrían entrado en el juego: no hay sobornos sin sobornados). Y bien, ahí estuvo él, de vuelta al mismo escenario de aquella noche de hace 53 años, proclamando una vez más el deseo de que el mundo entero compartiera su felicidad en ese estribillo pasto del circuito histórico BBC (bodas, bautizos y comuniones).

Después de sus “horas más oscuras”

El clásico eurovisivo culminó una disfrutable rueda de hitos sesenteros, con ‘Living doll’, ‘Summer holiday’ y la prematuramente melancólica ‘The young ones’ (que Los Mustang convirtieron en ‘Los jóvenes’). Hay que apuntar que, en aquellos tiempos, en 1963, Richard y The Shadows grabaron en Barcelona un disco, ‘When in Spain…’, y se dejaron ver por Sitges. El otro polo del repertorio fue el reguero de éxitos que sembró a caballo de los últimos 70 y los 80: de la rockera ‘Devil woman’ a ‘Where do we go from here’, envuelta en sonidos de sintetizador de la época, y pasando por ‘We don’t talk anymore’, pelotazo disco-pop del notable álbum ‘Rock’n’roll juvenile’ (1979).

Para cerrar, se dirigió al público con una pieza, ‘Golden’, que grabó por su 75º cumpleaños y en la que elogia las largas fidelidades. En el subtexto acaso flotaba su episodio más amargo: la acusación, en 2014, de abusos a un menor, de la que fue exonerado y que se saldó con un multazo a la BBC (2,2 millones de euros) por violación de su vida privada (al difundir imágenes del registro de su casa desde un helicóptero). “Una pesadilla”, apunta en su libro, de la que salió gracias a su fe cristiana, tabla de salvación en sus “horas más oscuras”.