Irreductibles

El sotobosque del jazz catalán impulsa ciclos, programaciones estables y festivales

Pequeños locales de Barcelona, Girona, Terrassa o Vic mantienen la llama de una escena precaria

La saxofonista Irene Reig, que abre la temporada, con su trío, en la sala La Deskomunal de Sants.

La saxofonista Irene Reig, que abre la temporada, con su trío, en la sala La Deskomunal de Sants. / El Periódico

Roger Roca

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Faltan apenas tres semanas para que arranque el festival de jazz de Barcelona, que vuelve con un cartel muy potente. Pero antes del desembarco de figuras internacionales, la escena de base del jazz local se pone en marcha: un tejido frágil, sin apenas músculo económico y cada vez más atomizado, pero que da también algunas señales esperanzadoras. Este viernes, La Deskomunal, una sala de conciertos nacida durante la pandemia de la unión de varias cooperativas del barrio de Sants, inaugura su temporada con el trío de la saxofonista Irene Reig. Es el primer concierto de un ciclo organizado por The Changes, un colectivo de jóvenes músicos de Barcelona, que ha diseñado una programación quincenal de conciertos para los próximos dos meses.

Acudieron a La Deskomunal con la voluntad de llevar su música fuera del circuito habitual del jazz. Un circuito, asegura el saxofonista Lluc Casares y miembro de The Changes, más precario que nunca. "Hay un déficit de salas. En una ciudad con más de un millón y medio de personas y tres escuelas superiores de música, no entiendo cómo no se genera más demanda. Y hablamos de una música que es muy atractiva de vivir en directo". En Barcelona los espacios dedicados al jazz son contados: la coctelería Milano; el bastión de lo alternativo, Robadors 23; los históricos Harlem Jazz Club y Jamboree, que hace tiempo dejaron de ser epicentros de la escena, y salas que ofrecen puntualmente jazz, como Nota 79, o restaurantes como el Balius.

20 años en Girona

 Àlix Levy programa desde hace una década el pequeño y acogedor Sunset Jazz Club de Girona, la única sala con programación musical estable en toda la zona. Asegura que el débil tejido del jazz se sostiene únicamente por la voluntad de los implicados. Y sospecha que la demanda languidece porque en las últimas tres décadas se han multiplicado los músicos titulados en jazz y música moderna, pero paradójicamente no se ha conseguido crear auténtica afición entre el público. Aun así, persevera. El sábado, el Sunset celebra su 20º aniversario con el pianista Chano Domínguez y el contrabajista Manel Fortià. Es el arranque de una temporada que incluye artistas internacionales como el pianista de Estonia Kristjan Randalu, fichaje reciente de la discográfica ECM, o el saxofonista y cantaor de Cádiz Antonio Lizana. Durante los meses más duros del covid el Sunset se planteó el cierre, pero el apoyo de sus fieles, que respondieron a la llamada de socorro del club pagando cuotas de socio -"ya somos cerca de 100", dice Levy-, les convenció de seguir.

En Terrassa, ciudad jazzística gracias al empeño de unos aficionados que desde los años 60 mantienen viva la llama del bop y sus derivados, la temporada estable arranca la próxima semana. El menú se sirve íntegramente en la Nova Jazz Cava: 'jam sessions' los jueves y conciertos en fin de semana, básicamente a cargo de artistas locales. Vic también tiene una Jazz Cava, pero su actividad jazzística es estacional. Eso sí: desde allí se organiza un festival, modesto pero con personalidad. La 23 edición del Alhambra Festival Jazz Vic -del 7 al 17 de octubre- arranca con un recital del maestro Jordi Sabatés, institución de las teclas de aquí. En Vic miran a Europa en busca de bandas con filo -los explosivos Atomic, la belleza arrebatada de los islandeses ADHD-, se hacen eco del trabajo de otro colectivo que resiste heroicamente, el sello de Barcelona Underpool, y apuestan por propuestas locales con discurso propio: el trío de ambient Tàlveg, las canciones de la pianista Lucía Fumero… Voces "emergentes" que crecen como pueden en un terreno cada vez más árido.

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