Crítica de 'Sangre turbia': 'thriller' inteligente de ritmo sereno

A pesar de que Cormoran Strike no pasa por su mejor momento familiar debido al cáncer terminal de su tía Joan, y que Robin Ellacott debe enfrentarse a su divorcio con Matthew, la agencia de detectives de la que son socios no podría ir mejor. Debido a su popularidad, una mujer aborda a Strike en plena calle para plantearle investigar un caso que lleva estancado desde hace 40 años: la desaparición de su madre. Margot Bamborough salió de la consulta donde trabajaba una noche de 1974 para encontrarse con su mejor amiga en un pub, y nunca más se supo de ella. El policía al cargo del caso se obsesionó con que el culpable era un conocido asesino en serie de la época, y su línea de investigación demasiado apegada a lo esotérico consiguió que no se llegaran a esclarecer los detalles del caso ni a descubrir el cuerpo de Margot.

A lo largo de más de mil páginas, Robert Galbraith (seudónimo que esconde la firma de J. K. Rowling) despliega todo su talento en ‘Sangre turbia’. Su mayor logro reside en una capacidad envidiable a la hora de gestionar el tiempo narrativo dentro de la construcción de la trama. A pesar de la introducción de elementos de tensión diseminados por el texto, huye de los golpes de efecto y de los giros de guion constantes. Así, la intriga se desarrolla de un modo continuo, intercalando aspectos de la vida de los protagonistas y de su día a día en la agencia, logrando que el interés del lector no decaiga con el paso de los capítulos. Una combinación perfecta que no decepcionará a los seguidores de la serie, aunque tal vez no sea la mejor de sus entregas.