Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Verano: moscas y tunos muertos

Con Vila-Matas sucede que, después de leerlo, comienzas a escribir sobre moscas porque quieres ser un escritor profundo. Y sobre tunos muertos, es un ejemplo, porque quieres ser un escritor superficial

Seat Ritmo

Seat Ritmo / El Periódico

Sucede que es verano y vuelves a Vila-Matas solo porque siempre le recuerdas diciendo que el invierno es más elegante. Lees esta frase, entre lo lapidario y el absurdo, en 'Dietario voluble': “No hay un solo escritor profundo que no haya dicho algo alguna vez sobre las moscas". Con Vila-Matas sucede que, después de leerlo, comienzas a escribir sobre moscas porque quieres ser un escritor profundo. Y sobre tunos muertos, es un ejemplo, porque quieres ser un escritor superficial. El espacio de contacto y de fricción entre ambas opciones, entre el prestigio de la fofa profundidad y el descrédito de la no tan ligera superficialidad, es el (ase)signo de los tiempos. Moscas y tunos que no llegan a ninguna parte, claro. Dejas para otra ocasión imaginar a una mosca vestida de tuno (demasiado kafkiano) o a un tuno como mosca cojonera (demasiado realista). Y escribes sobre moscas y tunos muertos. Aunque tú sabes, y lo sabe Vila-Matas, que estás escribiendo sobre otras cosas. Más profundas. Más ligeras.

Ese año las vacaciones comenzaron con aquella frase de mi padre que se haría famosa en nuestra casa para siempre. Llevábamos más de cincuenta kilómetros de sol inclemente en el exterior del coche y de ambiente gélido en el interior –para qué más detalles– cuando el hombre bajito que estornudaba siempre tres veces al levantarse, que me acompañaba al partido de fútbol los domingos para quedarse en el bar tomando vermú con aceitunas y que roncaba delante del televisor después de comer, ese hombre, sin apenas inmutarse soltó: “Hay pocas moscas este año”. Y siguió a lo suyo, agarrado fuertemente al volante de nuestro viejo Ritmo-65 rojo 'aranciato' mientras apretaba el botón que encendía la radio y ponía un programa deportivo donde los locutores radiaban emocionados hasta un aburridísimo saque de banda en el medio del campo. Hay pocas moscas este año.

Si estaba algo bebido soltaba barbaridades que a él le parecían muy ingeniosas porque, desde siempre, la caterva de cafres que le acompañaba en el bar le había reído esas gracias y se las había jaleado con toses expectorantes, palmetazos en la barra y abundante aparato eléctrico, como las tormentas. En condiciones normales, la mayoría de aquellas sandeces no habrían generado una respuesta jocosa por parte de un público normal, pero con un par de copas servían para entretener a aquella bandada de chimpancés salidos, a aquella tribu violenta de hooligans de diario. Una mañana de domingo cualquiera, abotargado a causa de un vermú blanco demasiado adornado con ginebra barata, soltó aquella frase: “Matar tunos debería convertirse en deporte olímpico”. Y los demás rieron. Y el que lo había dicho era yo.

Suscríbete para seguir leyendo