Crítica de música

El Palau se rinde a Beczala

El tenor polaco exhibe músculo en su debut en el auditorio modernista

icult Piotr Beczala foto A Bofill

icult Piotr Beczala foto A Bofill / A. Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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El regreso a Barcelona del tenor polaco Piotr Beczala para su debut en el Palau -en septiembre cantó en el Liceu y ahora regresa inmerso en una gira por media España- se convirtió en todo un acontecimiento social y cultural. Como es habitual en sus actuaciones, quiso calentar la voz con un repertorio poco divulgado, aunque evitó a sus autores polacos de cabecera, dejando para el final algunas arias de ópera.

Ya desde las tres 'ariette' de Stefano Donaudy con las que arrancó el programa se apreció el excelente estado de forma del cantante; estas piezas sencillas, como las de Respighi que les siguieron -remató 'Nevicata' con un falsete en pianísimo bastante inestable-, las transformó en arias casi dramáticas debido a la energía con las que las revisó, con acentos 'veristas', golpes de glotis y lo que hiciera falta, fascinando a sus incondicionales.

¿Fuera de estilo?

¿Fuera de estilo? Beczala sabe llevarse todo lo que canta a su terreno cómo y transformar en pasión lo que toca, consciente de que su fraseo es fundamental para llegar a su público. Deliciosos resultaron los 'Rispetti', de Wolf-Ferrari, y espectaculares las tres canciones de Tosti, a las que imprimió un cierto acento 'à la Josep Carreras', especialmente en 'L' ultima canzone'. Con este autor llegó la primera ovación de la noche, con un público rendido a los agudos solares del cantante.

El apartado operístico arrancó con dos arias de personajes de Verdi que ya se le han escuchado en el Liceu, Riccardo de 'Un ballo in maschera' y Rodolfo de 'Luisa Miller', piezas que resultan casi imposibles de escuchar mejor cantadas. Despidió el programa tirando de su hace poco incorporado Cavaradossi de 'Tosca', consiguiendo tocar el cielo con 'Recondita armonia'. Regaló tres propinas, entre ellas el adiós a la vida del mismo personaje de 'Tosca' y un aria de 'Andrea Chénier'. 

Sarah Tysman le acompañó desde el piano con total complicidad, luciéndose en solitario en una pieza de Albéniz.