Crítica de música

La revolución Currentzis

El 'enfant terrible' de la dirección orquestal reinventa dos sinfonías de Mozart en su debut en el Palau

23 de abril del 2021  barcelona  Fotografies Teodor Currentzis al Palau  FOTOS DE ANTONI BOFILL

23 de abril del 2021 barcelona Fotografies Teodor Currentzis al Palau FOTOS DE ANTONI BOFILL / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Al igual que sucedió el lunes con el debut en dos sesiones consecutivas la misma tarde del conjunto Les Siècles y de su director, François-Xavier Roth, el viernes le tocó el turno al actual 'enfant terrible' de la dirección orquestal, Teodor Currentzis. El músico greco-ruso se puso al mando de su orquesta musicAeterna para revisar las dos últimas y trascendentales sinfonías de Wolfgang Amadeus Mozart, ambas concebidas en 1788. Pero, ¿por qué es noticia un concierto con obras tan manidas? Porque Currentzis transforma todo lo que toca. Lo renueva, lo adapta y le da la vuelta para exponer su propio punto de vista. Y para ello, nada mejor que contar con un instrumento propio y sin prejuicios que puede moldear a su voluntad como es musicAeterna, compuesto por músicos tan jóvenes, talentosos y ambiciosos como él mismo y que posee un sonido tan particular como arrebatador.

En el Palau, Currentzis dispuso a las cuerdas de su conjunto de pie -salvo los violonchelos, claro-, con parte de la madera incluso detrás que las trompas (antiguas, como todo el viento), contando con un total de 40 músicos.

El director, embutido en sus 'leggins', pasó del podio y dirigió bailoteando al mismo nivel que sus músicos -su concertino se desmelenó feliz-, sin batuta y haciendo espectáculo. La 'Sinfonía nº 40 en Sol menor, KV 550' llegó servida en una versión casi con sordina de sonido, oscura, subrayando más los elementos armónicos que los melódicos, así como las transiciones... Una voz desconocida por ahí, un trino subrayado por allá, un puñado de 'rubati' efectistas, un acento alargado casi con 'glissandi'... Y eso no solo en el 'Molto Allegro' inicial, también en el resto de la obra. Lo mismo, aunque menos acentuado, se apreció en la 'Júpiter', la 'Sinfonía nº 41 en Do mayor, KV 551', con la excepción de un último movimiento ejecutado en un 'tempo' que fundiría el metrónomo: a toda caña. La orquesta, genial en la respuesta.

¿El resultado? Unas obras nuevas, neorrománticas en esencia, tremendamente contrastadas y rehechas en un fraseo modelado a mano y al milímetro.