CRÍTICA DE LIBROS

Crítica de 'Napalm al cor': deseo incandescente y muerte en el alma

La novela con la que el joven poeta Pol Guasch ganó el Llibres Anagrama tiene una prosa que desborda sensibilidad

Pol Guasch

Pol Guasch / Laura Guerrero

Valèria Gaillard

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Más que la historia de una huida, Napalm al cor, la distopía con la que Pol Guasch (Tarragona, 1997) ha ganado el Premi Llibres Anagrama de Novel·la, es una atmósfera represiva que se declina en detalles como una lengua menospreciada, muertos que no se entierran, hombres de cabeza rapada que vigilan, libros que se destruyen y una fábrica con una puerta secreta que nadie ha visto jamás. En un bosque sobrevive medio escondido un joven con su madre. La casa, con techo de uralita, se alza en medio de una naturaleza inquietante al estilo de la película 'Anticristo', de Lars Von Trier.

En la montaña —“un cementerio forrado de verde”—, humanos y bestias se hablan con la mirada, todos sometidos a una ley que los aplasta.La única esperanza del narrador es Boris, su amado, con quien comparte momentos de sexo animal, mudo. El relato, en un claustrofóbico presente, avanza en forma de cápsulas narradas en primera persona, alternadas con cartas que el protagonista envía a Boris y un gráfico con los días que van pasando tachados, como en una prisión. En la segunda parte, el narrador huye —si es posible, porque lleva la muerte en el alma— con Boris y cruza una frontera.

Con el envoltorio de una ciencia ficción remota, en un no tiempo posthumano, esta alegoría reflexiona no solo sobre la dinámica de la dominación, sino también sobre el peso del legado, hecho de miseria, cierto, pero también del deseo incandescente, a la par que se encara con el misterio de la transmutación de una mirada de amor a otra de odio. El catalán de Gasch es actual, burbujeante, capaz de describir con luz interna los matices de lo real, una prosa que desborda la sensibilidad de un autor poeta.