Festival de Berlín

Céline Sciamma vuelve a fascinar con 'Petite maman'

La directora de la aclamada ‘Retrato de una mujer en llamas’ estrena en la Berlinale una preciosa miniatura sobre el poder de la imaginación y la pérdida

Daniel Brühl debuta como director con la atrayente 'Next door, un reflejo distorsionado de su propia vida como actor presentado también a concurso

Un fotograma de 'Petite maman', de Céline Sciamma.

Un fotograma de 'Petite maman', de Céline Sciamma. / El Periódico

Nando Salvà

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La cuarta película de la Céline Sciamma, ‘Retrato de una mujer en llamas’ (2019), fue generalmente aclamada como una de las mejores de este siglo y, por tanto, a la hora de hacer la quinta la directora francesa seguramente tuvo carta blanca para dar rienda suelta a su ambición. En ese sentido ‘Petite maman’, presentada este miércoles a competición en la Berlinale, puede resultar sorprendente, pero solo en ese. Se trata de una preciosa miniatura -apenas 70 minutos de metraje- que, en cualquier caso, amplía la galería de personajes femeninos sometidos a ritos de paso que Sciamma inició con su ópera prima, ‘Water lilies’ (2007). 

En concreto, la película contempla a una niña de ocho años, Nelly, en un momento que se revelará crucial en su relación con el mundo. Mientras ayuda a sus padres a vaciar la vieja casa de su abuela materna, que acaba de morir, la pequeña curiosea con cautela en el espacio donde su madre, Marion, solía jugar cuando tenía su misma edad. Y un día, justo después de la marcha repentina de Marion, Nelly se encuentra en el bosque con otra niña e inmediatamente conecta con ella; su nombre, claro, es Marion. Y mientras contempla a la pareja desde el espacio que conecta los cuentos infantiles con el realismo mágico y el presente con un pasado real o inventado, ‘Petite maman’ reivindica con gran ternura y sorprendente hondura el poder de la imaginación para lidiar con la pérdida y entender emociones demasiado íntimas para ser explicadas. A decir verdad, es una película enorme.

Brühl frente al espejo

En su primera película como director, que también compite por el Oso de Oro, Daniel Brühl se ha atrevido con una premisa que proyecta un reflejo quizá distorsionado -más le vale- de su propia vida. Es posible, de hecho, que el personaje principal de ‘Next door’ sea la clase de persona en la que el actor alemán teme llegar a convertirse: una estrella de Hollywood que reparte sonrisas y modales pero es incapaz de ocultar su condescencia y su desinterés por lo mundano. El protagonista idóneo, en otras palabras, para el tipo de afilada sátira que la pelicula dedica parte de su metraje a ser.

Un fotograma de 'Next door', de Daniel Brühl.

Un fotograma de 'Next door', de Daniel Brühl. / El Periódico

El sujeto se llama Daniel, y obviamente lo interpreta el propio Brühl. De camino a la audición que promete proporcionarle un papel en una nueva película de superhéroes -Brühl, recuérdese, está en la nómina de Marvel-, el joven hace una parada en un bar, donde entra en contacto con un parroquiano que parece emanar vitriolo, furia contenida y, llegado al momento, hasta sed de venganza contra él. 

Mientras observa cómo ambos hombres intercambian golpes, en su mayoría verbales, ‘Next door’ funciona especialmente bien mientras se centra en el humor negro, y por tanto es una lástima que en su segunda mitad prefiera apostar por el thriller psicológico. En el proceso, asimismo, la narración se vuelve repetitiva, y entretanto esboza reflexiones sobre asuntos como la gentrificación, el legado de las dos Alemanias y las divisiones de clase que en realidad nunca toman forma. Y pese a ello, eso sí, desde detrás de la cámara Brühl logra mantener al espectador interesado en descubrir qué demonios está pasando; como él mismo ha tenido oportunidad de comprobar desde delante de ella en el pasado, no es algo fácil.