Hasta el 15 de junio

Egiptomanía en Barcelona, de la fascinación al 'kitsch'

El Museu Etnològic inaugura la exposición 'Udyat', que explica cómo la ciudad se dejó cautivar desde el siglo XVIII por la cultura egipcia apropiándose de ella y cargándola de significados que nada tenían que ver con el mundo de los faraones

Panteones, obeliscos, arcas de la alianza, carrozas de carnaval, suvenirs o coches decorados con pirámides, flores de loto o jeroglíficos son ejemplo de cómo la sociedad barcelonesa se rindió a la milenaria civilización del Nilo

Reproducción de un sarcófago usado como mueble bar y que en la exposición del Etnològic contiene varios suvenirs egipcios.

Reproducción de un sarcófago usado como mueble bar y que en la exposición del Etnològic contiene varios suvenirs egipcios. / ÁNGEL GARCÍA

Anna Abella

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No hay momias egipcias reales, no es ese el atractivo buscado por la muestra ‘Udyat. El exotismo del Antiguo Egipto en Barcelona’. Aunque sí hay curiosidades, como la gran fotografía que da fe de un coche de 1908, un Hispano Suiza, decorado por el arquitecto Josep Vilaseca con motivos faraónicos, o un sarcófago a tamaño real realizado en la primera mitad del siglo XX y concebido como mueble bar…, que en lugar de un ilustre faraón embalsamado contiene ahora un puñado de suvenirs que replican imágenes de la diosa Isis o el amuleto de un escarabajo. Como demuestran estos ejemplos tan 'kitsch', la egiptomanía, que no la egiptología, “es un invento europeo”, tesis de la insólita exposición, comisariada por Oriol Pascual, que hasta el 15 de junio ofrece el Museu Etnològic i de Cultures del Món, en su sede de la calle de Montcada.

El visitante inicia el recorrido escuchando las operísticas voces de la ‘Aida’ de Verdi ante los teatrinos originales del escenógrafo Francesc Soler i Rovirosa, que en 1877 lucía en su estreno en el Gran Teatre del Liceu, y un año antes en el Teatre Principal, y la túnica, las sandalias, pectoral y diademas que vestía el tenor Francesc Viñas en su papel de Ramades en la representación de 1903. Aquel espectáculo catapultó la fascinación por la cultura egipcia en la sociedad barcelonesa de la época, aún hoy bien viva, y, como busca explicar la exposición, la apropiación del imaginario de la civilización del Nilo “cargándolo de significados nuevos que nada tenían que ver con él”, señala el comisario.

Arca de la Alianza con motivos egipcios, recuperada en la iglesia de los Sants Màrtirs Just i Pastor de Barcelona, ahora en la muestra 'Udyat' del Etnològic.

Arca de la Alianza con motivos egipcios, recuperada en la iglesia de los Sants Màrtirs Just i Pastor de Barcelona, ahora en la muestra 'Udyat' del Etnològic. / ÁNGEL GARCÍA

La egiptomanía ya se había abierto paso en la ciudad desde principios del XIX, con los resultados de la expedición científica de la campaña napoleónica en Egipto, “que investigó los vestigios faraónicos sepultados en el desierto, que conectaban con la admiración que profesaban los griegos por el mito de aquella civilización perdida y que buscaban en él nuestro origen glorioso a través de la mirada exótica de los románticos”, explica Pasqual, que apunta que hasta entonces la visión griega se contraponía a la corriente bíblica, que veía en el país de los faraones “un poder despótico que había subyugado al pueblo elegido por Dios”.

A finales del XIX, al tiempo que se popularizaban entre la burguesía catalana los viajes turísticos a Egipto, emergió el neoegipcio, proliferando en lo arquitectónico y escultórico el uso del obelisco (considerado una pirámide en forma de aguja), como el de Rius i Taulet del paseo de Lluís Companys o reproducido en monumentos funerarios, como la fachada de Antonio Ginesi para el cementerio del Poble Nou. También pirámides, jeroglíficos, discos solares o esfinges se multiplicaron combinados con elementos autóctonos.

Teatrino de la ópera 'Aida' de Verdi, realizado por el escenógrafo Francesc Soler i Rovirosa para el estreno de 1876 en el Teatre Principal de Barcelona, una de las piezas de la muestra del Etnològic.

Teatrino de la ópera 'Aida' de Verdi, realizado por el escenógrafo Francesc Soler i Rovirosa para el estreno de 1876 en el Teatre Principal de Barcelona, una de las piezas de la muestra del Etnològic. / ENRIC GRACIA MOLINA / MUSEU ETNOLÒGIC

Ejemplos son fuentes públicas como la desaparecida Font del Vell, proyectada por Pere Serra i Bosch, los esgrafiados ornamentales de la fachada de la Biblioteca Museu Víctor Balaguer (obra de Josep Mirabent), los panteones piramidales de la familia Pilar Soler (del arquitecto Leandre Albareda) o el de la familia Batlló, obra de Josep Vilaseca, autor del Arco de Triunfo para la Exposición Universal de Barcelona de 1888, el mismo que decoró el citado Hispano Suiza, que compartía el gusto orientalista con su amigo Lluís Domènech i Montaner.

El arca de la alianza desaparecida

Es Vilaseca también el creador de una de las piezas estrella de la muestra, una impresionante arca de la alianza de madera dorada que luce capiteles con la flor de loto, diosas aladas y otros motivos de arte egipcio. Exhibida por primera vez, formaba parte de un conjunto que por Semana Santa se utilizaba para embellecer los altares y deslumbrar a los feligreses en la basílica de los Sants Màrtirs Just i Pastor y que fue redescubierta, no por Indiana Jones sino fruto de la casualidad, en 2016 durante unas reformas, oculta detrás una escalera tapiada en 1923.

Sala de la exposición 'Udyat' en el Museu Etnològic de Barcelona.

Sala de la exposición 'Udyat' en el Museu Etnològic de Barcelona. / ÁNGEL GARCÍA

También protagonistas, y surgidos de las primeras campañas arqueológicas, son los calcos de papel, nunca expuestos antes, de relieves murales de las mastabas de dos altos funcionarios de la V dinastía que Eduard Toda trajo de Egipto. Habían sido descubiertas en 1860 en Saqqara. Los papeles aún conservan restos de las pinturas de las paredes. “Toda, uno de los padres de la egiptología en España, estuvo en varias excavaciones sin tener casi conocimientos de arqueología con el grupo del francés Gaston Maspero, del que fue amigo”, cuenta el comisario.

Con el siglo XX, el art-déco incorporó a su repertorio las imágenes de los hallazgos arqueológicos –la tumba de Tutankamón se descubrió en 1922- consagrándolas como iconos de modernidad y la egiptología llegó a la cultura de masas al cautivar a la burguesía catalana, enriquecida durante la Gran Guerra, deseosa de cosmopolitismo y de aquella modernidad. De esos años son los suvenirs citados, que circulaban por toda Europa, o una gran carroza del Carnaval de Barcelona de 1934 que reproducía la esfinge de Giza y que una foto inmortaliza desfilando por el paseo de Gràcia. Aquel estilo cristalizó en la Exposición Internacional de 1929, influyendo en la arquitectura y las artes decorativas, la publicidad, el diseño, el interiorismo y el cine.

El Etnológic reúne también libros, carteles, vídeos de época y objetos ligados a películas (se programará dentro de las actividades un ciclo de la Filmoteca) que explotaron el terror de la momia y la figura erótica de Cleopatra: ‘La mujer del faraón’ de Ernst Lubitsch, ‘Rey de reyes’ de Cecil B. DeMille, o ‘La momia’ que protagonizó Boris Karloff.

El ojo de Horus

De todas las piezas de la muestra, solo una es auténticamente egipcia, y es la que le da título: un pequeño ‘udyat’ u ojo izquierdo de Horus, cedido por el Museu Egipci, símbolo que forma parte precisamente del logotipo del centro expositivo de la calle València. No es la única huella contemporánea de ese ojo, que también es símbolo, apunta el comisario, del Centro de Oftalmología Barraquer o de la empresa de reformas Amon-Ra. “El ‘udyat’ de Horus se contrapone al ojo de Ra, que significaba el orden y el mundo equilibrado. Pero el mundo se degrada y es necesario regenerarlo. Aquí entra Horus, que luchó contra su tío Seth, que había matado a Osiris, y perdió un ojo que el rey de la magia regenerará. De ahí que ‘udyat’ simbolice el regreso del equilibrio, que enlaza con ese deseo de la egiptomanía de volver a aquella época gloriosa”.