EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'Cien noches': la lealtad de los infieles

La novela con la que Luisgé Martín ha ganado el Herralde no acaba de ajustar bien sus piezas

Barcelona  02 11 2020 Icult Luisge Martin   escritor ganador del premio Herralde  FOTO de FERRAN NADEU

Barcelona 02 11 2020 Icult Luisge Martin escritor ganador del premio Herralde FOTO de FERRAN NADEU / FERRAN NADEU

Domingo Ródenas de Moya

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En 'Cien noches', que obtuvo el último premio Herralde, Luisgé Martín no escribe una novela erótica, aunque en ella sobreabunde el sexo, más aludido que explícito, sino una novela de tesis sobre la lealtad como quintaesencia del amor genuino. Su mensaje podría resumirse así: lo que cuenta en una relación de pareja no ha de ser la fidelidad sexual, toda vez que la promiscuidad viene a ser natural y casi indefectible, sino la lealtad, manifestada como un estar ahí, un persistir en la convivencia. Esto es lo que, en la novela, demuestra el Proyecto Coolidge, una investigación de miles de personas financiada por el multimillonario Adam Galliger en 2017 de la que se desprende que una gran mayoría de los hombres y mujeres son infieles. Galliger,  que fue un adúltero empedernido, ha citado a una antigua amante de cuarenta años atrás, Irene, ahora convertida en investigadora privada y que es la narradora principal, para que averigüe por qué su amada esposa Harriet está como ausente, por decirlo como Neruda.

Esa subtrama, que pivota en la conversación entre los provectos Adam e Irene, se fracciona en escuetos capítulos a lo largo de la novela, mientras que la trama principal la ocupa el relato autobiográfico de Irene, que refiere su iniciación sexual y el espíritu científico que la animó, al mudarse de Madrid a Chicago para estudiar psicología, a explorar por sí misma la amplitud de la sexualidad humana hasta sus confines más oscuros. Por los mismos días que se convirtió en amante mercenaria de Adam, se enamoró del joven argentino Claudio, llamado a ser su amor verdadero. La disociación entre amor y sexo (o entre lealtad y fidelidad) auspicia que la narradora mantenga su ferviente experimentación sexual o que se prostituya —para ayudar a Claudio, endeudado a causa de su ludopatía, todo hay que decirlo—. Un hecho trágico pone fin a esa relación y activa una nueva subtrama de índole detectivesca que se resolverá de un modo rayano en lo inverosímil.

En el relato de su vida, Irene, a sus 59 años o a sus 64 (hay incongruencias temporales que afectan a la edad de los personajes, a ella, a Claudio, a Adam…) enfoca aquella etapa juvenil y deja sin desarrollo sus peripecias posteriores, como sus tres matrimonios, su ejercicio de la prostitución en Madrid y Berlín o su profesión de detective. Esta elipsis acaso se justifique en que el proyecto personal de exploración sexual que ella concibió ha venido a culminar en la investigación sufragada por Gallager, lúgubremente inspirada por su deseo de saber si su esposa le ha sido infiel...

No puedo evitar la impresión de que esta novela no acaba de encajar bien todas sus piezas (ya he señalado algunos desajustes de la cronología interna), de que la psicología de Irene, que sufrió la condena de ser rica y hermosa…, resulta esquemática, lo que sorprende en el autor de 'La mujer de sombra' (2012). Incluso los informes intercalados sobre casos de adulterio, redactados por escritores amigos del autor a manera de estrellas invitadas, carecen de una función clara en la estructura narrativa, a pesar de que alguno de ellos (el de Sergio del Molino) sea en sí mismo un cuento magnífico. Después de novelas tan sólidas como 'La misma ciudad' (2013) o 'La vida equivocada' (2015) y un libro tan veraz y profundo como El amor del revés, estas 'Cien noches' se hacen no ya largas —la lectura es amena— sino insuficientes.